CUBANET .INDEPENDIENTE

12 de julio, 2002


Memorias de la Plaza

Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro

LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Una casa sin amor no es más que una hosca guarida. Las casas se llenan más con amor que con muebles. Y ésa debe haber sido la sorpresa que se llevaron aquellas inspectoras de la Dirección Municipal de la Vivienda el día que vinieron a inventariar la nuestra. Había poco que apuntar, poco que codiciar. Yolanda y yo no vivimos para coleccionar objetos. Las joyas más valiosas de nuestro hogar son una sonrisa que nos brindamos para salvarnos de la angustia, un mimo que le prodigamos a Gabriel para que se sienta el niño más querido.

Somos felices sin mucho. Pero la gente espera que quienes viven alegres sean poseedores de incontables alhajas, portentosa fortuna. Es como si no se dieran cuenta que Cuba es una isla rodeada de pobrezas; pobreza material impuesta por casi medio siglo de descalabros económicos, pobreza espiritual impuesta por la imposibilidad de pensar y de expresarse con libertad.

Del mismo modo se sorprendieron los testigos que requiere todo inventario oficial para los que se marchan del país. Aquellos testigos, vecinos de muchos años, seguro esperaban ver invertido en tarecos brillantes y chirimbolos sofisticados todo el dinero que según las fuentes oficiales recibimos del "imperio". Debió haber sido desconsolador para ellos. Nuestra pobre indumentaria doméstica nada tenía que ver con las enormes sumas que dice el gobierno recibimos como mercenarios de una potencia extranjera.

Vi la perplejidad en sus rostros. Era como si se preguntaran para qué me había yo enrolado en esos enredos peligrosos de la disidencia y el periodismo independiente. No tenía nada. Era tan pobre como ellos. De dónde sacaba yo esa alegría que siempre me acompaña. De dónde provenían mi felicidad y la de mi hogar. No podían explicarse que una persona es feliz cuando es dueña de su pensamiento, cuando enfrenta con resolución lo que cree injusto. Sé que no comprendieron mi lucha. No podía en ese momento explicarles que no hay riqueza mayor que la libertad, y que aunque me complace que mi familia goce de todo el confort necesario, no es sin libertad que lo deseo. Y que era por la libertad, no sólo mía sino de todos, por lo que luchaba.

Los vi contar tenedores, chequear cacerolas, enumerar ceniceros, revisar colchones. Con minuciosidad de detectives apuntaron en sus planillas cada detalle de los objetos. Nos alertaron que a partir de ese momento nada podía perderse, nada podía romperse. Todo era propiedad del Estado. Una sonrisa irónica debió delatar mi pensamiento. ¿Qué en Cuba no es propiedad del Estado? El cielo, el mar, los seres humanos, las ideas, las religiones, las palabras, los silencios, los anhelos, la risa de los niños, todo está bajo el control de un Estado que en su afán totalizador, es dueño hasta de las despedidas y los abrazos de "hasta luego".

Durante un año y ocho meses hemos sido celosos guardianes de las propiedades del Estado que habitan en nuestra casa. Mínimas propiedades como un vaso o una cortina de baño que compramos con nuestro dinero, pero que ellos tuvieron la gentileza de dejarnos hasta que nos fuéramos.

En los primeros momentos nos sobresaltamos cuando un plato, después de un prodigioso resbalón entre mis manos de fregona desmañada, se hacía añicos. Mi esposa lo recogía con cuidadoso esmero lo envolvía en papeles y luego lo guardaba para mostrarlo en el momento del chequeo final. Así se lo habían ordenado las inspectoras, para que no hubiera problemas a la hora de la partida. A los siete meses del inventario descubrí que una caja enorme que yacía dentro de un closet era un surtido cementerio de vasos despedazados, tazas sin agarraderas, búcaros desconchados, espumaderas desconflautadas. Era como si todo lo que fuera propiedad del Estado tuviera ganas desasosegadas de destoletarse.

Cuando supimos que después de un año el inventario ya no era válido, y que cuando a la policía política se le ocurriera otorgarme el permiso de salida nos tendríamos que someter a otro, nuestras preocupaciones por las propiedades del Estado amainaron un poco. Ya no era necesario seguir acumulando tesoros en una caja. Nos libramos de ser custodios de un botín tan valioso.

Ahora nos queda una sola preocupación. ¿Cuándo dejaremos nosotros mismos de ser propiedades del Estado? ¿No nos destrozaremos también esperando? ¿Seremos un vaso o un tenedor? ¿No tendremos derecho a rompernos donde se nos antoje?


Esta información ha sido transmitida por teléfono, ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a Internet.
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.


[ TITULARES ] [ CENTRO ]

Noticias por e-mail

La Tienda - Libros , posters, camisetas, gorras

In Association with Amazon.com

Busque:


BUSQUEDA

Búsqueda avanzada


SECCIONES

NOTICIAS
Prensa Independiente
Prensa Internacional
Prensa Gubernamental

OTROS IDIOMAS
Inglés
Aemán
Francés

SOCIEDAD CIVIL
Introducción
Cooperativas Agrícolas
Movimiento Sindical
Bibliotecas
MCL
Fraternidad de Ciegos
Seguidores de Cristo
Estudios Sociales
Ayuno

DEL LECTOR
Cartas
Debate
Opinión

BUSQUEDAS
Archivos
Búsquedas
Documentos
Enlaces

CULTURA
Artes Plásticas
Fotos de Cuba
Anillas de Tabaco

CUBANET
Semanario
Quiénes Somos
Informe Anual
Correo Electrónico


CubaNet News, Inc.
145 Madeira Ave, Suite 207
Coral Gables, FL 33134
(305) 774-1887