Las piedras
rodando se encuentran
Tania Díaz Castro
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - La otra noche, después del
noticiero de Radio Martí escuché que formaba parte de su equipo de
trabajo el señor Bernardo Viera. De inmediato, agradables recuerdos
invadieron mi mente. Presentí que se trataba del mismo periodista de la
revista Bohemia que había conocido en Cuba cuarenta años atrás
gracias a nuestro amigo y gran poeta Francisco Riverón Hernández.
Vierita, como le decían sus íntimos, no sólo se
convirtió en un personaje inolvidable de mi juventud por su carisma,
inteligencia y gracia criolla, sino porque en los medios de prensa habaneros se
comentó durante años la razón por la que lo despidieron de
su centro laboral.
Todavía guardo, pegada a la página principal del libro de
Riverón "El huésped de la voz" una caricatura hecha por
Vierita, inspirada en el poeta cuando éste suspiraba de amores platónicos
por la mujer más bella de Camajuaní y nieta de Leoncio Vidal,
general de la Guerra de Independencia.
Más de una vez escuché de labios de mis colegas de Bohemia lo
sucedido a Vierita con un reportaje que había escrito en un viaje que
realizó a Moscú a petición de Miguel Angel Quevedo,
director de la revista. El reportaje, compuesto de varias páginas con
numerosas fotografías hechas por el autor, reflejaba fielmente las
condiciones de vida de los moscovitas: ancianas vendiendo artículos en
bolsa negra en la vía pública, testimonios de personas mostrando
inconformidad con el socialismo y, sobre todo, el escrito pronosticaba el
desplome de un sistema que el régimen castrista imponía como
modelo a Cuba.
El reportaje de Vierita fue muy mal visto por el gobierno de Fidel Castro y,
según pude escuchar, se vio obligado a viajar apresuradamente hacia
Venezuela, donde pidió asilo político.
Mientras, era de todos conocido la falta de libertad de expresión y
de prensa que cada día se acentuaba en la isla, incluso en la propia
revista Bohemia, donde por los años treinta habían aparecido
editoriales criticando severamente al gobierno dictatorial de Gerardo Machado y
sus métodos, mientras que en la década del cincuenta Miguel Angel
Quevedo ofreció un gran respaldo a Fidel Castro y a su movimiento
insurreccional, en plena dictadura de Fulgencio Batista.
Es por esta razón que a principio de 1960 Quevedo se ve forzado a
abandonar el país. Como Vierita, vivió en el destierro largos años
contemplando desde lejos cómo la revista, que casi desde la instauración
de la república había hecho gala de ser libre, se transformaba en
un órgano de prensa dirigido y controlado por el único partido
existente en Cuba.
La otra noche, cuando escuché el nombre de Bernardo Viera en la
radio, me sentí complacida al andar caminos junto a personas como él:
ejemplo de honestidad. Él, como nosotros, fue víctima porque es
demasiado el amor que se siente por la libertad.
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