Las ESBEC:
realidades y dictamen
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, diciembre (www.cubanet.org) - El apogeo de las ESBEC (Escuelas
Secundarias Básicas en el Campo con régimen de vida interno) tuvo
lugar en las décadas de 1970 y 1980. En aquel momento la mayoría
de los estudiantes de enseñanza media, es decir, decenas de miles de niños
y adolescentes cubanos, estudiaban y realizaban labores agrícolas,
albergados todo el tiempo dentro del aislado recinto de una ESBEC.
Pero cuando se acabó el subsidio de la difunta Unión Soviética,
el régimen se vio obligado a practicar recortes de presupuesto en todas
las esferas, incluyendo la educacional. Así, cientos de ESBEC dejaron de
funcionar. Algunas fueron habilitadas para oficinas de empresas o entregadas a
personas sin vivienda. Algunas -realmente la minoría- continuaron
funcionando igual que siempre. Otras -pricipalmente las más próximas
a los centros urbanos- admitieron también a estudiantes externos, que
viajaban todos los días de la escuela a la casa.
En todo caso, las ESBEC sufren abandono oficial. Con un promedio de vida de
unos 30 años, actualmente la mayoría de estas escuelas están
urgidas de reparación general, pero el gobierno no está en
condiciones de asignar los recursos necesarios para el mantenimiento de las
mismas. Sólo algunas emblemáticas, como la Ernesto Che Guevara,
conocida como Ceiba 1 (que fue la primera escuela de este tipo que se construyó
en Cuba) recibe un sostenido apoyo oficial.
La drástica reducción del número de internos podría
haber repercutido favorablemente en las condiciones de vida de los alumnos
becarios en las ESBEC que aún sobreviven. Pero los cambios han sido
ligeros y varían mucho de una escuela a otra, dependiendo en muchos casos
de la competividad de la dirección de cada centro.
En sentido contrario, ha empeorado el avituallamiento que debe asegurar el
ministerio de Educación a una escuela en el campo. La base material de
estudio es insuficiente -un lápiz debe durar un mes- y caduca. Viejos
libros de texto deben ser compartidos por varios estudiantes.
Tan paupérrima es la situación que los alumnos reciben dos
uniformes -a menudo incompletos- cuando empiezan el 7mo. grado, y deben durarles
hasta el día en que concluyen sus estudios en la ESBEC, tres años
más tarde. También ha empeorado la calidad y variedad de la
alimentación.
Pese a no recibir ropas ni zapatos apropiados, los estudiantes siguen siendo
obligados a asistir a una sesión diaria en las labores agrícolas.
Esta práctica es tan abusiva como lo era hace 30 años. Por
ejemplo, el pasado 25 de noviembre alumnos de 7mo. grado -de 11 y 12 años-
de la ESBEC Defensores de Luanda, en Consolación del Sur, fuero llevados
a trabajar después de recibir una magra ración de almuerzo a ocho
kilómetros de distancia (ida y vuelta) a pie.
Aparentemente la disciplina de una ESBEC sería fácil de
mantener (50 maestros para 500 alumnos). Pero en la vida real las indisciplinas
de los estudiantes y la desorganización de las escuelas suelen exhibir
similitudes con el estatus de un potrero. Alumnos correteando por los pasillos,
jugando en los sótanos y, en general, campeando por su respeto por todas
las áreas de las escuelas, constitiyen una imagen común en las
ESBEC.
Prejuiciados por la falta de perspectivas de los que obtienen un título,
a la mayoría de los alumnos no les interesa estudiar. Por su parte, el
despelote del claustro puede competir ventajosamente con el de los estudiantes.
De los 17 turnos de clases que debieron recibir los alumnos del 7mo. 3 de la ya
mencionada ESBEC Defensores de Luanda, entre los días 21 y 23 de
noviembre sólo recibieron 8. Los alumnos perdieron los otros 9 turnos (más
del 50 por ciento) por inasistencia de los profesores y por la incapacidad de la
dirección de la escuela.
Entre los padres cubanos hay consenso en cuanto a que no hubo ni hay nada
positivamente novedoso en las ESBEC. Y, pese al supuesto padrinazgo martiano
sobre este tipo de escuela (José Martí elogió la combinación
del estudio y el trabajo) sólo dos de 80 personas consultadas por la CPI
al respecto, consideraron que Martí hubiera estado de acuerdo con enviar
a María Mantilla, su hija espiritual, a estudiar en una ESBEC.
De los 80 consultados, que incluyeron a padres, maestros y estudiantes,
todos residentes en la provincia de Pinar del Río, 71 consideraron que en
Cuba, al igual que en el resto del mundo, las escuelas deben estar ubicadas en
los centros urbanos y deben tener carácter externo. 70 de las personas
encuestadas opinaron que las ESBEC -construidas en lugares aislados donde los
alumnos tienen que albergarse y realizar labores agrícolas diariamente-
son un experimento sobradamente fracasado, y deben, por tanto, desaparecer.
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