CUBANET .INDEPENDIENTE

24 de julio, 2002


Evaluando el alcoholismo (I)

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Distintos reportes de la prensa oficiosa, de la opositora y declaraciones de entidades como la Iglesia Católica han estado llamando la atención sobre la existencia en Cuba de elevados índices de alcoholismo, que de acuerdo con esas fuentes se han convertido en una de las principales causas de accidentes de tráfico, violencia general, contra la mujer y los niños, y en el ámbito doméstico. Por supuesto, cada quien arrimando brasas a sardinas a favor de tales o más cuales intereses políticos.

No cabe dudas de la existencia del problema. Su reconocimiento abunda. Pero al mismo tiempo, y en primer lugar por responsabilidad del gobierno de Fidel Castro, se carece de una evaluación de conjunto que dé a la opinión pública un real conocimiento sobre la extensión y profundidad alcanzada por el alcoholismo, razón por la cual parece aconsejable el ejercicio de la duda metódica, respecto de cómo se está presentando el estado actual de dicha enfermedad.

Beben los hombres desde la noche de los tiempos en mayor o menor medida, según sus patrones culturales. El caso de los cubanos puede afirmarse que ha sido el del bebedor social típico. Federica Bremer, notable cronista de la vida de Cuba anterior al siglo XX, escribió sobre el orgullo de los criollos de entonces por su hábito de ingerir alcohol sin llegar a emborracharse, al tiempo que expresaban desprecio ante las manifestaciones de embriaguez.

Esa manera de consumir alcohol parece la distintiva de los cubanos aún hoy, por lo cual debería ser el punto de partida para intentar una evaluación del alcoholismo en sus presuntos excesos, sobre los que vale preguntarse si no fueron inducidos por culturas ajenas a la de Cuba, como son las eslavas, muy particularmente la de la extinta URSS.

Alguno que otro, con triste ironía, ha llegado a decir que los rusos se llevaron la base de Lourdes, pero dejaron una huella alcohólica aún perdurable, aunque muy parciales datos indican un retorno del cubano a su patrón histórico de consumo de alcohol, lo cual ya iría avisando que alrededor de los enfoques sobre ingestión excesiva se percibe un tufo a manipulación.

Cifras oficiales informan que el período de mayor cercanía política y económica a la extinta URSS parece haber sido el de mayor consumo de alcohol en Cuba. Si entre 1962 y 1975 las ventas de bebidas alcohólicas, cervezas incluidas, representaron muy establemente el 26 por ciento de todas las realizadas en los establecimientos de la llamada alimentación pública (restaurantes, cafeterías, bares, clubes nocturnos...) ya a partir de ese año anterior a la proclamación de un texto constitucional subrayador de la "eterna amistad con la Unión Soviética" se produjo una constante elevación del peso del alcohol en la estructura de esas ventas, hasta ser el 36.7 por ciento del total en 1990, y el 36.8 por ciento aún en 1995.

Los escenarios económicos y sociales isleños posteriores a 1995, signados por un retorno a valores de identidad nacional en condiciones de mayor pero insuficiente apertura, se acompañaron por una reducción general de ese consumo. Al filo de 2000 la participación de las bebidas alcohólicas en las ventas totales de la alimentación pública fue de 27 por ciento, ya muy cercano al 26 presuntamente aceptable como patrón histórico.

CUADRO 1: Ventas en la Alimentación Pública (millones de pesos)

Año

Ventas totales

Bebidas Alcohólicas

Por ciento del Total

1962

99.2

25.8

26.0

1975

1501.7

390.7

26.0

1990

2995.1

1099.2

36.7

1995

3838.4

1414.7

36.8

1999

6817.0

1912.6

28.0

2000

7368.8

1992.2

27.0

FUENTES: Anuario Estadístico de Cuba 1986, 1999 y 2000

Aunque lo parcial de los datos no invita a conclusiones definitivas, por lo menos ofrecen un interesante indicio del estado actual del alcoholismo, y una evidencia de en cuál medida "aquellos polvos trajeron estos lodos".

Este periodista no ha podido encontrar en fuentes oficiales públicas un análisis sobre la "huella soviética" demostrativa de que, a lo largo del gobierno de Fidel Castro, hubo momentos de mayor alcoholismo que los de hoy. ¡Y qué momentos! Por otro lado, no debe obviarse que si a partir de 1995 Cuba tomó conciencia del mal y comenzó a combatirlo, ése es también un motivo para la reducción del consumo de bebidas alcohólicas.

Sin embargo, ojo alerta: a nivel nacional se presenta una disminución que permite estimar el problema como de magnitud inferior a la mostrada por percepciones más subjetivas, o incluso manipuladas a favor de intereses políticos, pero una mirada más cuidadosa sí observa la diversidad de la borrachera. El vínculo entre alcoholismo y cercanía política y económica a la extinta URSS apareció como primera sorpresa. Habrá otras.


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