CUBANET .INDEPENDIENTE

22 de julio, 2002


Cartas a Rosa (Tercera y última)

Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro

LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Rosa, naútica: Desde que empezó el mes de julio hay un rebumbio en las costas cubanas, que, ¡para qué contarte! No pasa un dichoso día sin que la gente espere que la salvación les salga del mar. Somos una isla rodeada de quimeras. Unos sueñan con que arribará de repente una cigarreta (así le llaman a las lanchas rápidas) y los trasladará al paraíso. Otros creen que, de un momento a otro, aparecerán en el horizonte barcos luminosos que los esperarán para llevarlos a la tierra que nadie les ha prometido, pero en la que ven el único jauja posible. Los más imaginan que, como le ocurrió a Moisés y su pueblo cuando huían de Ramsés, el mar se abrirá en un amplio sendero hasta la Florida, y al fin dejarán atrás la esclavitud. Si pudieran, como Cristo, caminar sobre las aguas, habría que poner señales de tránsito a lo largo de todo el Estrecho o los accidentes serían catastróficos.

Como tú sabes, esto es típico de los veranos. Ya a finales de mayo el mar se tranquiliza, en junio y julio se vuelve "un plato", como le llaman acá a esas costas apacibles, sin mucho oleaje y de un azul lleno de matices. Pero no es sólo por la serenidad del mar que la gente sueña con la partida. En verano el pueblo toma sus vacaciones. Y un año tras otro se dan cuenta de que han trabajado para nada. No pueden ir a ningún lado. Sus caminos están clausurados. Las instalaciones turísticas y los mejores balnearios son "only for strangers". A ellos les queda el "campismo popular": cabañas rústicas, catres con chinches, baños colectivos, alguna latica de troncho, y lo demás llevarlo de la casa, como si en la casa hubiera para llevar al campismo. Se ven frente a un mar que los encierra y se dan cuenta que la insularidad geográfica los oprime tanto como la insularidad política que padece la nación. Y es cuando les da por soñar con un viaje, aunque sea el último, y sin retorno.

Este verano, sin embargo, se ha caracterizado por un detalle muy sobresaliente. El ministerio del interior ha mandado a las costas una enorme cantidad de policías. Y no precisamente para cuidar el orden público en los lugares de mayor aglomeración, sino para intimidar a los soñadores que anhelan una lancha, un barco, un milagro. Hablando con algunos bañistas en las costas de Alamar he sabido que la mayoría no va a disfrutar del sol, el mar, sino a esperar con ansiedad la oportunidad de evadirse. Eso me hace pensar que el sentimiento más fuerte que ha generado el castrismo dentro de la población cubana es el de la furtividad. La escasez de libertad provoca que el pueblo lo haga todo a escondidas, enmascaradamente. Se ha ido perdiendo la autenticidad. Es como si en cada ciudadano vivieran dos personas al mismo tiempo. No hay manera de saber, a ciencia cierta, cómo piensa la gente en Cuba. Por un lado van y firman las modificaciones de la Constitución y, por el otro, se aprestan para escaparse del país. Hay algunos que, con la seguridad más grande del mundo, me han dicho: "¿Tú ves a todos esos policías que están vigilando?, si llega un barco, verás la cantidad de uniformes que se podrán recoger en la costa, aquí nadie quiere quedarse cuando aparece la posibilidad".

Es realmente descorazonador percatarse de que un pueblo entero quiere abandonar su país. He reflexionado sin descanso en las raíces sociales de tal fenómeno y no he podido más que llegar a una conclusión muy simple. Un pueblo sin patrimonio, quiero decir sin una mínima propiedad, ya sea una modesta casa, un automóvil, una pequeña empresa que lo haga autosuficiente y lo libere de la tutela estatal que rige su vida toda (desde la educación de sus hijos hasta su filiación política o religiosa) es un pueblo sin patria, nada le pertenece, nada tiene que conservar, que defender; y lo peor, nada que esperar. Así, le da lo mismo vivir en Burundi que en Cuba. Total, en Burundi, a lo mejor, puede establecer un negocito de chicharrones de viento y alcanzar la prosperidad que aquí le está negada.

Ojalá este verano no nos traiga otra emigración masiva como la de agosto de 1994. La familia cubana está ya excesivamente dividida y se ha llorado demasiado por los muertos que ha cobrado ese mar apacible y de azules bellísimos con que nos premia el estío tropical. Tú, mi buena Rosa náutica, que también tuviste que cruzar el mar, y que gracias a tu buena brújula o estrella, puedes orientar a los perdidos, reza y lucha porque algún día nuestro pueblo no tenga otra vez que lanzarse al mar.

Un abrazo.


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