Vicisitudes
de los viajeros
Miriam Leiva
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Cada amanecer, en este tórrido
verano de Cuba, los potenciales viajeros asemejan un enjambre arremolinado
frente a las oficinas de venta de pasajes para transportarse por ómnibus,
tren o avión, ubicadas en Ciudad La Habana. Buen inicio de las vacaciones
para quienes tienen el propósito de visitar a familiares en las
provincias.
Procuran encauzar las colas que realizan desde hace muchos días, y
cuyos puestos confirman cada tarde según unas libretas que deberían
ayudar a la organización de las mismas.
El Ministerio del Transporte anunció temprano que no se ampliarán
las salidas de los distintos medios durante el período de vacaciones. La
causa principal esgrimida por este ministerio es la escasez de combustible.
Antes el menguado tráfico era usualmente mejorado durante julio y agosto
en un intento de satisfacer las demandas de los muchísimos residentes en
la capital del país que son naturales de otras provincias.
En los últimos años las necesidades se han incrementado
fundamentalmente respecto a la zona oriental de Cuba, pues de ella proceden
personas llegadas a la capital por gestión propia o traídas por
entidades estatales con el fin de desempeñar trabajos rechazados por los
habaneros como los de policía o constructor. A su vez, esto ha
contribuido parcialmente a aliviar el desempleo en esas provincias.
No menos complicada está la transportación en Ciudad La
Habana, con la misma perspectiva de carencia de combustible. En la capital las
paradas de ómnibus y camellos permanecen atestadas de personas. La gente
desea aprovechar sus vacaciones y el receso escolar de los niños para ir
a actividades infantiles, al zoológico, el acuario o la playa pero para
llegar a estos sitios hay muy pocos vehículos: la ruta 69 sólo
tiene dos carros y tres la 79. Y si se rompe alguno de ellos ¡a esperar!
Por suerte, hay conductores y choferes comprensivos que estimulan a los
viajeros a que "den un pasito más y caminen por el pasillo hacia la
puerta", a fin de facilitar la entrada de la mayor cantidad posible de
personas. La verdad es que los conductores, parados en un ínfimo espacio
junto a la puerta de entrada, son verdaderos héroes del transporte.
Existen reglamentos para la capacidad de personas sentadas y de pie en las "guaguas",
pero hasta los inspectores se hacen de la vista gorda para facilitar el traslado
de los sudorosos y agitados ciudadanos que impulsan a los de alante a subir la
escalerilla y a los del medio para que acomoden sus cuerpos a las inclemencias
del espacio.
Lástima que el problema del transporte jamás haya tenido
etapas encomiables en los últimos 43 años. Es increíble,
pero el paso del tiempo ha acostumbrado al cubano a esperar, exacerbado o
paciente. En todo caso, siempre se puede empeorar más.
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