CUBANET .INDEPENDIENTE

17 de diciembre, 2002

Las malas palabras

Ramón Díaz Marzo

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) -Aún no sé si el origen de las malas palabras proviene de que nuestras vidas sean miserables, o se trata de un fenómeno mundial. Lo cierto es que las malas palabras están de moda.

Por ejemplo, yo mismo, cuando estoy en la intimidad con los amigos no puedo evitar pronunciar una mala palabra cada 30 segundos. No importa que el tema que se trate sea elevado. Ya las malas palabras forman parte consustancial de mi vida. Y creo que si no pronunciara nunca más una mala palabra, moriría de tristeza o reventaría de odio.

En este sentido me parezco un poco a los dictadores que le prohíben a los demás lo que ellos no dejan de hacer.

Pongamos por caso el lugar donde vivo y sus edificios adyacentes. Desde hace años no he escuchado que los padres de ahora se comuniquen con sus hijos con palabras amables. Incluso los niños de ahora parecen no comprender el lenguaje de la amabilidad. Necesitan escuchar de labios de sus padres las más grandes palabrotas para entender que han cometido una falta.

Yo pienso que las malas palabras son el resultado de una violencia contenida; violencia que es alimentada por las carencias materiales y espirituales del ser humano común. Por supuesto, conozco a algunas personas que se están literalmente muriendo de hambre en Cuba y jamás pronuncian una mala palabra. Pero seguramente son excepciones de la regla. Aquí el que más o el que menos, cuando está en su privacidad, necesita como el aire que respira pronunciar la mala palabra.

Los habrá que sostengan que la mala palabra no existe. Que lo que existe es la intención sicológica. De acuerdo. Pero si nos vamos únicamente por el camino de las intenciones sicológicas seguramente el lenguaje humano perdería su significado. Pero el asunto es más complicado.

También existen las palabras malas, posiblemente más terribles que las primeras. La diferencia consiste en que las malas palabras son un desagüe del espíritu o la conciencia, mientras que las palabras malas suelen ser dolorosas.

Pongamos por caso la sola palabra que, al ser pronunciada, toca una tecla de nuestra memoria y nos hace regresar a un estado de conciencia del que quisiéramos olvidarlo todo.

También existen las malas palabras de los intereses políticos. ¡Cuántas personas no se estremecen cuando escuchan las consignas de guerra que los políticos saben manipular!

Por mi parte y, sabiendo que el tema de las malas palabras o las palabras malas es asunto de sabios, doy por terminada esta disquisición, y dentro de mis posibilidades haré todo cuanto esté a mi alcance para no herir a mis amigos cuando estemos reunidos sin malas intenciones.


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