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Walkiria
tropical
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - A fuerza de aprender alemán,
Clara llegó casi a convertirse en una walkiria.
De todas formas, hay que apuntar que salió hace muchísimo de
Guantánamo, donde con seguridad vivió una noche de Walpurgis, pero
nunca perdió su acento ni su tono de voz, un poco más alto que el
normal.
Estudió el alemán como becaria. Una vez flamante profesora,
casó con un blanco habanero, grandote y policía. Obtuvo la
militancia necesaria en correspondencia con la ideología oficial que apoyó.
Parió una mestiza larguirucha, flaquita y, años más tarde,
pionera.
Ejemplo de su tiempo, su matrimonio con el blanco policía terminó
en divorcio en los años 90 -época de crisis mayor- y recorrió
La Habana con unas chancleticas tipo coturnos romanos, sin uñas pintadas
y rolos en la cabeza para domar el pelo. Y con la pionera de la mano.
Mas, como no hay sábado sin sol, a fuerza de estudios viajó.
Consiguió perfeccionar el alemán en un instituto internacional en
tierras teutonas, lo que al principio no significó ningún cambio
en su vida, ni en su cuarto de La Haban Vieja.
Pero, sin duda, frente a los retos del nuevo milenio, Clara -mente clara,
piel oscura- decidió sacar provecho del refrán que ella pregonaba:
"lo mío primero"; y luego de una segunda estancia en Alemania,
regresó sin rolos y con una peluca de cabellos por los hombros.
Clara, con claridad meridiana, acorde a las expectativas, desafió la
cuarentena larga de guantanamera luchadora en la capital sin futuro, y enganchó
a un teutón bigotudo, aficionado a la piel quemada. Junto a la
guantanamera el alemán ha encontrado el calor que el clima de su amada
Germania le niega.
Clara partió una mañana con la hija hacia su nuevo destino.
Walkiria tropical y globalizada. Olvidó militancia y consignas, reuniones
del núcleo y su cuarto en la Habana Vieja.
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