Con esos
truenos... ¿Quién duerme?
Fara Armenteros, UPECI
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Los actos de repudio organizados por
las autoridades cubanas en 1980 para castigar a los miles de cubanos que
decidieron abandonar el país por el puerto de Mariel no han dejado de
producirse como instrumento de coacción de los cuerpos represivos.
En la década del noventa me encontré con una mujer que estuvo
a punto de matar a una vecina porque ésta se asiló con su familia
en la embajada de Perú. Trató de golpearla en la cabeza con un
tubo de hierro. Le pregunté por qué lo hizo y me respondió:
para no señalarme.
- ¿Y para no señalarte hubieras vivido con un asesinato sobre tu
conciencia?
Ahora su respuesta fue el silencio, más elocuente que miles de
palabras. Pero muchos de aquellos "actos de repudio" concluyeron en
tragedia.
Los niños, que constituyen el elemento más delicado y puro de
la sociedad no faltaron en estos actos donde se exaltaba y practicaba la
violencia. Vi a niños de quinto grado vestidos de uniforme guiados por el
profesor gritando injurias y groserías ante la vivienda de otro maestro
de la escuela que decidió emigrar a los Estados Unidos.
"Esto ocurría todos los días, por la mañana y por
la tarde -me confesó una vecina del lugar que también presenciaba
estas escenas sacadas de un cuento de horror. A pocos metros de mi casa alumnos
de un tecnológico fueron llevados en un ómnibus escolar para que
gritaran a una profesora de su centro. Las obscenidades que decían por
los altoparlantes se escuchaban a cinco cuadras a la redonda".
El repudio a Gelis González Monteagudo se produjo cuando se incorporó
a su centro de estudios después de pasar varios días en la ciudad
de Guantánamo con su padre, que reside fuera del país y vino a
visitarla. La increparon por ausentarse de las aulas para encontrarse con un apátrida.
Mientras mirábamos a aquellos niños de enseñanza
primaria ofender y humillar a un semejante con sus gritos, pensamos que tiene
vigencia en nuestro país el pensamiento de José de la Luz y
Caballero: "Instruir puede cualquiera. Educar sólo quien sea un
evangelio vivo".
Con estos truenos... ¿quién duerme?
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