El cubano y
la tiñosa
Oscar Mario González, Grupo Decoro
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - A veces, cuando mi mente se abre a la
reflexión pienso en la suerte que pueden estar corriendo las auras tiñosas.
Estos buitres caribeños que señorean en el cielo cubano nunca
han gozado del afecto popular. Prejuicios y fetiches siempre le han acompañado.
El miedo que suscita el vuelo de la tiñosa sólo es comparable al
que provoca la terrible mirada de una lechuza.
"Me parqueó una tiñosa" se dice cuando alguien se
refiere a una mala noticia recibida. "Es un tiñosero", cuando
alguien nos contradice o se nos opone. Pero quizás el único
enemigo natural de importancia para estas aves haya sido el hombre.
Hoy, sin embargo, entre el hombre y estas aves carroñeras se ha
establecido una curiosa y contradictoria relación en la que se mezclan la
ayuda y la competitividad.
Los mejores amigos de la tiñosa son esos hombres dedicados al
sacrificio ilegal del ganado a los cuales inapropiadamente la voz popular
identifica como "matarifes." Asediados por el gobierno parecen contar
con la complicidad ciudadana, tal vez porque posibilitan un alimento cuya
presencia en el hogar es tenida como complicidad con el enemigo imperialista.
Estos fantasmas de la noche en sólo unos minutos derriban al enorme
vacuno y cargan habitualmente con los cuatro miembros motores donde se concentra
la mayor parte de la carne. El resto es donado con desintencionada generosidad a
la bandada de buitres que en vuelos concéntricos celebran el festín.
En pocas horas poco habrá quedado del animal sacrificado.
Casi todo el ganado tasajeado ilegalmente es propiedad del Estado. La razón
es bien simple: un particular cuida tanto a su vaca como a su vida. Si la pierde
se queda sin vaca, sin leche y con una fuerte multa que le impone el gobierno. ¿Por
qué? Por haber sido negligente con su cuidado, alega el Estado. Pienso
que la razón verdadera reside en que para las autoridades un hombre vale
menos que una vaca.
En otro sentido el hombre es un fuerte competidor de la tiñosa.
Aquel "caballo muerto en la carretera" es inconcebible en la
actual realidad cubana. Aún tengo en el recuerdo cómo el ganado
vacuno o caballar atropellado en la carretera era el principal sostén
alimenticio de la tiñosa. Las grandes y medianas fincas ganaderas sabían
de la res accidentada por el vuelo circular de las tiñosas.
Hoy, la res que muere atropellada o "por causas misteriosas" atrae
sobre sí a una procesión de hambrientos vecinos. En frenético
arrebato, saco al hombro, cuchillo al cinto, machete en la mano derecha y cubo
en la siniestra, se precipitan sobre los despojos del animal en lucha tenaz y
contagiosa donde los primeros en llegar (o los más fuertes) llevarán
la mejor parte.
Cuando el acontecimiento llega a oídos de las autoridades sólo
queda de la res un poco de tripas dispersas sobre el lodo ensangrentado como
muestra de la desigual distribución entre el hombre y la tiñosa.
Y así, tiñosa y hombre llevan su vida. Ambos recordando los días
en que Cuba era una de las principales potencias ganaderas del continente.
Entonces, y a su manera, ambos comían de la carne que hoy es privilegio
de turistas o de la gente de "arriba". Pero los hombres de abajo hemos
aprendido mucho de las tiñosas. A tal punto que comemos casi todo lo que
se mueve y respira.
Y si fuera verdad que el vuelo de la tiñosa es presagio de aniquilación,
les pido por su suerte y la mía, que desplieguen sus alas sobre esta
realidad cubana, aniquilando el dolor y disipando las sombras.
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