Suicidios a
la cubana
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - No sólo las tendencias del
homicidio en la Cuba de Fidel Castro están revelando una relación
inversamente proporcional entre la ocurrencia de ese crimen violento y el índice
de desarrollo humano a nivel nacional y territorial. También esta forma
de violencia que es el suicidio se comporta de manera similar, para así
ofrecer pistas sobre hasta cuánto la política económica del
gobierno de Castro puede estar estimulando dichas manifestaciones.
En mi anterior artículo "Cuba: acercarse al
homicidio", los pocos datos oficiales disponibles presentaron al
homicidio como muy relacionado con la situación económica y social
de cada territorio del país, al tiempo que brindaron la oportunidad de
fundar una sospecha sobre un estado de manifestaciones de violencia general,
contra la mujer y los niños, y en el ámbito doméstico, que
harían de ese delito la cima de un iceberg. Estadísticas y
observación callejera pueden ser buen complemento. Este periodista nunca
olvidará el habanero Día de las Madres de 2000, en que fue testigo
de siete episodios de violencia contra la mujer, algunos en presencia de sus
hijos.
El suicidio a la cubana, como manifestación de un existir violento,
se comporta de manera similar al homicidio, de seguir a las cifras oficiales.
Si en 1970 su tasa bruta por cien mil habitantes fue de 11.8, ésta se
elevó a 21.7 en 1981 y 1993, para luego disminuir a 16.4 en el 2000.
Llama la atención, como en los homicidios, que aún al cierre de
ese último año se mantuvo esa tasa por encima de la de 1970, razón
para pensar que ni el modelo económico derivado de la alianza con la
extinta URSS, ni el numantino "resistir" de los primeros y terribles años
del llamado período especial contribuyeron a la reducción de los
suicidios ni de los homicidios. Más bien fue la apertura muy parcial
derivada de la despenalización de la tenencia de divisas, y otras
medidas, la que parece haber logrado la disminución de tales hechos al
elevar las expectativas de la población. Por ello, cabe afirmar que si la
apertura no continúa (como está ocurriendo) debe esperarse una
reversión de la tendencia a la reducción en unos y otros.
Según los datos disponibles para el 2000, el suicidio calificó
como la séptima causa de muerte en Cuba. Los hombres se suicidaron 2.4
veces más que las mujeres, y la ocurrencia territorial repitió el
patrón de los homicidios al encontrarse las mayores tasas en las
provincias orientales (las de menor desarrollo), las cuales promediaron una tasa
bruta por cien mil habitantes de 19.1, casi tres puntos por encima de la
nacional.
Por su parte, la capital de Cuba fue la provincia de menor índice de
suicidios (12.5 por cada cien mil habitantes), casi cuatro enteros por debajo de
la tasa nacional de 2000 y sólo ligeramente mayor a la reportada en 1970
para toda la nación.
No sólo estas estadísticas confirman la relación
inversamente proporcional detectable entre suicidios y oportunidades
individuales, significadas por un mayor desarrollo en un territorio dado, sino
que además la mayor urbanización (y por tanto más
expectativas) refleja un menor índice de autoviolencia.
Así, los municipios con más de 75 por ciento de población
urbana tuvieron en el 2000 una tasa de 11.5; los de entre 50 y 75 por ciento de
población urbanizada llegaron a 14.8, y los de menos de 50 por ciento de
ese tipo de habitantes alcanzaron 18.3.
Curioso, en verdad curioso, que la "bucólica" vida
campestre cubana induzca al suicidio más que el agitado vivir de las
urbes isleñas, más o menos estremecidas por la mayor presencia del
dólar.
El suicidio a la cubana, así, se une al homicidio como un interesante
testigo de cargo en el caso de las demandas de apertura económica contra
las políticas gubernamentales de cierre en materia de economía,
restrictivas de la iniciativa individual hasta en términos
inconstitucionales, a la vez que confirma la existencia de una oculta violencia,
por cuyos caminos empedrados de dolor sí se llega al infierno. Guste a
quien guste, pese a quien pese.
FUENTES: Dirección de Estadísticas del Ministerio de Salud
Pública.
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