Memorias de
la Plaza (XLVI)
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - "¡Recuerdos hay que queman la
memoria!" Se inflama el alma ante tales visiones. Es como si una manada de íncubos
viniera a prenderte fuego en los ojos. Se sienten las llamas más allá
de las carnes: devastan, consumen. Es infierno entonces la memoria. Tenía
razón Martí: "¡Zarzal es la memoria: mas la mía /
Es un cesto de llamas..."
Aquel ocho de octubre de 2000 aún arde en mi cerebro. Mi esposa fue a
poner sobre los hombros de mi hijo la pañoleta de pionero. Cuando a mí
me tocó, mi madre no quería. Me hice pionero por mi cuenta y
obtuve sus regaños. Ahora era yo quien no quería. Me recordé
niño rebelde y no quise que mi hijo se me rebelara. No creí tener
derecho a reprimirlo por sus decisiones. Sólo los tiranos reprimen a
quienes no piensan como él. Maté sin piedad a mi tirano interior.
Sólo le dije que él tenía derecho a ser pionero si lo
deseaba, pero que yo tenía derecho a no asistir a una ceremonia en la
cual no creía.
"Papá, todos los niños son pioneros". Y entonces
firmé la tira de papel que habían enviado desde la escuela para
que yo consintiera.
Todas sus diferencias conmigo están resueltas de antemano. "Quién
mejor que yo para conocer sus virtudes y defectos", hubiera repetido el
sublime Tagore. Pero no quise someterlo a los rigores que imponen las
diferencias con los demás. Yo sé lo que significa en la sociedad
ser diferente. ¡Y qué bien lo aprendí! Yo fui el bizco del
aula. Primero defendí mi diferencia a trompones. Gané fama de
bravo. Luego la defendí con astucia. Gané fama de inteligente. Más
tarde la defendí con humor. Gané fama de simpático. Pero en
cada batalla dejé jirones de mi alma. Mi hijo es demasiado bello y
demasiado talentoso -los que lo conocen pueden corroborarlo, no es chochera de
padre- como para someterlo a tal sacrificio.
Ninguna doctrina política puede competir con el amor. Por más
que ataquen su cabecita, aún frágil, en mí tendrá
todas las respuestas que le he arrancado a la vida, y que sólo le mostraré
para que él escoja. Nunca una idea mía le entrará a
correazos. Amo la libertad y por eso respeto la ajena. Si acaso puedo, únicamente,
le daré la posibilidad de elegir para que él sea dueño de
sus hazañas y sus fracasos. Será más libre cuanto más
sepa elegir. Y para elegir sí volcaré en su corazón todo lo
que he aprendido.
En todas las sociedades, desgraciadamente, aún los diferentes se ven
obligados a batallar. Pero tienen la posibilidad de hacerlo. En Cuba existe una
diferencia que es el mayor de los estigmas: la diferencia política. Tan
brutal es que obliga a la doble moral y al cinismo. Cualquier diferencia
natural, racial, económica, y en los últimos años religiosa
o sexual, es, más o menos, tolerada, pero la diferencia política
convierte a la persona señalada en un verdadero apestado.
Ser hijo de un disidente cubano es punto menos que una desgracia congénita,
pero no ser pionero es convertirse en el Quasimodo del aula. La ingenuidad
infantil se confunde y cobra rasgos de crueldad, y sobre todo cuando los adultos
no saben o no quieren explicar con honradez el origen de las diferencias. Y en
Cuba nadie se atreve a explicar con honradez las raíces de las
diferencias políticas.
Yo pude mil veces corregir mi estrabismo, pero aprendí a amarme mucho
con mi ojo torcido. Nunca le exigí a nadie que fuera bizco para brindarle
mi amistad, mi respeto o mi amor. Respeté la multiplicidad y exigí
que se respetara. Creo en la pluralidad del universo. En mi hogar puede vivir,
con los mismos derechos, mi hijo pionero y yo opositor. Es en la casa del tirano
donde no se puede ser diferente. El tirano no se respeta a sí mismo. Yo
aprendí a amar y a respetar a los demás cuando aprendí a
amarme y a respetarme con todas mis virtudes y miserias, con todas mis
similitudes y diferencias.
Yo he podido, y aún puedo, "corregir" mi "defecto"
político pero he aprendido a amarme mucho "como gusano fervoroso y
divertido". Nunca le he exigido a nadie que sea liberal u ortodoxo, nazi o
comunista para respetarlo. Creo en el pluralismo. Aprendí a convivir con
las diferencias. Exijo que se me respete. Y en Cuba no se me respeta. Y donde no
se me respeta me rebelo. Y por haberme rebelado quieren ahora humillarme. Y para
humillarme obligan a mi hijo, negándome el permiso de salida del país,
a que sea pionero para no ser "la cosita rara" del aula.
Manuel Vázquez Portal es el autor del poemario "Celda número
cero", publicado por CubaNet.
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