Fígaro,
fígaro, fígaro...
Ernesto Roque, Grupo Decoro
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - En Centro Habana, exactamente en la
intersección de las calles Galiano y Zanja, está ubicada la barbería
Confort en cuya edificación aún permanece el anuncio lumínico
de brillantes colores, clásico de este tipo de establecimiento comercial,
como para recordarle a los capitalinos aquella época en que la principal
ciudad de Cuba resplandecía de punta a punta.
De la barbería con servicio eficiente que fue el Confort sólo
queda el nombre. Al pararme frente a la recepcionista, me preguntó: "¿Qué
número?" Casi le digo que no sabía el número ganador
de la lotería ilegal porque mi vecina Goyita no se lo comunicó a
la gente del barrio, pero opté por preguntarle qué me preguntaba.
Me explicó que se refería al número del sillón del
barbero que yo deseaba que me cortara el cabello. Le contesté que el tres
y le extendí un billete de cinco pesos.
Cuando llegué frente al "fígaro", como llaman
popularmente a los barberos en Cuba, inquirí cuántos turnos tenía
por delante. Él me informó que siete. Calculé el tiempo que
podía demorar y concluí que no podía esperar tanto, por lo
que le devolví el cartón con el número tres a la
recepcionista pidiéndole que me diera un turno para otro barbero.
A los veinte minutos ya daba vueltas sobre uno de los sillones del Confort y
me dediqué a examinar el local. El piso sucio, las paredes no se pintan
hace años, el vestuario de los barberos es disímil: los había
con batas blancas de médico y verdes de cirujano, mientras otros tenían
camisetas que anunciaban pasta dentífrica u otros productos. Todo menos
uniformidad. Pero en un letrero dentro del recinto, exhortando a los empleados,
se lee: "De su apariencia personal dependerán los clientes".
En esta barbería como en las demás en la isla se habla de béisbol,
de boxeo, de política, de salidas ilegales del país, de cuanto
asunto actual o pasado se le ocurra a los fígaros o a sus clientes.
El barbero que me cortó el cabello, cuyo nombre se omite para
evitarle situaciones desagradables con los funcionarios de la empresa a cargo de
esta actividad, en la medida que dejaba menos pelos sobre mi cabeza, respondió
las preguntas que le hice entre tijerazo y tijerazo. Por supuesto, le advertí
que era un periodista independiente y que la información que me
propiciara iba a salir publicada en www.cubanet.org. Aceptó.
"Nosotros ganamos hasta 350 pesos al mes, pero no alcanzan para nada
porque para hacerse de una buena clientela y dar un servicio aceptable tenemos
que comprar con nuestro dinero el talco, las tijeras, los peines, algún
agua de colonia... La administración no da nada, ni siquiera cuando te
gradúas. Hasta afilar las tijeras tenemos que pagarlo nosotros"
-reveló el barbero.
"La administración -añadió- exige mucho pero no sólo
no da nada sino que además hay que pagarle su 'mascada' (parte del dinero
de las propinas) para estar a buena con los funcionarios. ¿Usted me
entiende?"
¿Cuanto gana de propina en el día?
"Unos 60 ó 70 pesos, pero para ello tenemos que hacer servicios
por fuera o colar a alguna persona entre turno y turno" -precisó.
El Confort tiene 15 sillones de barbero pero sólo cortan el cabello.
No ofrecen servicio de afeitado, lavado de cabeza, limpieza de cutis, masajes
faciales ni otros tratamientos propios de la profesión porque los
empleados no disponen de los productos y equipos para ello.
"Si esto fuera de nosotros -afirma el barbero- en vez de ser del
Estado, las cosas cambiarían".
Terminado el corte de cabello, el fígaro me expresó: "Admiro
a los periodistas independientes porque dicen la verdad sobre lo que pasa en
Cuba. ¿Quieres que te dé un toque en la barba?"
Le contesté que sí, que me arreglara la barba. Después,
le di un billete de diez pesos como propina al tiempo que le recomendé: "Reúne
para cuando este local pueda ser tuyo".
Él ripostó: "De cualquier manera, cuando se vaya a pelar
nuevamente, pase siempre por aquí. Desde ahora lo estoy esperando".
"Hasta pronto entonces" -dije mientras me alejaba de la nada
confortable barbería Confort.
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