Belkis Cuza Male /
El Nuevo Herald,
julio 12, 2002.
Mucho había oído hablar de ''Benigno'', uno de los tres
sobrevivientes de las guerrillas del ''Che'' Guevara en Bolivia y hoy un exilado
más en París. Pero hay épocas en que prefiero salirme de la
energía circular y opresiva del tema de la revolución cubana y
olvidarme (por un segundo) de lo vivido y padecido.
Hasta que un sábado al mediodía aparecieron por casa los
doctores Eloy y Nilda González con el famoso libro Memorias de un soldado
cubano. Vida y muerte de la revolución, y de no ser por ellos nunca me
hubiese animado a leerlo. Hoy se lo agradezco doble, pues considero que su
lectura no sólo ilumina esa otra cara de la historia a la que no tenemos
acceso los que no fuimos sus protagonistas, sino que devela en toda su magnitud
la naturaleza monstruosa de una tiranía sui generis, y en especial, la de
Fidel Castro, quien a nombre de una utopía y una justicia social que
nadie le había pedido, subió al poder para manipular y asesinar no
sólo a su pueblo, sino para crear focos internacionales de terrorismo.
Hemos sufrido tanto los cubanos a causa de ese engendro de revolución,
que las ''aventuras y desventuras'' de este soldado cubano, un campesino
analfabeto a quien su voluntad de superación lo convierte en un hombre
culto, de no ser por la honestidad con que a simple vista cuenta su historia y
la de muchos de sus compañeros sería imposible entenderlo, y mucho
menos perdonarlo.
Pero Benigno (su verdadero nombre es Dariel Alarcón Ramírez)
se convierte una y otra vez a los ojos del lector en una especie de
sobreviviente milagroso de peligrosísimas aventuras de las que de no ser
por sabrá Dios qué propósito divino le hubiera sido
imposible escapar con vida.
Reconozco que no es un libro para todo el mundo. No es un libro, por
ejemplo, para los que no quieran entender las experiencias ajenas, ni estén
dispuestos a oír confesiones terribles de un cubano ex castrista y
guerrillero. Pero, en cambio, resulta lectura obligada para los interesados en
escudriñar la verdad y el alma humana. Creo que el libro de Benigno está
lleno de esa humanidad (es decir, de esa debilidad humana) y que su participación
en la historia cubana de las últimas décadas convierte todo lo que
dice en material de primera.
No somos Dios para juzgarlo, pero agradezco que un hombre como él,
que vivió creyendo en Fidel Castro, que tuvo altas responsabilidades en
las esferas del gobierno, y entregó su existencia a esa revolución,
decida abrir su corazón y contarnos con detalles relevantes qué
pensaba entonces, por qué hizo tal o cual cosa y cómo pudo
convertirse en esa especie de James Bond revolucionario, capaz de infiltrarse
donde le ordenasen, y hasta someterse a cirugía plástica para
cambiar su identidad. Y cómo luego de toda esa militancia activa decide
escapar y contar su experiencia y reconocer el engaño en que vivió.
El libro deja al lector con la impresión de que existen dos planos de
la realidad cubana: el que vive el pueblo común y corriente, víctima
de la revolución, ajeno a los trasiegos de Fidel Castro, y el de la gente
como Benigno, a quienes las circunstancias meten de cabeza en la historia para
convertirlos en héroes o mártires. Pero él, al cabo de los
años, y tras conseguir asilarse en París junto a su mujer e hijo,
no es ninguna de las dos cosas a los ojos de Fidel Castro y la gente del
Ministerio del Interior. Al margen hoy del mundo que lo forjó, Benigno se
permite la reflexión y el mea culpa. Y tiene derecho a ellos.
La labor de edición de Elizabeth Burgos es extraordinaria y su prólogo,
esclarecedor y lúcido. ¿Quién mejor que esta notable
escritora, tan cercana al tema de Bolivia y Cuba, para darle coherencia a la
''voz'' de Benigno, esa voz que parecería surgida de una irrealidad de
pesadilla? La pesadilla nuestra, la insospechada por los que todavía
defienden a ese loco y anacrónico personaje que se cree el Napoleón
del Caribe.
Algo que aprecio del autor de Memorias de un soldado cubano. Vida y muerte
de la revolución es su compromiso con la verdad, su visión de
entonces y ahora de los hechos, ni edulcorada, ni tergiversada tras su deserción.
Porque Benigno no se traiciona a sí mismo, cosa difícil de lograr
en este mundo de hoy tan polarizado políticamente, y donde muchos la
piensan dos veces antes de dar sus opiniones. O se olvidan de lo que un día
pensaban y decían mientras apoyaban a la revolución. O prefieren
callar la verdad. En edad de retiro, con un pasado como el suyo, no resulta fácil
tomar la decisión de tirarlo todo por la borda y reconocer que se equivocó
una y mil veces.
El Benigno de hoy es una víctima --una de tantas-- de eso que
Elizabeth Burgos llama en su prólogo el ''trastocamiento de los
esquemas''. Como diría alguien, de esa revolución que engendraba
monstruos sólo quedan el casco y la mala idea. Y por fortuna, un libro
tan esclarecedor como Memorias de un soldado cubano. Vida y muerte de la
revolución le ha dado el tiro de gracia.
belkisbell@aol.com
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