CUBANET .INDEPENDIENTE

4 de junio, 2002


Memorias de la Plaza (XXXIV)

Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro

LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Convencido de lo que se proponían las fuerzas represivas cubanas, me preparé para resistir de la mejor manera. Mi iban a sumir en la incertidumbre, en la espera desasosegada. Deseaban que mi vida fuera un embobecedor fluir sin proyectos a ningún plazo, una existencia expectante, dependiente de sus arbitrios y manipulaciones.

Cualquier persona sometida a una prolongada demora de sus planes, después de una decisión trascendente para su vida, es presa fácil de la impaciencia, de la desesperación, de la imprudencia, del error incorregible.

Contra eso tenía que luchar.

La tortura física es cruel y dolorosa, y hasta puede conducir a una muerte rápida que, a veces, en el clímax del sufrimiento, se desea más que seguir soportando.

La tortura sicológica es apacible, lenta y despiadada, propia de un sadismo más refinado, que no busca el dolor o la muerte repentina sino el desequilibrio, la inestabilidad, la pérdida de la fe, de la autoestima y, sobre todo, es más difícil de denunciar frente a un tribunal, ya legal, ya ético o histórico.

Ellos habían elegido la segunda.

Negarme el permiso de salida del país, después que yo había decidido marcharme, era, a su manera, tronchar la línea coherente de los sucesos que había previsto. Suponían que me harían chocar con lo inesperado, y eso provocaría en mí una reacción desestabilizadora. No contaban con que me hubiera preparado para tal eventualidad.

Había visto padecer a otros que antes de mí fueron sometidos al mismo inescrupuloso, feroz suplicio, y de sus experiencias había tomado lo más sensato y honroso para resistir. Pero los torturadores creen que todas las personalidades son iguales y aplican los mismos mecanismos presuponiendo que obtendrán los mismos resultados.

No me tomarían por sorpresa. Sería una puja larga entre mis torturadores y yo.

A todos los opositores que por esa época fueron aprobados por el Departamento de Refugiados de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, le aplicaron la misma deshumanizante, turbia, bochornosa picana. Debían renunciar a sus actividades pacíficas, civilistas, como disidentes para, pasado un tiempo -nunca prefijado ni conocido- concederles el permiso de salida. La mayoría cedió frente a semejante presión. Con ello el gobierno pretendía demostrar que a la oposición cubana no le interesaba otra cosa que marcharse del país, que eran capaces de renunciar a sus principios para obtener la dádiva de sus opresores. Olvidaban que la gente sabe que las dictaduras pueden prolongarse inconcebiblemente y que la lucha contra ella tiene que ser, inevitablemente, una especie de carrera de relevo. Agradecido debe estar el pueblo de Cuba de aquéllos que, aunque sea por unos pocos años, se le opusieron a la tiranía, y más agradecido de quienes aún se mantienen en la contienda.

Yo decidí soportar y sobreponerme a la tortura. Recordé a Martí. Desde niño fue un sagrario para mí. Tanto, que ni la manipulación de sus ideales para propósitos abyectos, ha logrado desdibujármelo. "Verso, nos hablan de un Dios / A donde van los difuntos; / Verso, o nos condenan juntos, / o nos salvamos los dos". No dejé de escribir ni me aparté de la oposición. Me daban el permiso de salida sin renunciar a aquello en lo que creía o ellos cargarían con mi locura o mi muerte. Crecí en un país donde siempre; quiero decir, durante cuarenta y tres años, ésas han sido las única alternativas.

Desde entonces hace un año y siete meses. ¿Cuánto me resta como preso político del gobierno cubano? No lo sé. ¿Cuándo cesará la tortura? No puedo imaginarlo. Ellos tienen la última palabra. Yo espero. Resisto.

Algunos amigos ya me dan por loco. No les cabe en la cabeza que alguien cuerdo se proponga resistir frente a la demencia de un gobierno que no muestra el menor escrúpulo en utilizar métodos tan asqueantemente repulsivos. Otros amigos me ven como un muerto. Y tienen razón. Es verdad. Soy un muerto social. La sociedad cubana no existe para mí. Soy un fantasma que vaga por una realidad que no le pertenece, que no cree en ella, que le quieren imponer por la fuerza.

Sé que estoy en desventaja. Ellos tienen todo el poder para martirizarme cuanto se les antoje. Cuentan con la fuerza necesaria para aplastar a cuanto ciudadano se les oponga dentro del país. Son un engranaje demoledor de cuanto vestigio de civilidad y democracia surja dentro del pueblo cubano. Pero olvidan que existen en el mundo seres, no sé si románticos o simplemente tontos, que prefieren la locura o la muerte antes que ser doblegados.

Aún me queda la voz, un sueño, un crucifijo.

Manuel Vázquez Portal es el autor del poemario "Celda número cero", publicado por CubaNet.

Lea fragmentos de la novela.


Esta información ha sido transmitida por teléfono, ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a Internet.
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.


[ TITULARES ] [ CENTRO ]

Noticias por e-mail

La Tienda - Libros , posters, camisetas, gorras

In Association with Amazon.com

Busque:


BUSQUEDA

Búsqueda avanzada


SECCIONES

NOTICIAS
Prensa Independiente
Prensa Internacional
Prensa Gubernamental

OTROS IDIOMAS
Inglés
Aemán
Francés

SOCIEDAD CIVIL
Introducción
Cooperativas Agrícolas
Movimiento Sindical
Bibliotecas
MCL
Fraternidad de Ciegos
Seguidores de Cristo
Estudios Sociales
Ayuno

DEL LECTOR
Cartas
Debate
Opinión

BUSQUEDAS
Archivos
Búsquedas
Documentos
Enlaces

CULTURA
Artes Plásticas
Fotos de Cuba
Anillas de Tabaco

CUBANET
Semanario
Quiénes Somos
Informe Anual
Correo Electrónico


CubaNet News, Inc.
145 Madeira Ave, Suite 207
Coral Gables, FL 33134
(305) 774-1887