CUBANET .INDEPENDIENTE

11 de julio, 2002


Memorias de la Plaza (XLVIII)

Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro

LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - "Tristes, sombríos, lastimeros recuerdos son éstos que al calor de mi idea constante me presta la memoria". Es mi pueblo un desfile de sombras que deambulan sin rumbo, sin punto de llegada. Durante casi medio siglo le han prometido el paraíso para obligarlos a vivir en el infierno. Una promesa tras otra, ¡y todas incumplidas!, ha sido el discurso oficial. Hemos envejecido esperando un porvenir que nunca llega.

Ante tal noria indetenible, absurda, los cubanos se han decidido por el camino del pueblo hebreo. El exilio se ha presentado como único recurso para escapar de la esclavitud. Más de dos millones de personas de mi país son peregrinos de inviernos ajenos, de primaveras prestadas. Sufren el desarraigo y la nostalgia. Esperan sólo la muerte del tirano para tener patria nuevamente.

Nunca conoció Cuba afán tan desmedido por la partida. Nunca tan largo había sido el naufragio interior que todo exilio impone. Se desborda el mar de transeúntes cada vez que la caldera del infierno recalienta su aceite: rebeliones parecen las estampidas, plebiscitos semejan las evasiones masivas: son votos en contra de quien no les permite siquiera elegir.

Cuatro décadas de incuria y abandono han vuelto ruinas las ciudades. Cuatro décadas de caprichos e imposiciones han vuelto nuestros campos feraces desiertos improductivos. Cuatro décadas de satrapía y edictos han esterilizado nuestro pensamiento político: es nuestra política voz de un montero extraviado que conduce su manada hacia ningún sitio, sólo los gritos del montero restallando en el aire, y los ladridos de sus perros haciéndoles eco.

Quienes se atreven a bramar con la virilidad del toro bravo corren el riesgo del matadero. El dueño del ganado no admite que en su rebaño haya mugidos que convoquen contra el yugo. No es un héroe ni un libertador el montero, ama únicamente su hacienda y su ganado.

En estrecho redil se ha visto obligado a sobrevivir el pueblo cubano. Le han negado la prosperidad económica y la palabra disidente. Lo han privado de la iniciativa individual y la mínima propiedad. Poseedor de nada y silencioso ente, nada tiene el cubano que amar en esta tierra. Es su país entero un barrio marginal. No lucha por cambiar su entorno sino por escapar de él. Y entonces el camino del exilio se abre como única alternativa. No sabe rebelarse el que siempre ha sido esclavo: cuarenta y tres años es casi un siempre para una mente obligada a no pensar, aplastada cuando piensa. Sólo acude a la fuga quien se siente encerrado sin razón, quien pide explicaciones por su encierro y se las niegan. La libertad, aunque nunca se haya gozado, se lleva dentro como un derecho irrevocable, y se busca, y se lucha por ella, y se paga el alto precio que requiere obtenerla.

No ha de verse la emigración cubana como un fenómeno puramente económico o de "sálvese quien pueda". La emigración cubana es una modalidad de la rebelión, una modalidad del sufragio que niegan en las urnas. Un pueblo impedido de rebelarse, un pueblo impedido de modificar su realidad por la vía de la oposición pacífica, busca el modo de hacerle saber al mundo de su inconformidad. La emigración cubana es hoy la pancarta más grande, más elocuente que se ha alzado contra el castrismo.

Si se quiere saber cuánto de inoperante es un gobernante y el gobierno que organiza, tómese como unidad de medida la cifra de ciudadanos que huye de su mandato. No es buen gobernante, ni digno de gobierno, quien provoca un flujo indetenible de emigrados y, en ocasiones, este flujo se convierte en torrente que invade otras naciones. El individuo que es feliz, y goza de libertades, no abandona el paisaje que vio al nacer. Sólo busca otras tierras quien se siente habitante de tierra baldía donde no germina la semilla ni la idea. No se conforma el ser humano con labrar en una tierra roñosa que no le brinde de comer bien para poder pensar bien. Si el grano obtenido alimenta el cuerpo, el grano con que se sueña alimenta el pensamiento.

Pero si criminal es obligar a un pueblo a emigrar, mayor crimen es impedir que emigre quien ha descubierto la enfermedad que padece su tierra y quiere ponerse a salvo de tal plaga. Verse obligado a pedir permiso al gobernante de quien se quiere escapar, es como tornarse delator de uno mismo. ¿Quién ha visto que alguien tenga que pedir permiso para entrar o salir de su casa? Eso ocurre sólo cuando nos dicen que la casa es nuestra pero en verdad no somos los dueños. En realidad mi país es una celda que sólo su carcelero abre o cierra cuando se le antoja.


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