El placer de
viajar
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Contra toda la lógica en un país
de absurdos y surrealista, el ómnibus interprovincial Habana-Holguín
del lunes 8 de julio salió en hora de la capital, y llegó en hora
a su destino.
Contra toda lógica, tampoco sufrió roturas, a pesar que se
trataba de un carro húngaro marca Ikarus, tan atacados por el gobernante
cubano cierta vez como gastadoras y muy contaminantes del medio ambiente. Fantásticos
descubrimientos de tan mala calidad de vehículos, pero sólo cuando
el gobierno de Hungría, años atrás y después de la
caída del comunismo, se pronunció contra el castrismo. El gobierno
de Cuba las había comprado, aunque nadie sabe a estas alturas si las pagó
o no.
De manera muy lógica con este país de caos, el aire
acondicionado no funcionaba, ni podía funcionar porque muchos años
antes fue hecho desaparecer para siempre. La consecuencia de no tener aire
acondicionado -aunque incluido en el precio del pasaje- es que como llovía
demasiado, si se abrían las ventanillas la lluvia penetraba en catarata y
cuando se cerraban el calor era infernal. Lo peor: no había opción
media, porque entreabiertas se mojaban los pasajeros. Hubo que preferir el
infierno y abanicarse aire caliente con lo que apareciera como improvisado
abanico.
Esta vez la lluvia no fue bendecida. Al contrario. Y todo por la cantidad de
goteras, más bien chorreras, que se colaban por todas partes: lo mismo
techo, que costados, que suelo. De todas maneras, la tensión la pudo
relajar un poco uno de los choferes cuando muy jocoso dijo: "¡No se
preocupen, señores, esto de las goteras en las guaguas va a terminar
cuando (aquí hizo una pausa muy intencionada) deje de llover!", si
bien la gente pensó que iba a decir que toda la pesadilla iba a terminar
cuando...
Una señora muy entrada en años se las arregló a su
manera, aunque molestando a los otros, y abrió su paraguas.
Por suerte para los pasajeros del ómnibus Habana-Holguín, el
viaje fue de noche. De haber ocurrido de día, medio ómnibus, es
decir, la mitad de los ocupantes hubieran estado muy martirizados por el sol,
pues no tenía cortinas en sus ventanillas. Ni tampoco almohaditas, ni
agua, aunque sí algunas cucarachas hospedadas a sus anchas.
Lo más importante: pudo llegar. Y si llega ya se puede afirmar que
fue un viaje muy placentero.
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