CUBANET .INDEPENDIENTE

25 de julio, 2002


Una mujer en el Escambray (VI. Final)

Héctor Maseda, Grupo Decoro

LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Para Florencio Becquer y Daisy Mairena nada bueno les reservaba el inmediato destino. A los sufrimientos ya experimentados le seguirían otros que pondrían a prueba la voluntad del matrimonio: los interrogatorios y la prisión de él. Los registros y la limitación de libertad de ella y la deportación para ambos en uno de los pueblos cautivos creados por el régimen para concentrar allí a los campesinos del Escambray.

El gobierno cubano comenzó las detenciones masivas de posibles desafectos a su gobierno en las provincias centrales en octubre de 1963, operación que se extendió hasta el 4 de marzo de 1964. En estos operativos de los agentes represivos quedaba involucrado cualquier sospechoso de colaborar con los insurgentes, existieran o no pruebas contra ellos. A Florencio lo detuvieron el 15 de octubre de ese año en el pueblo de Güinía de Miranda, municipio de Fomento. A los pocos días lo llevaron para la comunidad de Pitajones y más tarde fue trasladado a las naves de fibrocemento convertidas en cárceles en el poblado de Condado, donde radicaba el estado mayor de las fuerzas gubernamentales.

"En este sitio -señala Florencio- había más de tres mil detenidos. A mí se me acusaba de ayudar a los insurgentes en el trasiego de armas y municiones. También de ser testigo o participar de los fusilamientos que decían los oficiales realizaron nuestros grupos. La policía política me amenazó. Primero con el paredón. Después con que iría a una penitenciaría por 30 años. Fui sometido a interrogatorios diarios y prolongados. La intención era comprobar mis vínculos con la guerrilla. Un preso, quizás confidente de los militares, me recomendaba que lo confesara todo, pues la Seguridad del Estado conocía al detalle mi historia en las lomas por las declaraciones de otros comprometidos. No seguí su consejo".

Por su parte, Daisy apunta:

"A mi esposo lo capturaron en el trabajo. Yo sufrí prisión domiciliaria por varios meses. Durante ese tiempo los agentes represivos realizaron tres registros. Yo no podía trabajar en ningún sitio. Incluso pedí permiso a los guardias para visitar a mi esposo y me lo negaron".

Al concluir las investigaciones preliminares comenzaría para Florencio un peregrinaje por varias granjas-reclusorios, desconociendo cuánto duraría su arresto. Existían pruebas de su colaboración con el movimiento armado, pero la policía política esperaba obtener de otros detenidos testimonios que lo inculparan con mayor severidad.

"A los 45 días de estar en aquel sitio decidieron enviarme para la granja de Paso Real de San Diego, provincia de Pinar del Río. Pasados unos meses me trasladaron a otra cárcel en la misma región, nombrada Sandino No.3. En estos campamentos-prisiones había más de cinco mil prisioneros políticos. La mayoría éramos de Las Villas y 300 provenían de Matanzas. Trabajábamos doce horas diarias en labores agrícolas o de la construcción. La alimentación era pésima. La atención médica nula y no teníamos medicamentos. Los castigos y golpizas eran frecuentes. Casi al año de estar allí comenzamos a disfrutar de las visitas familiares. Algunos prisioneros tenían derecho a un pase cada 30 días, privilegio que se perdía ante cualquier acto considerado por las autoridades como una indisciplina. Donde yo me encontraba prisionero se albergaban alrededor de dos mil personas. En 1965, no recuerdo el mes, se produjo la evasión exitosa de un preso. Pertenecía a los grupos de Matanzas. El hecho ocurrió durante un día de visita. Se cambió de ropas y se fugó cuando concluyó el encuentro familiar. Que yo sepa nunca pudieron recapturarlo. Meses después pasé a otra granja en Corralillo (Villaclara), y al cabo de un año me liberaron. Las pruebas que buscó la Seguridad del Estado para complicarme nunca llegaron a conseguirlas. Eso fue en septiembre de 1966".

Luego vendrían las visitas periódicas de los uniformados. Las amenazas, citaciones, controles y, por último, el destierro hacia los pueblos cautivos.

"A nosotros -refiere Florencio- nos trasladaron para el pueblo Ramón López Peña, en la provincia más occidental de Cuba. La mudada fue terrible. Pasamos hambre y frío. El tren en que viajamos era una especie de jaula móvil custodiada por militares armados hasta los dientes. Yo no quiero acordarme del día en que llegué con mi hija a ese lugar. Sólo existían los edificios. Sin calles ni aceras. Separados de los pueblos más próximos por decenas de kilómetros. No había escuelas, postas médicas, áreas verdes. Un terraplén de entrada-salida al pueblo. Aquello era peor que las grandes estepas rusas".

Florencio y Daisy aún viven allí -y han transcurrido 27 años- en calidad de rehenes políticos. Actualmente él es miembro de la organización opositora "Ex Presos Cautivos". Ambos militan en la no autorizada "Confederación de Trabajadores Democráticos de Cuba".

Concluyo mi trabajo periodístico. Al salir del apartamento, muy humilde, Daisy me tomó de la mano, y me dijo:

"No se olvide de decirle al mundo que nosotros, los colaboradores del movimiento guerrillero anticastrista en el Escambray, fuimos derrotados momentáneamente, pero jamás dominados por ellos".


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