CUBANET .INDEPENDIENTE

7 de junio, 2002


Confesiones de un ex periodista oficioso

Lucas Garve, CPI

LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - "Ya tengo la tarjeta blanca de salida del país. Trabajé hasta hace muy poco. Hoy no me pesa absolutamente dejarlo todo detrás".

Llamémosle A o R, igualmente pudiera ser una socorrida X para despejar. La fuente no debe ser revelada. Por su seguridad. Generalmente, los informadores que no trabajamos para el régimen cubano procedemos así. Son los gajes de este oficio.

El más puro azar fue el actor que nos empujó a encontrarnos. El otro ingrediente para desencadenar el diálogo fue mi deseo de pagar una confesión con otra. Y un tanto la curiosidad por observar su reacción al lanzarle a la cara: "También soy periodista, pero independiente". Curiosidad pagada con creces en realidad. Mi declaración motivó, más que su admiración, curiosidad por saber quién soy, cómo trabajo, mis vínculos...

Caminábamos por Prado a la altura de esa mole que es el Capitolio y un muro sirvió de asiento para acomodar una conversación prometedora de real interés.

"Trabajé muchos años en medios de comunicación. He vivido comiéndome un cable. Ahora me saqué el bombo (así llaman popularmente en Cuba al sorteo de visas estadounidenses). Tú estás bien. Ganas buen dinero. Seguro cobras en la Oficina de Intereses donde yo fui a buscar la visa. Pero tienes problemas con la policía... Nunca pensé meterme en eso de los periodistas independientes. Quiero resolver mis problemas. No buscarme otro más. Trabajé muchísimo. Por un plan temático fijado por los jefes de los jefes, de los jefes... siempre en la línea triunfalista, elogiosa, sin ninguna crítica... ni la más mínima. Incluso, cuando iba a reportar algo tenía que hacerlo con mucho cuidado. Cualquier jefecito, jefe o jefazo podía enojarse. Siempre hay problemas con lo de criticar en los medios. Cualquiera se ofende. Lo que más me molesta es la mentira... sabemos que es mentira y la afirmamos. Tremendo conflicto de intereses, ¿sabes?, y no pasa nada. Cuando me hicieron miembro de la Unión de Periodistas y Escritores de Cuba, me dio pena. Conmigo mismo. Oye... ¿y ustedes tienen de todo, computadoras, grabadoras ..?"

Ya la conversación en ese punto, decidí intervenir. Había bastante interés por su parte en conocer un poco de la vida profesional de alguien convertido por la media oficial en la imagen negativa de lo que él había sido "hasta hace muy poco".

Comencé por explicarle que no ganaba todo el dinero que pensaba, ni cobraba un sueldo en la Oficina de Intereses, ni mucho menos tenía computadora, ni papel, ni cámara fotográfica. Una simple máquina de escribir vieja, traqueteada, y los deseos imparables de escribir. Le conté los tropiezos que tuve con los "muchachones" de la policía política, de los riesgos que he corrido y de la presión que ejerce sobre nosotros esa Ley 88, la conocida por Mordaza. Del cansancio de escribir durante seis años sin parar. De la satisfacción de no dejarme manipular por nadie y por contar la realidad. No obvié los desencantos, cuánto me falta por hacer y ser para alcanzar un nivel más alto en el trabajo informativo, las dificultades cotidianas acrecentadas por eso de ser "independiente".

"No espero poder trabajar como periodista cuando llegue allá... por lo menos el primer y segundo año tendré que hacer cualquier cosa. Ya veré. Pero creo que tendré que aprender de nuevo. Aquí, tú sabes que no se hace periodismo. De lo que uno aprende a lo que uno hace... es increíble" -afirmó con la vista dirigida hacia un punto lejano.

Ahora ya era noche cerrada. El tono rojizo del cielo presagiaba la posibilidad de lluvia. Era preciso despedirnos. Enrumbamos hacia el parque vecino al Capitolio. Un "camello", el transporte colectivo por excrecencia no por excelencia, cargaba a los pasajeros en la esquina.

"Si no volvemos a vernos, que tengas suerte. Y cuídate" -expresó a guisa de despedida.

Le deseé una pronta partida definitiva y un buen viaje. Tendí mi mano y la estrechó con fuerza. Miró hacia el "camello". Se volvió para sonreírme, y le escuché decir que se alegraba de haberme conocido.

Los primeros goterones hicieron realidad lo que un minuto antes era sólo presagio. Abrí mi paraguas plegable. Un chofer había detenido su auto en busca de pasaje. Junto a otras personas a la caza de transporte, también corrí hacia el vehículo.


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