El baile del
toca toca
Oscar Mario González, Grupo Decoro
SANTA CLARA, diciembre (www.cubanet.org) - Si Ud. vive en Cuba y se empeña
en seguir formando parte de los seres vivos, no le queda más remedio que
bailar al ritmo del toca toca.
Este ritmo que popularizó el destacado músico cubano Adalberto
Álvarez, tiene tantos años como años tiene el mal llamado
período especial, y aún más.
Al compás de su música bullanguera y contagiosa bailan todos
en la Isla. El joven y el viejo, el fiscal y el carterista, la jinetera y el
militante del Partido. Es un baile bien fácil de aprender. Tan fácil
que no necesita de academia de danza, pues tiene un solo pasillo, tan simple
como pegajoso, y que se resume en la siguiente instrucción: tú me
tocas y yo te toco.
Desde la más temprana edad los niños van aprendiéndolo
de los padres de manera natural, por el continuo ejercicio que del mismo hacen
los mayores. Se baila en toda Cuba. A lo largo y ancho de su geografía.
En montes y praderas, en el pueblito y la gran ciudad. Desde Guantánamo
hasta Pinar del Río. De modo tal, que aún antes de que al niño
le cuelguen la pañoleta de pionero y repita la obligada consigna de "pioneros
por el comunismo, seremos como el Che", ya ese futuro hombre nuevo conoce
los elementos básicos del baile del toca toca. Mas, ¿cómo se
baila?
La jinetera toca al carpetero y al custodio del hotel con algunos dólares
para que le permitan el acceso a la habitación del turista italiano,
canadiense o español, tomar unos mojitos en el bar y compartir con el
turista un buen enchilado de langosta en la mesa del restaurant. Los empleados
del hotel, por su parte, tocan a la jinetera con el consentimiento.
El elaborador de pizzas da su buena estocada al policía para que no
le "haga sombra", con alguna pizza especialmente elaborada, con más
queso y chorizo que lo habitual. Los fines de semana prepara una pizza gigante
para la mujer del policía, a fin de que ésta pueda disfrutar su
domingo sin tener que trabajar en la cocina. El policía, a su vez, toca
al "pizzero" dándole luz verde.
El bodeguero y el carnicero, por su parte, tocan al delegado del Poder
Popular y al jefe del sector de la policía con algunas libras de leche en
polvo y otras tantas de carne de res, porque ¿a quién mejor que a
ellos? El uno garantiza la tranquilidad ciudadana y el otro la continuidad de la
"democracia socialista". Éstos, a su vez, corresponden a los
comerciantes permitiéndoles maniobrar.
Pero, además, puede ser que el carnicero sea "tocado" con
algún presente por parte de la mujer del coronel, a fin de que le
favorezca con la venta ilícita de algunos muslos de pollo congelado.
Pero, por favor, sin que se entere el marido, porque él es de los "puros".
Tocando a la maestra con alguna "bobería" la madre busca
que el niño o la niña sean tratados con la indulgencia que
demandan sus malcriadeces, y además, como atenuante del rigor de los exámenes
de fin de curso.
Uno de los tipos mejor tocados en este festival del toca toca es el
presidente del Comité de Defensa. Este recibe golpes desde todas las
direcciones. A veces son leves estocadas, como pequeños pellizcos; otras
veces son verdaderos ramalazos. Todo depende del grado de "invento"
que haya en la cuadra. Por eso él se hace "el de la vista gorda"
y aplica aquello de que "la lluvia que cae del cielo es para que cada quien
coja su chapuzón".
Hasta mi amiga Clotilde, con más de 70 años en su negro
pellejo, y que vive "pasando las de Caín" con los 70 pesos
mensuales de pensión, suele tocar al bodeguero con una tacita de café
para que no le robe las dos onzas que habitualmente se roba en cada libra de
producto que pesa.
Pero los golpes más duros tienen lugar en los niveles altos e
intermedios. Allí no se trata de leves empellones, sino de fuertes
macanazos. Mas, el ruido de esos fotutazos no llega al oídos del hombre
de abajo porque tienen lugar a grandes alturas. Tan lejos, que no se puede
llegar a ellos ni en aeroplano. Y la prensa, que en una democracia tiene tan
poderosas alas, aquí se mueve con ligero vuelo y siempre lo hace sobre
los supuestos logros de la panacea socialista.
A veces, es cierto, se deja ver un punto de la cima del iceberg. Ello sucede
cuando alguien de arriba cae en desgracia.
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