Para la
Constitución el papel es "muy caro"
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Un programa humorístico que
existió en la televisión cubana durante años quedó
en la memoria colectiva nacional como ejemplo burlón de esa política
"municipal y espesa" tan criticada por José Martí, y tan
distintiva del modo isleño allende y aquende los mares de ocuparse de la
república.
San Nicolás del Peladero se llamó el espacio televisivo, tal
como el pueblo imaginario donde un alcalde autoritario y corrupto hacía
de las suyas en complicidad con un periodista que reclamaba su parte del pastel
con una frase aplicable a esta era cubana del picadillo de soya. Eufrates del
Valle, director del supuesto El Imparcial, apoyaba las alcaldicias trapisondas
siempre y cuando se atendiera a su principal reclamo: "El papel está
muy caro".
A más de veinte años del programa final todo parece indicar
que a la Cuba de Fidel Castro pudiera retornar el fantasma de Eufrates del
Valle, quizás encarnado como alto directivo de la prensa oficiosa, y con
todo el papel del país a su disposición para publicar una edición
de todos los discursos pronunciados en las sesiones del parlamento de Cuba,
donde se aprobó la llamada irrevocabilidad del sistema político,
económico y social imperante en la isla.
Según el diario Granma, al precio de tres pesos se venderá en
los estanquillos un juego de folletos impresos en formato tabloide en los cuales
el lector acucioso y paciente podrá engolfarse en más de un
centenar de ejercicios oratorios realizados por los diputados isleños
durante las sesiones de marras. Nada de juego: ¡96 páginas de
alocuciones!, en país cuyo más importante órgano de prensa
no rebasa como norma las ocho páginas diarias.
Paradojas, tropicales paradojas cubanas. Si por un lado parece que el papel "no
está muy caro" para publicar esas intervenciones (¡guárdeme
Dios de juzgarlas!), por el otro sí parece "estarlo" para que
el poder de Cuba cumpla con el elemental deber de difundir a todo vuelo la
Constitución vigente en la isla, cuya impresión en idéntico
formato y tipografía adecuada no debe de rebasar un folleto de diez páginas.
O sea, que se puede imprimir una edición de la ley de leyes nueve veces
superior a la de los tabloides contentivos de los discursos parlamentarios, para
así realizar una contribución sustancial al conocimiento popular
de los deberes y derechos establecidos por el texto constitucional. Muy, pero
que muy ignorados por el cubano de a pie.
No ahora, en tiempos de papel "bien caro", cuando en 1986 se
contaba con existencias para despilfarrar, una encuesta realizada a instancias
del parlamento reveló que dos tercios de los sondeados desconocían
que la Constitución es la primera ley de la república. De ellos,
el 44 por ciento de quienes calificaron en la categoría laboral de
dirigente.
Si en 1986 dicho sondeo mostró semejante ignorancia, no se peca de
exagerado si se afirma que hoy el 80 por ciento de los cubanos en edad de votar
desconocen los deberes y derechos establecidos por la Constitución, más
allá de reconocer las limitaciones de ésta en términos
democráticos internacionalmente aceptados. Por lo tanto, y en buen
castellano, se trata de una inmensidad de compatriotas de inicio indefensos ante
cualquier arbitrariedad del poder proveniente de cualquiera de las instancias, y
entre las cuales se destacan las derivadas de un apreciable número de
leyes inconstitucionales alegremente aprobadas por el parlamento de Cuba.
Mucho ocurre a los periodistas el verse en la obligación de
pronunciar la célebre frase: "El rey está desnudo". En
este caso el soberano de Cuba, no otro que el pueblo cubano, está
literalmente en cueros a la hora de exigirle civismo. Si ni siquiera conoce
sobre cuáles bases terminantemente aceptadas puede iniciar la práctica
de ese civismo -como firmar o no un documento y quedar en paz con su conciencia-
de manera tal que el reclamo justo otorgue el inmenso poder sicológico
significado por la capacidad de defender algo reconocido por la ley, bien poco
puede esperarse de algo distinto a las complicidades oportunistas derivadas del
temor. Se puede criticar a la Constitución cubana, pero no desconocerle
ese lado civilista, por lo menos proclamado, cuyo conocimiento masivo puede
deparar al gobierno de Fidel Castro más de una sorpresa.
Quizás por ello para la Constitución cubana el papel "está
muy caro".
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