Alegría
navideña gracias a familiares y amigos exiliados
Miriam Leiva
LA HABANA, diciembre / www.cubanet.org - Los rostros se iluminan. Se relajan
y sonríen. Ancianos, jóvenes y niños se lanzan con similar
entusiasmo y paso animoso a las tiendas de venta en dólares, las cuales
durante todo el año permanecieron vacías. Las Navidades llegaron
lentas y más bien tristes.
El 24 de diciembre la frugal cena fue lúgubre para la mayoría.
El 25, aunque día feriado desde la visita del Papa Juan Pablo II en 1998,
no ha recuperado el ajetreo lógico de la época. Incluso el
transporte declinó aún más. Por ejemplo, la ruta 69 sólo
posee un ómnibus para sus extensos y repletos recorridos diarios. Durante
muchos días los apagones fueron tan prolongados que ya se hablaba de "alumbrones".
Los informes económicos presentados en la sesión de la Asamblea
Nacional del Poder Popular anunciaron mayores penurias para el año 2003.
Pero los familiares y amigos procedentes de Estados Unidos de América,
España, México, Francia y muchos países más
intensificaron su llegada a fines de diciembre. Han traído cariño,
regalos y dinero para sus allegados, así como encargos de quienes no han
viajado pero deseaban hacer felices a los suyos.
El trajín en las casas, por muy discreto que se pretendiera, no podía
ocultar el entusiasmo y la jovialidad. Los cubanos, declarados extranjeros por
un gobierno que les concede permiso de entrada a su país si lo entiende
pertinente, han recibido, visitado o llevado a pasear a los allegados, en autos
rentados a particulares o a las empresas estatales, estos últimos
denominados "tours".
Las tiendas dolarizadas del centro de La Habana han estado abarrotadas de
miles de potenciales compradores. En La Época apenas se podía
caminar durante el sábado 28 y el domingo 29. Ascender o descender las
escaleras era difícil. En el elevador se sentía la misma opresión
y asfixia que en un "camello" (camión de carga adaptado para
trasladar pasajeros) transitando por la ciudad a las dos de la tarde.
En una de sus boutiques, se escuchó a un burócrata de la
administración de la tienda llamar a una empleada para llenar un
formulario. La muchacha iracunda le reclamó: "¡Tengo que
ganarle la batalla a la venta. No recuerdas que casi no hemos vendido durante el
año!" Ella sí era muy conciente de que su pequeña
bonificación en dólares al salario depende del cumplimiento del
plan de venta, y como hubo un descenso notable en las compras por escasez de
dinero entre la población, también sus posibilidades se vieron
mermadas.
En el mall de Carlos III hubo grandes filas para entrar en las tiendas de
zapatos y ropa, fundamentalmente. La atención resultaba lenta porque la
empleomanía no se aumentó excepcionalmente para la ocasión.
Las veinte o treinta personas frente a los pequeños espacios para
probarse esos artículos disminuían las intenciones de compra.
Tampoco había que descartar que no todos los deambulantes pudieran
realmente cumplimentar sus aspiraciones, pues los dólares debían
reservarse para lo más necesario. No obstante, no extrañaba ver a
personas deseosas de colmar algún antojo propio de la juventud como un
jean a la moda, aunque bastante caro, o de un anciano frente a un simple turrón
español, que para sus ingresos constituye un verdadero lujo.
Episodios similares han tenido lugar en los pueblos de toda la isla. "¡Está
en casa de su prima!", se escuchaba responder cuando alguien deseaba
saludar a Cusita, que llegó de Miami. De allí ambas se fueron
probablemente a la "shopping", luego se dirigieron al parque, donde no
podían avanzar porque constantemente encontraban conocidos a quienes
abrazar y prometerles una rápida visita o invitarlos a una cerveza y
chicharrones.
Afortunadamente, quedaron atrás aquellos tiempos cuando muchos de
ellos salieron de Cuba luego de ser ultrajados por ser "gusanos. Como si la
patria fuera coto excluyente.
Cuando la población enfrenta el incremento de las penurias de los últimos
14 años, etapa conocida como período especial, ha llegado una
fuerte brisa que permite a muchos un alto en las carencias y preocupaciones
cotidianas. El pueblo cubano no sólo se merece una feliz Navidad, sino un
futuro de cambio y creación.
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