CUBANET .INDEPENDIENTE

3 de junio, 2002


Memorias de la Plaza (XXXIII)

Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro

LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - El Chicuelo se despidió de mí llorando. Ya habíamos aprendido a amarnos. El soportaba riendo mis malas pulgas de adulto cascarrabias. Yo toleraba complacido sus malcriadeces de niño insatisfecho. A lo largo de tres meses tuvimos más motivos de alborozo que de aflicción. Cuando quería saber algo me preguntaba sin pudores ni prejuicios. Creía en mí. Yo lo trataba no como a la personita que dejaba ver sino como al hombre que sabía anidaba en él.

Fue una de las tantas pérdidas a que me sometió mi rebelión pacífica contra el régimen. Quizás la más lacerante. Las otras tenían un matiz de conveniencia. El no quería abandonarme aunque no le conviniera. Decenas de amigos y colegas, por acuerdo tácito, dejaron de frecuentarme; decenas de lugares se tornaron campos minados para mí.

Unas lágrimas silenciosas, cortantes como el vidrio roto de sus ojos, se le despeñaron por las mejillas. Volteó el rostro. Se las enjugó con el dorso de la mano. No quería que yo lo viera en un acto tan grandioso pero que para él era una muestra de debilidad. Fue la última lección que pude ofrecerle. Permití que él sí viera mis ojos humedecidos.

"Parecemos dos jebitas" -me dijo.

"Somos dos hombres tristes" -le dije.

"En el 'solar' no se puede llorar delante de nadie".

"El solar es 'duro'".

Nos estrechamos las manos y nos miramos con hondura. Echamos a andar. A partir de ese instante cualquier palabra era absurda. El desapareció por la calle Habana. Yo continué por Obispo hacia el Parque Central. El no iba saltando de una pierna en otra como acostumbraba impulsado por la alegría de las buenas ganancias. Era como si arrastrara un fardo demasiado pesado para su pequeño cuerpo. Lo esperaba el lóbrego portón del "solar", las pútridas emanaciones de un retrete colectivo, el vocerío de las pendencias vecinales, la ausencia de un consejo o un responso a tiempo. Yo no iba sonriente recordando sus picardías de diablillo travieso. Eramos dos hombres entrampados en un destino cruel. El abismo al miedo de la intolerancia política se había abierto frente a nosotros.

Me vi obligado -para protegerlo- a separarlo de mí, a explicarle que yo era un disidente -él no entendió- "un gusano", le aclaré, a decirle que no le era conveniente la relación conmigo. Fue como ver caer una guillotina sobre mi propio cuello.

"¿Por qué dejas que lo sepan? -me reclamó- Hay muchísimos gusanos que se hacen pasar por revolucionarios".

"En el mundo hay gentes que no saben, o no quieren, fingir".

"Te hubiera hecho falta vivir en 'el solar'. Ahí la gente aprende a no enseñarse por dentro".

"Cuando todo el mundo esconde sus sentimientos, por miedo o por conveniencia, hay algunos que, aunque saben que los devorarán, los muestran para que algún día, más adelante, todos puedan mostrarlos sin temor".

"En los libros siempre ganan los héroes. Pero eso no es verdad".

"Yo no soy un héroe. Nunca me veas como tal. Soy, a lo sumo, un hombre inconforme y resistente. Además, los héroes, ni ganan ni pierden, se ofrecen. No esperan nada. Viajan en un sueño que no los deja vivir tranquilos si no lo consiguen. Su sueño, aunque lo sueñen ellos, no lo quieren para sí. ¿Comprendes?"

"Sí, hay algo de verraco en los héroes".

No pude menos que reírme. Aquel pragmatismo del Chicuelo era la mejor prueba de cómo había vivido hasta ese día. Su madre vino sólo dos veces a mi cuchitril de libros viejos en la Plaza de Armas. La primera, cuando no le creyó que se ganaba de manera lícita el dinero que llevaba, y acudió a corroborarlo conmigo; la segunda, cuando alguien, que nunca quiso confesarme, le aseguró que yo pertenecía "a los derechos humanos, o qué sé yo", me dijo. "Y, figúrese, yo también tengo mi negocito. Eso puede perjudicarme". Guardé silencio. No discutí. Me callé lo que pensaba. Ella era bella y franca. Tenía el recio carácter que la promiscuidad de un "solar" impone. Ni a golpes había podido persuadir al Chicuelo de que se separara de mí. Me pedía de favor que la ayudara. Su lenguaje tenía más de amenazante que de petición de auxilio. Ella no entendía el capricho del muchacho: "Quiere hacerse el más honrado y el más hombre que nadie, si me hago la boba, ahorita me gobierna". Pensé en cuánto le restaba su lenguaje y su exagerada, su agresiva gesticulación a su belleza. No opiné. Allí todo estaba perdido. La ruptura era inevitable. "Usted es su madre. Será como usted diga", le respondí antes de que el Chicuelo regresara con los refrescos que yo le encargara para atenderla con la pobre cortesía que me era posible.

Ella se marchó sin beber el refresco y sin volver a mirarme a los ojos. Creí adivinar que le dolía separar a su hijo de mí. Me vi obligado aquel anochecer a ser sincero con el Chicuelo. El no merecía otra cosa que mi lealtad.


Esta información ha sido transmitida por teléfono, ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a Internet.
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.


[ TITULARES ] [ CENTRO ]

Noticias por e-mail

La Tienda - Libros , posters, camisetas, gorras

In Association with Amazon.com

Busque:


BUSQUEDA

Búsqueda avanzada


SECCIONES

NOTICIAS
Prensa Independiente
Prensa Internacional
Prensa Gubernamental

OTROS IDIOMAS
Inglés
Aemán
Francés

SOCIEDAD CIVIL
Introducción
Cooperativas Agrícolas
Movimiento Sindical
Bibliotecas
MCL
Fraternidad de Ciegos
Seguidores de Cristo
Estudios Sociales
Ayuno

DEL LECTOR
Cartas
Debate
Opinión

BUSQUEDAS
Archivos
Búsquedas
Documentos
Enlaces

CULTURA
Artes Plásticas
Fotos de Cuba
Anillas de Tabaco

CUBANET
Semanario
Quiénes Somos
Informe Anual
Correo Electrónico


CubaNet News, Inc.
145 Madeira Ave, Suite 207
Coral Gables, FL 33134
(305) 774-1887