CUBANET .INDEPENDIENTE

22 de julio, 2002


Suicidios a la cubana

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - No sólo las tendencias del homicidio en la Cuba de Fidel Castro están revelando una relación inversamente proporcional entre la ocurrencia de ese crimen violento y el índice de desarrollo humano a nivel nacional y territorial. También esta forma de violencia que es el suicidio se comporta de manera similar, para así ofrecer pistas sobre hasta cuánto la política económica del gobierno de Castro puede estar estimulando dichas manifestaciones.

En mi anterior artículo "Cuba: acercarse al homicidio", los pocos datos oficiales disponibles presentaron al homicidio como muy relacionado con la situación económica y social de cada territorio del país, al tiempo que brindaron la oportunidad de fundar una sospecha sobre un estado de manifestaciones de violencia general, contra la mujer y los niños, y en el ámbito doméstico, que harían de ese delito la cima de un iceberg. Estadísticas y observación callejera pueden ser buen complemento. Este periodista nunca olvidará el habanero Día de las Madres de 2000, en que fue testigo de siete episodios de violencia contra la mujer, algunos en presencia de sus hijos.

El suicidio a la cubana, como manifestación de un existir violento, se comporta de manera similar al homicidio, de seguir a las cifras oficiales.

Si en 1970 su tasa bruta por cien mil habitantes fue de 11.8, ésta se elevó a 21.7 en 1981 y 1993, para luego disminuir a 16.4 en el 2000. Llama la atención, como en los homicidios, que aún al cierre de ese último año se mantuvo esa tasa por encima de la de 1970, razón para pensar que ni el modelo económico derivado de la alianza con la extinta URSS, ni el numantino "resistir" de los primeros y terribles años del llamado período especial contribuyeron a la reducción de los suicidios ni de los homicidios. Más bien fue la apertura muy parcial derivada de la despenalización de la tenencia de divisas, y otras medidas, la que parece haber logrado la disminución de tales hechos al elevar las expectativas de la población. Por ello, cabe afirmar que si la apertura no continúa (como está ocurriendo) debe esperarse una reversión de la tendencia a la reducción en unos y otros.

Según los datos disponibles para el 2000, el suicidio calificó como la séptima causa de muerte en Cuba. Los hombres se suicidaron 2.4 veces más que las mujeres, y la ocurrencia territorial repitió el patrón de los homicidios al encontrarse las mayores tasas en las provincias orientales (las de menor desarrollo), las cuales promediaron una tasa bruta por cien mil habitantes de 19.1, casi tres puntos por encima de la nacional.

Por su parte, la capital de Cuba fue la provincia de menor índice de suicidios (12.5 por cada cien mil habitantes), casi cuatro enteros por debajo de la tasa nacional de 2000 y sólo ligeramente mayor a la reportada en 1970 para toda la nación.

No sólo estas estadísticas confirman la relación inversamente proporcional detectable entre suicidios y oportunidades individuales, significadas por un mayor desarrollo en un territorio dado, sino que además la mayor urbanización (y por tanto más expectativas) refleja un menor índice de autoviolencia.

Así, los municipios con más de 75 por ciento de población urbana tuvieron en el 2000 una tasa de 11.5; los de entre 50 y 75 por ciento de población urbanizada llegaron a 14.8, y los de menos de 50 por ciento de ese tipo de habitantes alcanzaron 18.3.

Curioso, en verdad curioso, que la "bucólica" vida campestre cubana induzca al suicidio más que el agitado vivir de las urbes isleñas, más o menos estremecidas por la mayor presencia del dólar.

El suicidio a la cubana, así, se une al homicidio como un interesante testigo de cargo en el caso de las demandas de apertura económica contra las políticas gubernamentales de cierre en materia de economía, restrictivas de la iniciativa individual hasta en términos inconstitucionales, a la vez que confirma la existencia de una oculta violencia, por cuyos caminos empedrados de dolor sí se llega al infierno. Guste a quien guste, pese a quien pese.

FUENTES: Dirección de Estadísticas del Ministerio de Salud Pública.


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