El otro apéndice
Fara Armenteros, UPECI
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - "Al cuerpo del cubano le ha
salido otro apéndice", dice Clemente mi vecino, mientras extrae de
su jaba un pomo plástico para vaciar vasos de guarapo (sin hielo) que
acababan de vender en la guarapera de La Víbora.
- ¿Cómo es eso, Clemente?
- Sí sí, el apéndice es la jaba, porque sin ella -la señala
con un gesto de la mano- no somos nada.
La ocurrencia de Clemente me recordó a las "jaberas"
-porque principalmente eran mujeres- que practicaban operaciones mercantiles
simples, consistentes en llevar ropas, zapatos, jabón y otros productos a
poblados del interior del país para cambiarlos por viandas, frijoles,
gallinas, huevos y otros alimentos.
Al comentarle a Clemente, me dice:
- Mi hermana iba todas las semanas a Pinar del Río y cambiaba ropa
usada por comida. Y mi cuñado, que en paz descanse, era tremendo
luchador. Fabricaba jabón de lavar y lo cambiaba por arroz. La ropa de mi
padre, que era mucha y buena, porque era músico, la fuimos cambiando por
maní, arroz y malanga.
Los campesinos bautizaron como jaberas a las mujeres que se dedicaban a
estos trajines.
- ¿En cuántas actividades de la vida del cubano está
presente la jaba, Clemente?
- En casi todas
para no ser extremista. Para comprar los mandados de
la cuota, el día primero de cada mes hay que llevar a la bodega, además
de dinero, jabas para el arroz, los frijoles, el azúcar, la sal. Para la
bobería que compramos en la carnicería, también. Para el
pancito nuestro de cada día no necesito la jaba, porque yo me lo como en
el camino de la panadería a la casa. Imagínate que tengo que
caminar 16 cuadras para comprar y algunas veces tengo que dar dos viajes.
En el bolsillo del pantalón del cubano de cualquier edad primero
falta el pañuelo que la jaba, para comprar lo que aparezca.
- El hermano de mi difunto cuñado -prosigue Clemente- vive en un
cuarto inhabitable. El baño del solar se derrumbó y él
tiene que hacer sus necesidades en una jaba que coloca en una lata. Cuando
termina, bota la jaba a la basura. Eso es lo que yo llamo ¡una jaba
premiada!
Algunas veces, los desechos sólidos se depositan en jabas que no
sirven para otra cosa y las cuelgan de los postes eléctricos, como si
fueran adornos de un árbol navideño.
Muchos ancianos venden jabas a escondidas, en las calles y agromercados, con
el propósito de aumentar sus ingresos.
- ¡Mira! ¡Mira! -me dice Clemente, señalando hacia el
portal de una tienda recaudadora de divisas, donde un policía pide a un
joven negro que abra la jaba que lleva y le muestre lo que hay adentro.
-¡Los guardias -concluye Clemente- siguen siendo fans a las jabas de
los negros!
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