¿Para reír?
Miriam Leiva
LA HABANA (www.cubanet.org) - Después de múltiples ensayos
para provocar la risa o al menos la sonrisa de los televidentes cubanos, parece
que se ha llegado a la conclusión de que el presente no está para
bromas y que, por tanto, los sucesos cotidianos luego de filtrados por la
censura pierden toda hilaridad.
Artistas que suelen tener mucho éxito en salas de teatro, cabarets o
descargas privadas, en la pequeña pantalla resultan densos y aburridos; "pujones",
como se dice en Cuba.
Cuando en Radio Martí se repuso "La tremenda corte", en la
Isla hubo quienes pensaron que, a pesar de su incuestionable valor, estaba
anticuada y que debía transmitirse en lugar del programa cómico
otro de más actualidad. Para sorpresa de muchos, meses después el
principal canal de la televisión cubana anunció la salida al aire
de un programa, calco de La tremenda corte nombrado "¿Jura usted decir
la verdad?" Pero, como segundas partes nunca fueron iguales, este remedo
resulta lamentable.
Para darle sensación de vetustez se acudió al recurso del
blanco y negro (posiblemente el único logro) que posteriormente se eliminó,
supuestamente porque en varias encuestas la población lo rechazó a
favor del color.
Una vez más la chabacanería y el mal gusto se han apoderado de
los guiones. Las actuaciones recurren a la chusmería que desdicen del
pueblo cubano de aquella época. No se respeta la realidad de que los
cubanos poseíamos una excelente educación formal mientras que lo
grosero era rechazado y se colocaba en la categoría de marginal.
Pero como para demostrar que el presente no es de juego, comenzó a
transmitirse el programa "Así reímos" que utiliza
escenas de programas humorísticos de los años 50 y de inicios de
los 60. Reaparecieron el argentino Biondi y La taberna de Pedro, con Jesús
Alvariño.
La frescura y novedad llega, afortunadamente, con "Poné a
Francella", un programa argentino que sí provoca risa y una sensación
de placidez y distensión tan necesarios en estos tiempos de estrés,
provocado por las dificultades del cotidiano vivir y de las campañas
propagandísticas continuadas del régimen, que son como batallas en
las cuales, aunque nos cause risa, se puede perder la vida en cualquier momento.
Si en Cuba se atendiera a las encuestas seguramente habría que
mantener este espacio picante y versátil, pero la experiencia demuestra
que resulta más socorrido trasladarse al pasado. Como pasó hace
tanto tiempo nadie puede increparlo acá, como sucediera con el programa "Así
era entonces", que permaneció inalterable entre 1960 y 1980.
Ojalá se diera rienda suelta a la imaginación prolífera
del cubano. Entonces los programas podrían satisfacer a la población
que bien lo merece.
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