Doble Juego:
Matilde e Isabel
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Tres noches de cada semana toda Cuba prácticamente
sufre por las vicisitudes de la gordita Matilde, uno de los personajes que más
ha sensibilizado a los televidentes de la serie cubana Doble Juego, cuyo éxito
dicen los humoristas ha obligado a Fidel Castro a limitar la duración de
los discursos para no provocar una insurrección general si interfiere la
transmisión del capítulo correspondiente.
Matilde, interpretada por la novel Liety Chaviano, forma junto a su amiga
Isabel, caracterizada por Mónica Alonso, un dúo de particular
denuncia de problemas presentes en la sociedad cubana, especialmente entre la
juventud y los adolescentes. Isabel es una quinceañera de barrio marginal
y madre encarcelada, pero cuyo sentido de la amistad la eleva muy por encima de
sus limitaciones como "joven dama".
Matilde exhibe esa dulzura triste de las gorditas abandonadas por el amor.
Su timidez refleja una adolescencia marcada por el autoritarismo de una madre
incapaz de respetar la identidad de su hija, y de un padre indiferente ante sus
inquietudes.
Isabel casi muere a causa de una golpiza propinada por su madre. Por su
parte, Matilde está a punto de reventar, no por sus libras de más
sino por la tortura de un secreto que sólo conoce su amiga: está
embarazada. Con apenas quince años de edad es una de las alrededor de 20
mil muchachas cubanas que antes de arribar a la veintena pasarán por la
experiencia del aborto o serán madres carentes de preparación para
el reto. Veinte mil cada año, veinte mil cada año.
Doble Juego incorpora a su excelente factura, debida al talento de Rudy Mora
Jr. y su equipo, el tratamiento de otros problemas presentes en la Cuba de hoy.
Pese a la censura por la que debieron pasar guión y realización,
justo apuntar el valor y sinceridad del abordaje, en lo cual destaca la
capacidad de satisfacer una vieja demanda del público televidente isleño:
más matices que esquemáticos blancos y negros.
Lo interesante de Doble Juego, desde un punto de vista digamos sociológico,
radica precisamente en Matilde e Isabel. Una de las virtudes de la telenovela es
haber alcanzado un equilibrio entre trama y subtramas. La primera hace de todos
los personajes un protagonista, en una lograda intención de hacer saber
que la vida de la Cuba de hoy es la única "estrella". Las
segundas interactúan sin interferirse, y todas tocan temas sensibles para
el cubano común. Por lo tanto, motivos existen para pensar en que la
atención del público pudo desviarse de Matilde e Isabel como
principales subtramas.
Esta preferencia puede tener la siguiente hipótesis: Matilde e
Isabel, hasta ahora, son las principales víctimas de disímiles
formas de violencia e intolerancia. Y apunto las principales, porque todos los
personajes sufren algún tipo de coacción y, en una u otra forma,
todos son víctimas y victimarios. De este modo Doble Juego parece escapar
de las originales intenciones de sus creadores, para mostrar a una Cuba violenta
e intolerante que el sabio instinto del público identifica en las
historias de las dos adolescentes amigas. Y, todo un dato es la solidaridad
masiva expresada por toda Cuba hacia Matilde e Isabel.
Poco importa que ciertas concesiones a la censura oficial lastren el guión,
que ciertos desenlaces de tal ventura o desventura parezcan un cuento de hadas.
Lo dicho, en Doble Juego, dicho está.
Aún es incógnita si la serie tendrá el rutinario final
feliz de las telenovelas, aunque Liety Chaviano, la intérprete de
Matilde, declaró a Juventud Rebelde que "El final es una bomba,
nadie se lo espera. Todos creen que va a pasar lo mismo de siempre y será
nuevo. Es muy fuerte, a muchos les va a chocar".
Por lo pronto, ya Doble Juego, aparte de entretener con rara y elevada
dignidad para la televisión cubana, se ha constituido en alerta. Y allá
quien haga sordos oídos.
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