El
Nuevo Herald, diciembre 15, 2002.
El gobierno de George W. Bush está considerando cambiar su equipo
encargado de asuntos latinoamericanos, en lo que se ha convertido en una dura
batalla interna cuyo resultado seguramente afectará las relaciones de
Washington con la región.
Bush tiene que decidir en estos días si vuelve a nominar a Otto
Reich, el funcionario cubanoamericano que hasta hace poco dirigía la
oficina de asuntos hemisféricos del Departamento de Estado, o si realiza
otro nombramiento político, o si permite que el secretario de Estado
Colin Powell nombre un funcionario de carrera.
Reich fue elegido para el cargo por la Casa Blanca, con fuerte apoyo del
gobernador de la Florida, Jeb Bush, y políticos cubanoamericanos de
Miami. Tras ocupar su cargo por un año sin ser confirmado por el Senado,
donde el senador demócrata Christopher Dodd --un opositor del embargo
norteamericano a Cuba-- había bloqueado su nominación, Reich tuvo
que abandonar su cargo el mes pasado, tal como lo exigía la ley.
En estos días, Reich fue nombrado ''enviado especial'' de Powell a
Latinoamérica, un puesto sin empleados ni presupuesto que --aunque el
Departamento de Estado oficialmente lo niegue-- no existe.
La Casa Blanca dice que todavía no ha tomado una decisión
sobre si vuelve a nominar a Reich en enero, cuando se vuelva a reunir el Senado.
Pero altos funcionarios del gobierno de Bush me dicen que Reich ya ha sido
consultado sobre la posibilidad de se nombrado ''enviado especial'' de Bush para
América Latina, o embajador ante las Naciones Unidas en Ginebra. En otras
palabras, los días de Reich en el Departamento de Estado parecen estar
contados.
Según algunas especulaciones periodísticas, la batalla en
torno a Reich es un conflicto entre ''duros'' y ''blandos'' sobre el tema de
Cuba. Pero a juzgar por lo que he oído de más de media docena de
altos funcionarios norteamericanos, ésa es una visión simplista de
los hechos.
En rigor, Reich tuvo que luchar desde su primer día en el cargo
contra su imagen de funcionario obsesionado con el tema de Cuba, e hizo todo lo
posible por desvirtuar ese estereotipo, dicen los funcionarios. Gran parte de la
política de Bush hacia Cuba no salió de la oficina de Reich en el
Departamento del Estado, sino de la oficina del especialista en Cuba del Consejo
Nacional de Seguridad de la Casa Blanca, Emilio González, señalan.
El motivo por el que Powell quiere deshacerse de Reich no tiene tanto que
ver con Cuba, sino con sus relaciones con el Congreso. Powell necesita todo el
apoyo posible del Congreso para los temas que realmente le importan --Irak y el
Medio Oriente-- y considera que Reich es una fuente innecesaria de conflicto con
los senadores demócratas. Por lo tanto, Powell quiere un funcionario de
carrera para el puesto, como la actual embajadora en Colombia, Anne W.
Patterson. Los partidarios de Reich, a su vez, quieren que su hombre sea
renominado, o en su defecto reemplazar Reich por su colega conservador Roger
Noriega, el actual embajador ante la Organización de Estados Americanos,
y promover a Reich al cargo de enviado especial de Bush para América
Latina.
¿Por qué es importante todo esto? Porque nadie está a
cargo de la principal oficina de asuntos latinoamericanos en el gobierno de
Bush, en un momento en que la región está pasando por una de las
peores crisis de su historia, y en que la atención de la Casa Blanca está
centrada en la guerra contra el terrorismo en otro rincón del mundo.
De hecho, no ha habido ningún jefe del Departamento de Estado para América
Latina confirmado por el Senado en los últimos cuatro años. Desde
1998, republicanos y demócratas han vetado mutuamente a los candidatos de
sus rivales, reduciendo la influencia política de los últimos dos
funcionarios interinos que ocuparon la cartera.
En las cancillerías de América Latina, el tema está
causando alarma. Tras el 11 de septiembre del 2001, los gobiernos
latinoamericanos tienen gran dificultad en lograr la atención de los
miembros del gabinete de Bush, y su acceso se hace aún más difícil
por la ausencia de un funcionario a cargo de la región con peso político
propio.
Varios cancilleres latinoamericanos me señalaron en entrevistas
recientes que Bush no debería permitir que el puesto de Reich sea ocupado
por un diplomático de carrera. Sólo un nombramiento político,
de alguien con acceso directo al Presidente, podrá pasar por encima de la
burocracia del Departamento de Estado, centrada en el Medio Oriente.
Estoy de acuerdo. Los motivos de Powell son comprensibles en el nuevo
contexto mundial. Pero varios países de América Latina están
al borde del colapso. El gobierno de Bush necesita un funcionario con peso político
para su oficina de asuntos latinoamericanos, hoy más que nunca. |