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sobre La Habana
Ramón Díaz-Marzo
HABANA VIEJA, mayo (www.cubanet.org) - Ultimamente, recorrer la capital
habanera, específicamente el centro comercial que comprende las calles de
San Rafael, Galiano, Neptuno, Reina, y Monte, deprime.
Ya no se trata de unos comercios en franco deterioro, sino de los habitantes
de una capital que tiene el aspecto de ciudad bombardeada. Algunas personas han
abrazado la botella de alcohol como la única puerta de escape al
deterioro. Tienen unas barbas de meses, quizás de años. Les cuesta
trabajo asear su cuerpo con un baño, y andan sucios y desarrapados.
Con algunos de ellos conversé y alguno me dice:
- Supón que en Cuba haya cambios. OK. Pero yo estaría muy
viejo para volver a empezar.
- ¿Y Dios? -les he preguntado.
- Cuando no hay dinero y uno apenas logra resolver un plato de comida de
quien menos uno se acuerda es de Dios. Dejemos la hipocresía de algunos a
un lado. En estos momentos mi único Dios, para no volverme loco, es una
botella de ron.
Muchos de ellos trabajaron durante toda su vida, confiaron en la Revolución
para tener una vejez digna, y ahora el retiro que reciben del Estado no les
alcanza para vivir.
- Nos han engañado, men -me confiesa un negro viejo. Antes de la
Revolución hubo una época en que no le pagaban el retiro a los
jubilados, men, porque el personal de correo de aquellos tiempos no recibía
su paga, men, y para sobrevivir se robaban el dinero de los viejos, men. Ahora
todos los meses recibimos nuestra jubilación, pero con una moneda
devaluada. ¿Para qué nos sirve? Nada, men; ser pobre en cualquier época
y lugar es una jodienda.
En nuestro recorrido pasamos entre el antiguo "Diario de la Marina"
y el Capitolio Nacional. Cruzamos por el centro del Parque de la Fraternidad,
donde se encuentra la ceiba con tierra de todas las naciones de América
(toda esa tierra ha sido cambiada varias veces), y desembocamos en la calle de
Monte.
Nuestra intención era bajar por Monte hasta Cuatro Caminos. Sin
embargo, cuando íbamos pasando por Monte #362 tuvimos que detenernos. Los
compatriotas del exilio tendrán que acordarse del Hotel Flor de Cuba, y
que al lado se encontraba el Bar-Restaurante California, fundados ambos en el año
1912. De más está decir que la entrada al Hotel Flor de Cuba se
parece a la boca de un lobo que jamás se ha lavado los dientes. Quiero
decir, esa Flor no sólo se marchitó, sino que se ha convertido en
una cosa siniestra que en La Habana se conoce como "solar de mala muerte".
Mas lo que continué mirando, a pesar de vivir aquí, me espantó.
Lo que antes fue California ahora es un espacio oscuro, cubierto el piso por una
capa de aguas putrefactas. Y entonces me pregunté: ¿Dónde están
las Brigadas Especiales que en meses anteriores estuvieron combatiendo al
mosquito Aedes aegyti?
Me volví hacia la acera de enfrente donde alguna vez estuvo una
tienda llamada La Honradez, correspondiente a Monte #357, y sólo vi un
espacio vacío ocupado por unas pequeñas tiendas de campaña
de plástico (se montan y se desmontan en 24 horas) estatales que venden
diferentes objetos en dólares. Objetos que en muy poco se diferencian de
los que venden en las aceras de las calles los merolicos que algunas veces son
perseguidos por la policía y en otras ocasiones tolerados.
Encontrándome ya en la acera de enfrente pude leer sobre el piso del
portal, al lado de La Honradez, lo que fue otra tienda: The Stadium 83. Allí
también habían colocado un timbiriche estatal para vender
bagatelas en dólares.
Con la libreta de notas continué desplazándome y leí
sobre el piso de la acera: "Washington", también convertido en
timbiriche estatal que vende artículos de pacotilla en dólares. Y
al llegar a la esquina de la calle que nace en Monte y choca contra la terminal
de los ferrocarriles, Revillagigedo, me encontré con una tienda que en el
siglo pasado recuerdo era una ferretería. Esta vez la acera no tenía
el nombre comercial, pero en el cristal de la puerta se lee "La Corona".
Se trata de un local habilitado por el Estado con aire acondicionado para vender
muebles a un precio exorbitante.
Todos estos restos de tiendas de la época capitalista son los que se
encuentran frente al infecto Bar-Restaurante "California". Esperamos
que esta crónica no los afecte mucho; especialmente a la gente de la
vieja guardia habanera que ahora viven en el exilio.
Ramón Díaz-Marzo es el autor de la novela "Cartas a
Leandro", publicada por CubaNet.
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