Salud
insalubre
Ana Leonor Díaz, Grupo Decoro
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - "Es como si uno estuviera
preso", me comenta Dalia, una anciana de 80 años que, luego de cinco
días angustiosos, tiene la posibilidad de sacar del hospital a su esposo
Charles Pérez (otrora famoso pelotero), operado de una fractura de fémur.
Pese al delicado estado de salud de Charles, de 87 años, la operación
fue un éxito, y 48 horas después el cirujano le dio de alta, pero
la jefa de Geriatría del hospital ortopédico del Vedado dijo que
ningún paciente puede regresar a su casa sin antes entregar una donación
de sangre.
Es práctica establecida en los hospitales cubanos que a los enfermos
que ingresan de urgencia y a las embarazadas, cuando van a dar a luz, no se les
exige una donación de sangre, requisito para todos los demás
ingresos.
Pero la crisis económica que azota al país desde hace 12 años
y la suspicacia por el SIDA, han convertido la habitual y desinteresada donación
de sangre en otro negocio más de la salud cubana con la complaciente de
las autoridades.
No hace falta hacer cola en el banco de sangre, pasar por el interrogatorio
médico y sufrir el pinchazo de agujas dudosas. Con cinco dólares
se abrevia el trámite y uno se encuentra en posesión de la
tarjetica salvadora (ahora es un papel mal impreso, pues tampoco hay cartón).
Como ancianos que viven solos y no tienen hijos, a Dalia y su esposo les
correspondía una dispensa que tramita como "caso social" el médico
de familia y la policlínica que debe ocuparse de su asistencia.
Pero cinco días de trámite burocrático no dieron
frutos, y los vecinos solidarios pudieron localizar a una sobrina de los viejos,
asmática y con neumonía, que donó finalmente la sangre,
pues no tenía los cinco dólares reglamentarios.
La gestión, finalmente, se completó sobre las tres de la
tarde. Y ahí comenzó otra odisea: ya podía salir el recién
operado, pero no había transporte para llevarlo, pese a las cinco
flamantes ambulancias de la policlínica, ya que la central de ambulancias
de Ciudad de La Habana (la misma que demoró cinco horas para responder al
llamado cuando Charles se fracturó la pierna) no respondió para
llevarlo.
El engranaje de la salud cubana, dislocado desde hace 12 años, camina
a duras penas a base de sobornos, pequeños regalos y otras formas.
En esa misma sala de Geriatría hay un solo camillero para 25 camas,
permanentemente ocupadas por ancianos incapacitados para valerse por sí
mismos.
Los empleados paramédicos no ganan lo suficiente para seguir
trabajando: salario equivalente a 9 dólares; escasa y mala alimentación;
falta de guantes y ropa de trabajo. ¿Qué les queda?
En las salas de recuperación de los operados faltan el detergente y
los trapos de limpieza; los familiares de los enfermos, luego de rogar por sábanas
limpias, tienen que limpiar pisos y baños si quieren evitar una infección
post operatoria.
Cuando el gobierno asigna el presupuesto de salud, una abultada cifra en
pesos devaluados, sólo está financiando los magros salarios de médicos,
enfermeros y paramédicos, pues los fondos para medicinas y material
gastable provienen de donaciones de otros trabajadores que ganan dólares,
o de alguna ONG izquierdista.
Se trata de un sistema sanitario que ya no se sustenta.
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