CUBANET .INDEPENDIENTE

5 de junio, 2002


Comentarios sobre La Habana

Ramón Díaz-Marzo

HABANA VIEJA, mayo (www.cubanet.org) - Ultimamente, recorrer la capital habanera, específicamente el centro comercial que comprende las calles de San Rafael, Galiano, Neptuno, Reina, y Monte, deprime.

Ya no se trata de unos comercios en franco deterioro, sino de los habitantes de una capital que tiene el aspecto de ciudad bombardeada. Algunas personas han abrazado la botella de alcohol como la única puerta de escape al deterioro. Tienen unas barbas de meses, quizás de años. Les cuesta trabajo asear su cuerpo con un baño, y andan sucios y desarrapados.

Con algunos de ellos conversé y alguno me dice:

- Supón que en Cuba haya cambios. OK. Pero yo estaría muy viejo para volver a empezar.

- ¿Y Dios? -les he preguntado.

- Cuando no hay dinero y uno apenas logra resolver un plato de comida de quien menos uno se acuerda es de Dios. Dejemos la hipocresía de algunos a un lado. En estos momentos mi único Dios, para no volverme loco, es una botella de ron.

Muchos de ellos trabajaron durante toda su vida, confiaron en la Revolución para tener una vejez digna, y ahora el retiro que reciben del Estado no les alcanza para vivir.

- Nos han engañado, men -me confiesa un negro viejo. Antes de la Revolución hubo una época en que no le pagaban el retiro a los jubilados, men, porque el personal de correo de aquellos tiempos no recibía su paga, men, y para sobrevivir se robaban el dinero de los viejos, men. Ahora todos los meses recibimos nuestra jubilación, pero con una moneda devaluada. ¿Para qué nos sirve? Nada, men; ser pobre en cualquier época y lugar es una jodienda.

En nuestro recorrido pasamos entre el antiguo "Diario de la Marina" y el Capitolio Nacional. Cruzamos por el centro del Parque de la Fraternidad, donde se encuentra la ceiba con tierra de todas las naciones de América (toda esa tierra ha sido cambiada varias veces), y desembocamos en la calle de Monte.

Nuestra intención era bajar por Monte hasta Cuatro Caminos. Sin embargo, cuando íbamos pasando por Monte #362 tuvimos que detenernos. Los compatriotas del exilio tendrán que acordarse del Hotel Flor de Cuba, y que al lado se encontraba el Bar-Restaurante California, fundados ambos en el año 1912. De más está decir que la entrada al Hotel Flor de Cuba se parece a la boca de un lobo que jamás se ha lavado los dientes. Quiero decir, esa Flor no sólo se marchitó, sino que se ha convertido en una cosa siniestra que en La Habana se conoce como "solar de mala muerte". Mas lo que continué mirando, a pesar de vivir aquí, me espantó. Lo que antes fue California ahora es un espacio oscuro, cubierto el piso por una capa de aguas putrefactas. Y entonces me pregunté: ¿Dónde están las Brigadas Especiales que en meses anteriores estuvieron combatiendo al mosquito Aedes aegyti?

Me volví hacia la acera de enfrente donde alguna vez estuvo una tienda llamada La Honradez, correspondiente a Monte #357, y sólo vi un espacio vacío ocupado por unas pequeñas tiendas de campaña de plástico (se montan y se desmontan en 24 horas) estatales que venden diferentes objetos en dólares. Objetos que en muy poco se diferencian de los que venden en las aceras de las calles los merolicos que algunas veces son perseguidos por la policía y en otras ocasiones tolerados.

Encontrándome ya en la acera de enfrente pude leer sobre el piso del portal, al lado de La Honradez, lo que fue otra tienda: The Stadium 83. Allí también habían colocado un timbiriche estatal para vender bagatelas en dólares.

Con la libreta de notas continué desplazándome y leí sobre el piso de la acera: "Washington", también convertido en timbiriche estatal que vende artículos de pacotilla en dólares. Y al llegar a la esquina de la calle que nace en Monte y choca contra la terminal de los ferrocarriles, Revillagigedo, me encontré con una tienda que en el siglo pasado recuerdo era una ferretería. Esta vez la acera no tenía el nombre comercial, pero en el cristal de la puerta se lee "La Corona". Se trata de un local habilitado por el Estado con aire acondicionado para vender muebles a un precio exorbitante.

Todos estos restos de tiendas de la época capitalista son los que se encuentran frente al infecto Bar-Restaurante "California". Esperamos que esta crónica no los afecte mucho; especialmente a la gente de la vieja guardia habanera que ahora viven en el exilio.

Ramón Díaz-Marzo es el autor de la novela "Cartas a Leandro", publicada por CubaNet.

Lea fragmentos de la novela.


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