CUBANET .INDEPENDIENTE

16 de diciembre, 2002

¡Qué experiencia la de Víctor!

Héctor Maseda, Grupo Decoro

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - "De haber sabido lo que me esperaba no me hubiera lanzado a la aventura", comentó Víctor Ameijeiras luego del inesperado viaje, preñado de dificultades, que debió realizar en un ómnibus interprovincial desde la ciudad de Pinar del Río a Ciudad de La Habana, equidistante 150 kilómetros, pero que tuvo que hacer por vías alternativas.

Una llamada inesperada la mañana del sábado 30 de noviembre, determinó que Víctor tuviera que regresar a la capital con cierta urgencia.

"Llegué a las 8 de la mañana a la terminal de ómnibus de Pinar del Río", recuerda Ameijeiras. "Decenas de autos particulares de alquiler que realizan el recorrido Pinar del Río-La Habana, se apretujaban en las áreas aledañas a la estación. Cobran tanto dinero que nadie solicita sus servicios. Subí a la primera planta hasta el salón de la lista de espera, donde anotan los viajeros con pretensiones de viajar sin previa reservación. Para mi sorpresa no había nadie. Al fondo del local se veía un gran cartel que decía: PARA LA HABANA NO HAY LISTA DE ESPERA HASTA NUEVO AVISO. Lo firmaba la administración de la empresa".

Convencido Víctor de que por los canales regulares no había nada que hacer, se dirigió a un empleado y le ofreció 35 pesos por un pasaje Pinar del Río-La Habana, cuyo precio oficial es de 7 pesos.

"Mire, señor, la situación de los pasajes está muy crítica. No tenemos idea de cuándo llegará un coche con ese destino. Le recomiendo ver al jefe de turno".

Así lo hizo Ameijeiras. Cuando localizó al jefe de turno le planteó su problema.

"Compañero", le respondió el funcionario, "no tenemos salidas previstas para la capital. No estamos haciendo nuevas reservaciones Hay aproximadamente 200 usuarios que tienen boletos reservados desde hace varios días y no han podido viajar. Usted sabe, no tenemos petróleo. Pero esos viajeros tienen prioridad, por eso se suspendió el servicio de lista de espera. Le sugiero vaya hasta donde comienza la autopista Pinar del Río-La Habana y trate de conseguir cualquier transporte, estatal o privado, que lo lleve hasta La Habana".

Ameijeiras siguió el consejo del directivo y llegó al lugar indicado por él, luego de ingerir algunos alimentos. Eran las dos de la tarde. Decenas de personas se disputaban un espacio en cuanto transporte automotor aparecía en dirección a la urbe. Pero salían 15 personas y se incorporaban 30 con la misma situación. El viaje se complicaba con el paso del tiempo. Muchos sostenían y abanicaban en sus manos billetes de 20 pesos. Otros repetían la operación con dos billetes, de 20 y 10 pesos. Cada 30 ó 40 minutos paraba uno de los camiones con matrícula estatal que pasaban, y recogía a un grupo de ciudadanos que viajaban hacia la capital. La mayoría de los vehículos no tenían techo ni cumplían las reglas de seguridad para el traslado de personal.

"La gente estaba desesperada. Se montaba en cualquier cosa. El problema era salir de aquel lugar. Entrada la tarde comenzó la amenaza de lluvia. El paso de los camiones se redujo apreciablemente. Pensé en regresar a la terminal y dormir en un rincón hasta la mañana siguiente. Finalmente tuve suerte y logré subirme a un camión techado de la corporación estatal CIMEX. No tenía ventanas. Fue necesario mantener abierta una de las puertas traseras para evitar la asfixia. Conmigo se montaron diez personas.

Comenzó el viaje por la autopista. Y también la lluvia. El chofer recogió algunos viajeros más, bultos, bicicletas y chivos. No hizo caso de las protestas de sus eventuales pasajeros y los mezcló a todos como si se tratara de una ensalada mixta. Su preocupación era obtener mayores ganancias en el viaje. Y llegaron las desgracias.

"Empezó a llover con fuerza, un aguacero que no cesó hasta el final del viaje. El agua entraba al interior del camión. Comenzamos a mojarnos con una combinación de agua y fango de la carretera que atrapaban las ruedas posteriores del transporte. Los animales iniciaron un concierto a viva voz que era para enloquecer. Los pobres machos cabríos se asustaron con el ruido, el agua, el fango y nuestra presencia. Se movían en todas direcciones y nos golpeaban. Empezaron a orinar y defecar en la cama del camión. La atmósfera se llenó de un hedor irrespirable que tuvimos que soportar durante más de tres horas".

Y concluye Víctor su historia alucinante:

"Así terminó el viaje. Llegamos a La Habana empapados, sucios, agotados y apestosos. Caminé hasta mi casa, alrededor de 4 kilómetros. No tuve valor de montarme en un ómnibus interurbano, temeroso de que me lanzaran al pavimento los demás pasajeros, confundiéndome con una mofeta. Desconozco qué hicieron mis compañeros de infortunio para llegar a su destino".

No sería arriesgado pensar que para Víctor Ameijeiras viajar en medio de la lluvia, con el cuerpo y la ropa cubiertas de fango, orine y mierda, constituyó una experiencia única e inolvidable.


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