Testimonio de
un día cualquiera
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - La mayor parte de la sociedad cubana
sufre las consecuencias del mal gobierno del Partido Comunista. El testimonio de
un día cualquiera de cualquier cubano es la mejor prueba de las
vicisitudes, las carencias y los maltratos a que está sometida la población.
Mercedes, de 50 años, nos narra cómo le fue el 16 de julio del
presente año.
"Salí para el hospital Hijas de Galicia porque tenía
consulta con el ginecólogo. El turno lo había conseguido a través
de una amiga mía que trabaja en esa instalación del Ministerio de
Salud Pública, ubicada en la barriada de Luyanó, en el municipio
capitalino Diez de Octubre, ese hospital no es el que me corresponde pero pensé
que me sería más fácil si me recomendaban. Sin embargo,
cuando llegué a Hijas de Galicia me enteré que el médico no
había ido a trabajar.
"De allí salí para Mantilla, en el municipio Arroyo
Naranjo, donde vive mi madre. Cuando estaba cerca de su casa, por el entronque
La Palma, donde me bajé de un taxi particular que logré coger en
Luyanó, vino un hombre por detrás de mí y me arrancó
las dos cadenas que llevaba en el cuello. Una era finita, de oro, me la mandó
mi hija que vive en Estados Unidos de América. La otra era de fantasía,
pero tenía un crucifijo que yo quería mucho".
Mercedes dice por qué no fue a la policía para denunciar el
robo con fuerza: "Para qué iba a ir a la policía si el ladrón
se fue corriendo. La estación de policía queda muy lejos y, además,
cuando se trata de investigar un caso la policía nunca resuelve nada. No
vale la pena acudir a las autoridades".
Hace un alto en la entrevista, a la cual accedió "porque hace
tiempo que te conozco y porque tú me dices que es necesario que se sepan
estas cosas". Mercedes se tocó el cuello donde tiene aún las
huellas del robo con fuerza y añadió:
"Después del asalto cogí el camello (camión de
carga adaptado para transportar pasajeros debido a la crisis del transporte)
para regresar a la casa. Venía asfixiándome. Eran como las cinco
de la tarde y el calor era insoportable. El camello estaba repleto. Cuando llegué
al edificio donde vivo y entré en el elevador, se habían defecado
dentro de él, por lo que subí por la escalera hasta el séptimo
piso donde vivo. Cuando iba por el cuarto piso tuve que esquivar un montón
de heces fecales. También se habían defecado allí. Vivimos
rodeados de mierda por todas partes.
"Cuando llegué a mi vivienda abrí las ventanas para
respirar un poco de aire más o menos limpio, hablé un poco con Mirí
(su gato) y me senté un rato en espera de que pusieran el motor que
bombea el agua, para bañarme. Se me ocurrió poner el televisor y
ahí estaba el hombre, o sea Fidel Castro, con una de sus acostumbradas
peroratas. ¡Oye, yo no sé cómo en este país no hay más
suicidios!"
La mujer concluyó la entrevista expresando: "El gobierno dice
que aquí no se tortura a nadie pero, créeme, vivir en Cuba es una
tortura permanente".
Le creo a Mercedes porque yo también resido en Cuba y sé bien
que cada día, cada ciudadano está en batalla contra el conjunto de
adversidades en que ha devenido la vida, a pesar de que los funcionarios
comunistas y su prensa insistan en lo presuntamente bueno que ha resultado para
la sociedad cubana el régimen impuesto por ellos hace más de
cuatro décadas, a pesar de los llamados logros que para bienestar de la
población ellos dicen que conquistan cada día.
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