Eudel Eduardo Cepero /
El Nuevo Herald.
Julio 1, 2002.
El 22 de octubre de 1974 Castro creó una comisión de
funcionarios elites del Partido Comunista para que redactaran el llamado
anteproyecto de la actual constitución de Cuba.
A partir del 10 de abril de 1975 el anteproyecto fue discutido en las
estructuras de base del partido, la Unión de Jóvenes Comunistas y
las organizaciones para el control de las masas, es decir, los sindicatos,
organizaciones estudiantiles, etc.
En diciembre del propio año 1975 los participantes en el primer
congreso del partido comunista aprobaron el proyecto de constitución y en
febrero de 1976 se sometió a referendo el documento en una consulta
dirigida, controlada y contabilizada por el régimen castrista y en la
cual 54,070 cubanos votaron no, según se reconoce por las propias estadísticas
del régimen.
Es obvio que una carta magna escrita por el único partido existente,
aprobada por el mismo partido y refrendada bajo el absoluto control de ese
partido sólo puede considerarse como una carta magra.
Sin embargo, veintiséis años después once mil cubanos
(cinco veces menos de los que votaron no en 1976), amparándose en esa
carta magra, rompiendo con el miedo, enarbolando abiertamente sus nombres y los
once dígitos de un carné de identidad impuesto por el régimen,
obligan a que la dictadura construya una especie de celda tapiada jurídica
dentro de la cual encerrar su propia inconstitución en un esfuerzo agónico
por intentar salvarla de lo inevitable: el acto liberador del pueblo.
Como siempre, el dictador quiere presentar la idea de tapiado constitucional
como una propuesta del pueblo, pero sus propias palabras lo desmienten:
El miércoles 5 de junio, hace exactamente 8 días, cuando me
reuní con los líderes de las organizaciones de masas para analizar
el proyecto que se proponían presentar a la asamblea nacional...
Para los que conocen el régimen es claro que en esa reunión
Castro sencillamente ordenó a las organizaciones para el control de las
masas presentar el proyecto de tapiado ante la asamblea nacional.
Según Castro en esa oportunidad él propuso:
Debatir públicamente la idea ante todo el pueblo.
Movilizar a la nación entera en apoyo a tan justa, digna y
contundente respuesta.
Ofrecer a cada ciudadano con edad de votar la posibilidad de
suscribir y hacer suyo el histórico proyecto.
No es de extrañar que propusiera debatir la idea ante todo el pueblo
y no con todo el pueblo; movilizar a la nación y no dejar que la nación
se movilizara de forma espontánea; ofrecer al pueblo solamente la
posibilidad de suscribir el documento y no la de no suscribirlo.
Sin embargo, el Proyecto de Tapiado Constitucional Che Guevara, que no fue
firmado por unos 60 mil cubanos, se le ocurrió demasiado tarde a Castro.
El ya famoso Proyecto Varela fue entregado antes, y no le queda otro remedio
que tapiarse dentro de sus propios muros jurídicos, para junto a las
modestas cajas con los nombres de los que le han hecho temblar, hacer el ridículo
ante el mundo y malgastar al menos 50 millones de dólares en un día
nacional de marcha complaciente (estimando sólo cinco dólares por
cada persona movilizada), a sabiendas de que fuera estarán esos once mil
que perdieron el miedo, multiplicándose en los once millones que aún
temen y sufren.
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