CUBANET .INDEPENDIENTE

30 de julio, 2002


El Caballero de París

Ramón Díaz-Marzo

HABANA VIEJA, julio (www.cubanet.org) - Al Caballero de París lo conocí en 1963. Yo tenía 11 años de edad. Lo conocí en el Bar-Cafetería "Las Américas", ubicado en la calle Animas #11, entre Monserrate y Zulueta.

En el año 1963 muchos pequeños comercios no habían sido intervenidos aún por el Gobierno. Los dueños de "Las Américas" eran Cheo y Juan. Este negocio estaba por la parte posterior del Museo Nacional de Bellas Artes.

Al lado de "Las Américas" estaba el Café de Pepe, y en las esquinas de Animas y Monserrate, el Bar-Restaurante "Bellas Artes". En el otro extremo, haciendo esquina con Zulueta, había una farmacia, y frente, el Sloppy Joe's.

En cada uno de estos comercios había vitrolas. Cada vez que me sobraba un medio (moneda nacional de 5 centavos) marcaba dos teclas de la vitrola: una correspondiente a una letra y la otra a un número; mi música preferida era el rock and roll.

Yo vivía en Animas #9, el edificio "Balaguer", cuya entrada se encontraba entre el Bar de Cheo y el Bar de Pepe.

En el edificio "Balaguer yo vivía con mi madre y mis hermanastros pequeños, y un padrastro que era teniente de cárceles y prisiones y administraba una granja abierta en Santiago de las Vegas, de presos políticos que se habían acogido al "Plan de Reeducación".

Mi padrastro estaba un día si y un día no en el edificio "Balaguer". Cuando él no estaba yo me sentía libre y feliz. Pero cuando estaba, me sentía oprimido y asustado. Mi padrastro era un hombre que no hablaba. Sólo sabía pegar con un cinto de cuero o sacar su pistola calibre 45 y apuntar el cañón a mi cabeza.

Mi padrasto me obligaba a levantarme a las cinco de la mañana a cargar unas latas de agua de 5 galones cada una. Con 11 años yo era delgadito.

En aquellos tiempos le hice creer a mi madre que yo iba a la escuela todas las mañanas. Después que terminaba de cargar el agua me echaba a dormir un poco, ya vestido con la ropa de la escuela. A las 7 de la mañana mi madre volvía a despertarme, yo recogía el catre, desayunaba, y en vez de ir para la escuela me iba para la biblioteca "Máximo Gómez", que se encontraba en el Paseo del Prado. Allí pasaba la mañana, solo, leyendo libros de aventuras.

En esa biblioteca trabajaba una señora de tez mulata. Ella me tomó afecto y sabía lo que estaba ocurriendo conmigo. La biblioteca era mi único refugio contra un mundo hostil. Aquella bibliotecaria, siempre me sonrió, siempre me acogió y me indicó los mejores libros de la literatura infantil universal.

Un día, el Caballero de París comenzó a frecuentar el Bar-Cafetería de Cheo y Juan. Yo jugaba en los portales con muchachos que vivían en el edificio "Balaguer", y lo vi llegar.

Así, todas las tardes, el Caballero de París se sentaba en una mesa del Bar-Cafetería "Las Américas". Se ponía a revisar un paquete de papales viejos y a escribir en unas hojas tan toscas como los cartuchos de la época.

A veces yo me separaba del grupo de muchachos y me quedaba observándolo. Aquel hombre sucio y con una melena y barba amelcochada por el tiempo era, más que un posible loco, un misterio para mí.

Cheo y Juan fueron los primeros en informarme que aquel hombre era el Caballero de París y que a pesar de su apariencia feroz era totalmente inofensivo. Un día descubrí que poco antes de que Cheo y Juan cerraran su negocio, le hacían una seña al Caballero, y este, levantándose de su puesto sin perder su porte digno, iba hasta el fondo de la cocina y allí comía arroz y frijoles.

Una tarde me llené de valor y me acerqué al Caballero de París lo suficiente para que se percatara de mí. El Caballero alzó los ojos y me indicó que me sentara en su mesa. Me senté. Comprendí que era un hombre con quien se podía hablar y le conté la historia de mi vida de 11 años, a los cuales habría que restarle entre 4 y 5 años de tinieblas infantiles.

El Caballero de París me escuchó con atención. Cuando me cansé de hablar sacó de algún lugar una estampita religiosa y dijo: "Algún día escribirás libros, no le tengas miedo a la vida".

Ramón Díaz-Marzo es el autor de la novela "Cartas a Leandro", publicada por CubaNet.

Lea fragmentos de la novela.


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