CUBANET .INDEPENDIENTE

4 de junio, 2002


El Escambray: Extermino de la guerrilla (IV)

Héctor Maseda, Grupo Decoro

LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - El ejército guerrillero dejó de existir como fuerza real a principios de 1964. Sus pocos sobrevivientes intentaban salir de la región por cualquier vía para luego abandonar el país. Por otro lado, mientras las fuerzas armadas y la milicia del gobierno liquidaban los pocos focos aislados de resistencia, sus órganos de inteligencia penetraron los mecanismos de evacuación habilitados por los movimientos clandestinos urbanos de apoyo, con el propósito de abortar las operaciones de rescate. Luciano Pacheco Ruiz relata cómo fue capturado y cuáles fueron sus primeras experiencias en manos del enemigo.

"Para enero de 1964 no quedaban fuerzas nuestras con capacidad combativa en el monte. Pequeños grupos se movían como fantasmas, aislados y sin municiones. No teníamos con qué alimentarnos, acosados constantemente por las fuerzas del gobierno. Tampoco quedaban campesinos en las montañas trinitarias. Las tierras de los alrededores habían sido confiscadas por las autoridades del país y los lugareños estaban desterrados o presos. No podíamos confiar en los pocos civiles que se movían por los alrededores y te prometían ayuda porque eran militares o delatores que más tarde te entregaban a las tropas enemigas. Nuestros actos en el lomerío se redujeron a mantenernos vivos y en constante fuga. No establecíamos contactos con nadie. Había que evadir cercos y emboscadas continuamente. Comíamos lo que encontrábamos. Esperábamos la oportunidad para escapar, si es que aún ésta existía.

Las tropas gubernamentales, ejército, milicia, no respetaban la vida de los guerrilleros prisioneros, por regla general. El fusilamiento en el lugar era la fórmula que aplicaban, salvo que algún oficial de honor lo impidiese.

"Las tropas del gobierno fusilaron al 80 por ciento de nuestros hombres que cayeron en sus manos. No se les hacía juicio. Los asesinaban a mansalva. Con los jefes de grupos eran implacables. Ni siquiera los interrogaban. Los pegaban a un árbol, los baleaban y los sepultaban allí mismo después de ofenderlos a gritos, y en ocasiones, golpearlos. Esa es la razón por la que muchos familiares de cientos de insurgentes desconocen aún dónde se encuentran los restos de sus seres queridos. En ocasiones fui testigo de estas escenas, cuando rompíamos un cerco y algunos de los nuestros resultaban capturados. Era entonces que comenzaba la macabra fiesta. Primero las torturas. Después los disparos mortales. Por último, el silencio. No podíamos impedir esos actos incivilizados sin poner en riesgo nuestras vidas. En contraposición a esta actitud, cuando nosotros deteníamos a militares gubernamentales les respetábamos la vida. Hacíamos que nos acompañaran hasta salir de la emboscada y los dejábamos en libertad, luego de quitarles las armas, las municiones, ropas y zapatos. Y exigirles que no volvieran a tomar las armas contra nosotros. Juramento que ninguno cumplía. Algunos hermanos de lucha me contaron que el último insurgente en la cordillera fue apresado por fuerzas del régimen en marzo o mayo de 1965. No recuerdo su nombre ni el lugar exacto donde ocurrió el hecho".

Los órganos de la inteligencia cubana conocieron la existencia de planes para evacuar a los sobrevivientes de la guerrilla (operaciones organizadas por los movimientos opuestos a Castro) gracias a los agentes que infiltraron entre ellos y sus enlaces del llano.

Estos cuerpos especializados las controlaron totalmente. De este modo, muchos combatientes cayeron en manos del Departamento de Seguridad del Estado, confiados en que escaparían con vida de la trampa mortal en que se convirtió el Escambray.

"Varios grupos de nuestros hombres -continúa Pacheco Ruiz- desesperados por salir de la cordillera, resultaron engañados por varios dobles agentes. Uno de ellos, Alberto Delgado, infiltrado en nuestras filas, fue el encargado de coordinar, aparentemente con amigos del exterior, la ex filtración de los insurgentes, cuando en realidad lo hacía con el DSE. Por su culpa varios luchadores (entre ellos el comandante Emilio Carretero, jefe máximo de la guerrilla en el Escambray para ese entonces) fueron capturados por el cuerpo represivo, enjuiciados por tribunales militares y condenados a muerte por fusilamiento. Pasados unos días, Delgado fue descubierto y apresado por el comandante Cheíto León, que sustituyó en el mando a Carretero. Alberto Delgado fue sometido a juicio militar en campaña. Probada su culpabilidad, fue condenado a muerte y ahorcado en el mismo lomerío. No se le fusiló, no por ensañamiento, sino porque de hacerlo se hubiera descubierto nuestra ubicación. Deseo aclarar que no fue torturado ni ultrajado su cuerpo después de su muerte, como afirma la versión gubernamental. Posteriormente Cheíto León encontraría la muerte en desigual combate".

Luciano fue capturado el 16 de enero de 1964. Lo sorprendieron fuerzas combinadas del ejército y la milicia en el límite entre Charco Azul y Guanayara, municipio de Trinidad. Sobre este fatal suceso, Luciano precisa:

"Yo estaba agotado. Con hambre. Me recosté en una cañada para recuperar fuerzas. Me dormí. Fui despertado a los gritos de ¡Ríndete! No pude defenderme. Estaba solo y ellos eran más de cien. Me amarraron las manos a la espalda. También los pies, y comenzaron a injuriarme y a golpearme. Luego vendrían las amenazas: 'Te vamos a matar, hijo de puta. Tú eres un alzado de mierda contrarrevolucinario'. Un oficial castrista impidió que se consumara el asesinato. Los milicianos eran los que exigían mi muerte de inmediato. Ese oficial lo impidió. Por último me llevaron a Topes de Collantes, donde radicaba el estado mayor del DSE que operaba en la región. Allí estuve encerrado 42 días entre interrogatorios interminables, amenazas de muerte y simulacros de ejecución".

Luciano Pacheco Ruiz confiesa que en aquel momento sintió miedo. No porque le arrancaran la vida. Sabía que estaba condenado a muerte desde que cayó prisionero. Su temor giraba en torno a cómo vendría la muerte y si sería capaz de enfrentarla con la dignidad de los hombres justos. (Continuará)


La luna en el Escambray: origen de la guerrilla (I) / Héctor Maseda, Grupo Decoro

El Escambray: auge de la guerrilla (II) / Héctor Maseda / Grupo Decoro

El Escambray: los anillos de la muerte (III) / Héctor Maseda / Grupo Decoro

El Escambray: Epílogo / Héctor Maseda / Grupo Decoro


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