El Escambray:
Extermino de la guerrilla (IV)
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - El ejército guerrillero dejó
de existir como fuerza real a principios de 1964. Sus pocos sobrevivientes
intentaban salir de la región por cualquier vía para luego
abandonar el país. Por otro lado, mientras las fuerzas armadas y la
milicia del gobierno liquidaban los pocos focos aislados de resistencia, sus órganos
de inteligencia penetraron los mecanismos de evacuación habilitados por
los movimientos clandestinos urbanos de apoyo, con el propósito de
abortar las operaciones de rescate. Luciano Pacheco Ruiz relata cómo fue
capturado y cuáles fueron sus primeras experiencias en manos del enemigo.
"Para enero de 1964 no quedaban fuerzas nuestras con capacidad
combativa en el monte. Pequeños grupos se movían como fantasmas,
aislados y sin municiones. No teníamos con qué alimentarnos,
acosados constantemente por las fuerzas del gobierno. Tampoco quedaban
campesinos en las montañas trinitarias. Las tierras de los alrededores
habían sido confiscadas por las autoridades del país y los lugareños
estaban desterrados o presos. No podíamos confiar en los pocos civiles
que se movían por los alrededores y te prometían ayuda porque eran
militares o delatores que más tarde te entregaban a las tropas enemigas.
Nuestros actos en el lomerío se redujeron a mantenernos vivos y en
constante fuga. No establecíamos contactos con nadie. Había que
evadir cercos y emboscadas continuamente. Comíamos lo que encontrábamos.
Esperábamos la oportunidad para escapar, si es que aún ésta
existía.
Las tropas gubernamentales, ejército, milicia, no respetaban la vida
de los guerrilleros prisioneros, por regla general. El fusilamiento en el lugar
era la fórmula que aplicaban, salvo que algún oficial de honor lo
impidiese.
"Las tropas del gobierno fusilaron al 80 por ciento de nuestros hombres
que cayeron en sus manos. No se les hacía juicio. Los asesinaban a
mansalva. Con los jefes de grupos eran implacables. Ni siquiera los
interrogaban. Los pegaban a un árbol, los baleaban y los sepultaban allí
mismo después de ofenderlos a gritos, y en ocasiones, golpearlos. Esa es
la razón por la que muchos familiares de cientos de insurgentes
desconocen aún dónde se encuentran los restos de sus seres
queridos. En ocasiones fui testigo de estas escenas, cuando rompíamos un
cerco y algunos de los nuestros resultaban capturados. Era entonces que
comenzaba la macabra fiesta. Primero las torturas. Después los disparos
mortales. Por último, el silencio. No podíamos impedir esos actos
incivilizados sin poner en riesgo nuestras vidas. En contraposición a
esta actitud, cuando nosotros deteníamos a militares gubernamentales les
respetábamos la vida. Hacíamos que nos acompañaran hasta
salir de la emboscada y los dejábamos en libertad, luego de quitarles las
armas, las municiones, ropas y zapatos. Y exigirles que no volvieran a tomar las
armas contra nosotros. Juramento que ninguno cumplía. Algunos hermanos de
lucha me contaron que el último insurgente en la cordillera fue apresado
por fuerzas del régimen en marzo o mayo de 1965. No recuerdo su nombre ni
el lugar exacto donde ocurrió el hecho".
Los órganos de la inteligencia cubana conocieron la existencia de
planes para evacuar a los sobrevivientes de la guerrilla (operaciones
organizadas por los movimientos opuestos a Castro) gracias a los agentes que
infiltraron entre ellos y sus enlaces del llano.
Estos cuerpos especializados las controlaron totalmente. De este modo,
muchos combatientes cayeron en manos del Departamento de Seguridad del Estado,
confiados en que escaparían con vida de la trampa mortal en que se
convirtió el Escambray.
"Varios grupos de nuestros hombres -continúa Pacheco Ruiz-
desesperados por salir de la cordillera, resultaron engañados por varios
dobles agentes. Uno de ellos, Alberto Delgado, infiltrado en nuestras filas, fue
el encargado de coordinar, aparentemente con amigos del exterior, la ex filtración
de los insurgentes, cuando en realidad lo hacía con el DSE. Por su culpa
varios luchadores (entre ellos el comandante Emilio Carretero, jefe máximo
de la guerrilla en el Escambray para ese entonces) fueron capturados por el
cuerpo represivo, enjuiciados por tribunales militares y condenados a muerte por
fusilamiento. Pasados unos días, Delgado fue descubierto y apresado por
el comandante Cheíto León, que sustituyó en el mando a
Carretero. Alberto Delgado fue sometido a juicio militar en campaña.
Probada su culpabilidad, fue condenado a muerte y ahorcado en el mismo lomerío.
No se le fusiló, no por ensañamiento, sino porque de hacerlo se
hubiera descubierto nuestra ubicación. Deseo aclarar que no fue torturado
ni ultrajado su cuerpo después de su muerte, como afirma la versión
gubernamental. Posteriormente Cheíto León encontraría la
muerte en desigual combate".
Luciano fue capturado el 16 de enero de 1964. Lo sorprendieron fuerzas
combinadas del ejército y la milicia en el límite entre Charco
Azul y Guanayara, municipio de Trinidad. Sobre este fatal suceso, Luciano
precisa:
"Yo estaba agotado. Con hambre. Me recosté en una cañada
para recuperar fuerzas. Me dormí. Fui despertado a los gritos de ¡Ríndete!
No pude defenderme. Estaba solo y ellos eran más de cien. Me amarraron
las manos a la espalda. También los pies, y comenzaron a injuriarme y a
golpearme. Luego vendrían las amenazas: 'Te vamos a matar, hijo de puta.
Tú eres un alzado de mierda contrarrevolucinario'. Un oficial castrista
impidió que se consumara el asesinato. Los milicianos eran los que exigían
mi muerte de inmediato. Ese oficial lo impidió. Por último me
llevaron a Topes de Collantes, donde radicaba el estado mayor del DSE que
operaba en la región. Allí estuve encerrado 42 días entre
interrogatorios interminables, amenazas de muerte y simulacros de ejecución".
Luciano Pacheco Ruiz confiesa que en aquel momento sintió miedo. No
porque le arrancaran la vida. Sabía que estaba condenado a muerte desde
que cayó prisionero. Su temor giraba en torno a cómo vendría
la muerte y si sería capaz de enfrentarla con la dignidad de los hombres
justos. (Continuará)
La luna en el Escambray: origen de la
guerrilla (I) / Héctor Maseda, Grupo Decoro
El Escambray: auge de la guerrilla (II) / Héctor
Maseda / Grupo Decoro
El Escambray: los anillos de la muerte (III) /
Héctor Maseda / Grupo Decoro
El Escambray: Epílogo / Héctor
Maseda / Grupo Decoro
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