CUBANET .INDEPENDIENTE

9 de julio, 2002


Una mujer en el Escambray (III)

Héctor Maseda, Grupo Decoro

LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Tomás San Gil asumió la jefatura de la guerrilla en la cordillera a finales de 1961, después de la muerte de Osvaldo Ramírez. El nuevo jefe insurrecto comprendió a tiempo que aisladas sus fuerzas de las redes de suministros, semidestruídas las bases operativas permanentes y saturado el lomerío con decenas de miles de efectivos enemigos, debía modificar la táctica de lucha. Después vendrían otra vez la delación y la muerte. Ahora sería la de San Gil.

Una de las medidas prístinas adoptadas por el líder máximo de las fuerzas irregulares fue convocar una reunión con los jefes de regiones y grupos a principios de 1962. Sobre el particular, Daisy Ventura recuerda algunos pasajes de aquella etapa, apoyada por los recuerdos de su esposo y también colaborador de las guerrillas.

"Por esa fecha -refiere Daisy Ventura- San Gil citó a una reunión con todos los jefes. El encuentro se produjo en nuestra finca, ya confiscada por el gobierno. Asistieron alrededor de cien caudillos que representaban a 1,200 combatientes. Yo no estuve en las discusiones, pero fui la anfitriona y atendí las necesidades de los visitantes".

El esposo de Daisy Ventura, Tomás Florencio Becquer precisa algunos punto de interés:

"Yo tampoco estuve presente en los debates, pero los acuerdos básicos me los refirió Emilio Carretero al concluir la jornada: se le dio más valor a la movilidad constante de los grupos para garantizar la sobrevivencia, se extremaron las medidas de vigilancia, se prohibió a los grupos visitarse mutuamente salvo cuando la situación lo exigiera, deberían marcarse áreas seguras para recibir pertrechos de guerra y alimentos por vía aérea, así como el empleo a fondo de los recursos naturales para el enmascaramiento del personal de manera individual, la racionalización del parque de guerra que sólo sería empleado en casos de vida o muerte. También Emilio hizo el comentario de que se esperaban desembarcos armados del exterior para apoyar a nuestras fuerzas, no sólo en el Escambray, sino en diferentes puntos del país.

"Que yo recuerde, aquél fue el último encuentro grande que se llevó a cabo en la serranía. Muchas personas piensan que el Escambray estuvo cercado permanentemente en la segunda mitad de la guerra. Pero jamás el ejército de Castro pudo cercar totalmente la zona, como ocurrió en Pinar del Río, las zonas rurales de La Habana y Matanzas. Aquí, en el Escambray, se requerían muchos cientos de miles de hombres más de los que había. La cordillera es muy grande. Recuerdo que yo burlaba los cercos y la milicia me dejaba continuar mi camino. En mi poder tenía un pase permanente que me autorizaba a cortar y trasladar madera de las montañas a los pueblos vecinos, condición que aproveché para realizar mi trabajo a favor de los guerrilleros".

Tomás San Gil apenas sobrevivió unos meses al frente de los insurrectos. Daisy recuerda:

"San Gil era más hábil para evadir los cercos. Jamás cayó en uno, a pesar de no tener la formación y experiencia militar de Osvaldo Ramírez. Poseía un sexto sentido que le permitía saber cuándo los efectivos del régimen iban a tender un cerco, y los burlaba. Se escondía bajo tierra y se cubría con maleza hasta que los soldados pasaran por su lado. A veces esto ocurría a centímetros de donde se encontraba. Tenía una sangre fría excepcional. Luego se retiraba. Los hombres de su grupo lo seguían ciegamente, porque confiaban en su buena estrella".

Por su parte, Tomás Florencio precisa:

"El gobierno estaba desesperado por apresarlo. Utilizaba el apoyo de los helicópteros para ubicarlo y atraparlo. Pero San Gil era como un guineo jíbaro moviéndose por el monte. A San Gil lo delató uno de sus colaboradores. La Seguridad del Estado lo capturó en la hacienda 'Las Trampas'. Debió amenazarlo de muerte para que éste accediera a entregar al líder insurgente. Su nombre: Jorge Revuelta.

"El ejército y la milicia le tendieron a San Gil una trampa en el caserío de Meyer. Los uniformados tenían conocimiento que en esos días pasaría por el lugar. La tropa enemiga estaba parapetada en los alrededores de un potrero. A San Gil y diez hombres los observaron avanzar por la cuesta de una loma en dirección a la tropa gubernamental. Comenzó el tiroteo que apenas duró media hora. No hubo sobrevivientes en el grupo. El jefe guerrillero se defendió como un león. No tengo noticias sobre el sitio en que fueron enterrados los cuerpos, aunque fueron trasladados en un helicóptero de la fuera aérea. Este combate ocurrió a mediados de junio de 1962, si mal no recuerdo".

Después de la muerte de Tomás San Gil asumiría la jefatura máxima de las fuerzas insurgentes Emilio Carretero.


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