CUBANET .INDEPENDIENTE

7 de junio, 2002


Memorias de la Plaza (XXXVII)

Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro

LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Yolanda remendaba un peluche que Gabriel había destripado en sus retozos. La envolvía la augusta luz de la pobreza asumida con dignidad. Un soplo de amorosa maternalidad emanaba de cada puntada. En sus movimientos, leves, precisos, no había desencanto ni rabia. Más bien la impulsaba una beatitud serena, una dedicación celestial. Zurcía el juguete como si curara un rasguño en la piel del hijo. Parecía redimida de los padecimientos a que nos sometía la crueldad de nuestros torturadores.

Cuando el niño supo que nos marcharíamos del país, de la casa -nos habíamos cuidado mucho, durante dos años, de que no tuviera noticias del proyecto- y que no podría llevarse sus juguetes con él -no lo permite la aduana a quienes abandonan Cuba- en un acto de altruismo pueril, comenzó a regalarlos entre sus amiguitos del barrio y sus primos de Morón. Sólo el peluche al que se abrazaba en sus noches de sueños apacibles permaneció a su lado como un trofeo salvado de la catástrofe.

Era un oso de peluche. Un oso de ojos fijos y la panza abultada. Ya uno de los ojos se había extraviado por la casa, y de la barriga, como un grito de horror, le brotaba el algodón blanquísimo. Yolanda lo salvaba del abandono y la soledad. Gabriel no lo quería mutilado. El lo amaba perfecto.

Bartolo se llamaba el oso. Y Bartolo resucitaba entre las manos tiernas de Yolanda. Yo la vi en el supremo acto de devolverle la vida. Para entonces yo no era el venturoso mercachifle del negocio de libros viejos en la Plaza de Armas que, todos los meses, provocaba el alborozo de mi hijo con un juguete nuevo. Era el prisionero amargo que querían mis carceleros.

"Si pudiera le compraba otro" -dije con la voz desmoronada.

"El no quiere otro. Este es el que ama" -me respondió Yolanda y continuó en su labor de rescatarle la fantasía al niño.

Había vuelto el invierno. Un aire frío, húmedo nos llegaba desde la costa. El mar restallaba su furor contra los acantilados. El cielo se vestía de un plomo añejo. Hacía un año que él esperaba por el viaje prometido. Yo lo había llevado a su escuela en la mañana. El indagaba. Yo no sabía cómo explicarle que nos tuvieran prisioneros. El cree que su padre todo lo puede, todo lo sabe. No existe niño criado con amor que no aspire a que su padre sea el más fuerte, valiente, honrado, inteligente. Cómo evitar que supiera que deseaban satanizarme, que pretendían despojarme de todas las virtudes.

"Papá, ¿por qué no te dan la Tarjeta Blanca?" -me había preguntado.

"Porque Fidel Castro y sus policías me odian".

"¿Y por qué te odian?"

"Porque yo no los quiero, porque no creo en ellos".

"¿Entonces Dios nos quiere porque creemos en él?"

"Dios nos amaría aunque no creyéramos en él. Tiene el poder eterno y la piedad eterna. Los tiranos son los impíos porque saben que su poder es efímero".

Me tomó de la mano y caminamos en silencio. Sentí cómo mi mano se tronaba para él en el sitio más seguro. Marchaba confiado, se creía protegido. Yo sabía cuánto de indefensión nos envolvía, cuánto de peligro nos acechaba. El menor descuido podría destruir nuestra familia, convertirnos en seres aún más desgraciados.

De regreso a la casa vi a Yolanda sanando los desgarrones del peluche y tuve la sensación de que todas las fuerzas divinas se derramaban sobre nuestro hogar para protegernos. La unción con que mi esposa salvaba el juguete más amado por mi hijo fue como un bálsamo sobre las heridas que me abrían nuestros celadores. Me sentí también remendado para recomenzar.

Al dar la última puntada lo alzó como a un recién nacido. Los ojos le fulguraban como si también fuera la madre del peluche. Lo besó con la gracia de una niña mimosa. En una carantoña que borraba todo el dolor juntó su nariz a la del muñeco la vi prodigar todo el amor que yo le conocía. Lo arrulló con orgullo y luego me lo mostró.

"Hola, Bartolo -le dije al oso- la vida empieza todos los días".

Manuel Vázquez Portal es el autor del poemario "Celda número cero", publicado por CubaNet.

Lea fragmentos de la novela.


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