La
delincuencia en Cuba
Miriam Leiva
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - La delincuencia en Cuba es difícil
de cuantificar porque el gobierno no ofrece datos al respecto. Tampoco en los
periódicos aparecen los hechos delictivos cotidianos. Sólo se
publican ocasionalmente cuando la Policía Nacional Revolucionaria (PNR)
descubre redes que han efectuado grandes robos. Sin embargo, en los programas
televisivos Día y Noche (que salen al aire ocasionalmente) se resaltan
los logros de la PNR.
Pero el cubano común cuenta diariamente sus experiencias sobre
asaltos, robos y carterismos sufridos. Entre las más frecuentes acciones
criminales se encuentra el desgarramiento de cuellos por cadenas de oros
arrebatadas a sus dueños, prendas que ingenuas mujeres todavía
usan en su afán de lucir más hermosas o de llevar sobre sí
la medalla del santo de su devoción. Muchas de estas personas han
terminado en hospitales con caderas, clavículas y otros huesos
fracturados, o con graves heridas, principalmente porque caen al suelo durante
el forcejeo con el ladrón.
Otra modalidad de delito es el engaño, muy extendido en derredor de
las Casa de Cambio de divisas sobre todo cuando interrumpen el servicio de
electricidad (llamado "apagón" en Cuba) y estos
establecimientos cierran. El modo de operar es el siguiente: hay mujeres que
insistentemente solicitan cambiar dólares por pesos para resolver una
necesidad urgente y su apariencia de inocencia siempre causa que algún
ingenuo en vez de cambiar en el establecimiento estatal acceda a hacer la
transacción con ellas. Cuando esto sucede, por lo regular aparece el
presunto esposo de la mujer para confirmar la justeza de la operación y
ahí, precisamente, se pierde todo porque le arrebatan el dinero a quien
sea y salen raudos en bicicleta o corriendo entre los transeúntes. La
pericia de estos delincuentes es impresionante.
El robo de bicicletas es tan habitual que apenas resulta relevante. No
importa que estos aparatos se aten con cadenas y candados a una cerca de hierro
o se dejen en locales destinados a su cuidado previo pago, los delincuentes
tienen mejores instrumentos y mañas que Houdini.
Se dice que los carteristas trabajan en equipo en los ómnibus y en
los camellos: gigantes camiones habilitados para el transporte público en
Ciudad La Habana, con capacidad para más de 250 pasajeros hacinados. En
estos monstruos rodantes se pierde el sentido de individualidad para formar
parte de otros cuerpos sudorosos, atormentados, por lo que las condiciones son óptimas
para los carteristas aunque no se trate de Rafles, el ladrón de las manos
de seda.
A diario se conoce en la cuadra que una casa fue robada y se llevaron los
pocos objetos valiosos que el morador del inmueble poseía. No tiene que
estar vacía la vivienda, incluso roban si se encuentra la familia
durmiendo, la que al despertar recibe la colapsante sorpresa. ¿Cómo
explicarse no haber escuchado nada? A veces alguien se siente dichoso de que así
haya sido pues en la probable trifulca con el ladrón hasta la vida se
podría perder como le ha sucedido a ancianos que vivían solos.
Quien ose dejar colgada alguna pieza de ropa en un balcón o patio
puede estar seguro de que las posibilidades de perderla son inmensas, incluso en
pleno día. Siempre alguna vecina se pregunta si el delincuente tenía
cualidades de felino, porque no se explica cómo hasta las bicicletas son
sacadas de balcones en pisos altos.
No por gusto han proliferado las rejas de hierro en ventanas, puertas y
patios pero a veces ni eso detiene a los ladrones, porque han sido abiertas
mediante el uso de complejos instrumentos para separar los barrotes.
Por tanto, quienes tienen mayor poder adquisitivo recurren a las alarmas
colocadas por toda la casa. Es una pena que sólo una minoría
alcance ese lujo.
Los ejemplos pueden ser muchísimos, lamentablemente, y de más
envergadura como robos en tiendas, almacenes y fábricas para la venta de
las sustracciones en el mercado negro, con redes de distribución y
comercialización, según se ha podido confirmar.
En realidad, las causas de la criminalidad (evidentemente en crecimiento)
tienen una explicación tradicional: a medida que se han agudizado las
dificultades económicas se ha incrementado el delito. El desconcierto del
agredido no asimila fácilmente esta explicación pero, si no se
eleva el poder adquisitivo de la población, más cubanos caerán
en esta nefasta degradación: unos pararán en la cárcel,
otros quedarán impunes y continuará el círculo vicioso. Difícilmente
se reivindica la persona que ha caído en tan degradantes prácticas.
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