¿Existe
el socialismo en Cuba?
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - La Asamblea Nacional del Poder Popular,
en sesión extraordinaria efectuada el 26 de junio, proclamó de
forma unánime una Ley de Reforma Constitucional por la cual la Carta
Magna de la nación define como "irrevocable" el socialismo en
Cuba, de ahora en adelante.
Independientemente de un análisis de las virtudes o las desventajas
que podría tener el socialismo como sistema, puede afirmarse que jamás
éste ha existido en la Mayor de las Antillas.
En primer término, la propiedad social sobre la tierra, las fábricas
y otros medios de producción nunca ha estado vigente, sino que ellos
fueron ocupados para colocarlos bajo el poder del Estado que, en lugar de
constituir un efectivo instrumento de la sociedad, propiciador del desarrollo y
la prosperidad, se convirtió en un inmenso aparato burocrático,
que lejos de servirla se tornó amo incontrolable.
Los ciudadanos, supuestos propietarios de los bienes públicos, han
sido convertidos en dóciles piezas de la maquinaria estatal, sin voz ni
voto en los asuntos de la sociedad e indefensos ante el Estado.
Cuando existieron las fabulosas subvenciones extranjeras, se copiaron las
estructuras y mecanismos soviéticos los que, acompañados por el
voluntarismo, condujeron al enorme despilfarro de recursos que, de haberse
utilizado medianamente bien, habrían sacado al país del
subdesarrollo.
Una vez concluida la "ayuda", la realidad se volvió más
clara. La nación ha continuado siendo tan dependiente del exterior en lo
económico, o quizás más de lo que había sido antes
de 1959. En adición, las diferencias sociales se profundizan y amplían,
el trabajo ha perdido gran parte de su valor social, la población vive
mayormente de lo que recibe de sus familiares en el exterior o de la búsqueda
del sustento por vías no siempre legales, el clientelismo político
es usado sin recato por el poder establecido, propulsa la doble moral con daños
sustanciales para los valores espirituales de la ciudadanía. En síntesis,
el concepto socialista de "a cada cual según su trabajo" no
tiene ninguna relación con la realidad cubana.
Paralelamente, a la isla afluye el capital extranjero, y miles de cubanos
ayudan a enriquecer a novedosos empresarios, quienes en un clima de "absoluta
tranquilidad social" efectúan sus negocios en contubernio con las
autoridades, mientras a los nacionales se les prohibe invertir en su patria.
Decisiones trascendentales como la liquidación parcial de la
industria azucarera se toman sin realizar un debate nacional ni dar una
explicación adecuada sobre las causas del colapso de una industria que
durante siglos fue el orgullo nacional.
La mitad de los mecanismos de comercialización del tabaco cubano,
otra de las producciones fundamentales de la economía, ha sido entregada
a organizaciones extranjeras sin informar a la población.
Situaciones semejantes han acaecido y siguen sucediendo en sectores claves
de la economía como la producción de níquel, la telefonía,
el turismo, la prospección y extracción de petróleo, la
generación de energía eléctrica y hasta servicios básicos
como la distribución de agua en Ciudad La Habana han pasado a manos foráneas,
en algunas ocasiones sin habérselo comunicado a los supuestos
propietarios, o sea al pueblo. En modo alguno se trata de negar la conveniencia
de atraer la inversión extranjera, sino de que esto de ha hecho a espalda
a los nacionales y discriminándolos.
En una sociedad con presencia de propiedad social se requiere la mayor
democracia posible mediante amplia información sobre los asuntos públicos,
y el debate abarcador que permita la selección de las variantes más
convenientes. Ese quehacer político jamás ha existido en los últimos
43 años. Por el contrario, se ha entronizado la completa marginación
del pueblo en la toma efectiva de decisiones fundamentales para el futuro del país.
La Ley de Reforma Constitucional recientemente aprobada no apunta al
fortalecimiento del socialismo en Cuba que, como señalé
anteriormente, nunca ha estado vigente, sino que se inclina a la defensa del
capitalismo de estado regenteado por un grupo interesado sólo en mantener
el poder absoluto a expensas del pueblo.
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