Manzanas de
Virginia para el trono de Shangó
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Puede parecer un absurdo que una
deidad africana reciba ofrendas procedentes de un estado norteamericano como
Virginia. Pero si el hecho se produce en Cuba, quizás merezca indagación.
Quizás hasta represente un mensaje de lo que el pueblo cubano desea en
realidad. Porque lo innegable en esta Habana de fines de 2002, es que el trono
de Shangó acaparó las manzanas de Virginia.
Shangó,
dios del panteón yoruba que representa a la virilidad y es amo y señor
del fuego, forma parte de los cultos sincréticos afrocubanos, en los
cuales se le identifica con la católica Santa Bárbara, patrona de
los artilleros. Su celebración tiene lugar el 4 de diciembre, ocasión
en la que el país se inunda de festividades religiosas. A Shangó
se le pide para el éxito de empresas y propósitos, pero también
para el logro de amores y lujurias.
La deidad recibe ofrendas de maíz y frutas. Pero como su color es el
rojo, muy bienvenidos le son el vino tinto y las frutas de ese color. No deben
faltar los plátanos, cual símbolo erótico, y las piñas
y papayas. Se recomiendan pasteles, cakes y dulces, como si se ordenara una cena
para la seducción, porque ante todo Shangó es seducción.
La Habana del 4 de diciembre, según parece, trató de
conquistar los favores de la deidad con manzanas de Virginia, las cuales han
arribado a la Isla como consecuencia de importaciones procedentes de los Estados
Unidos, en uno de los más polémicos intercambios comerciales
habidos en la Cuba de este tiempo, ahora signado por ese rojo brillante de las
manzanas de Virginia que atrajo a los seguidores de Shangó.
Como norma, las tiendas de recaudación de divisas las venden a 30
centavos de dólar la unidad. A ese precio las manzanas comenzaron a
desaparecer de los estantes desde inicios de diciembre. Se las aumentó a
90 centavos un día antes de la celebración de Shangó, pero
a la clientela no le importó. El 4 no quedaba una manzana en las llamadas
shopings, y hubo que esperar hasta el día 6 para poder encontrarlas.
Shangó, sencillamente, se lo llevó todo.
En cientos de viviendas habaneras el trono de la deidad lucía, al
lado de la tradicional copa de vino tinto, la fruta norteamericana que pudiera
simbolizar deseo por lo prohibido. Como la manzana de Eva.
El inesperado hecho no sólo parece capricho de creyentes. Gloria,
mujer de sesenta años que sostiene relaciones con un hombre de cuarenta,
pidió a la deidad la fidelidad de su amante, y que las "cosas de
Cuba se arreglen". Por su parte, un matrimonio de militantes del Partido
Comunista rogaron para que su hijo pudiera viajar a los Estados Unidos, como
parte de uno de esos intercambios académicos a la moda entre las naciones
del Potomac y el Almendares.
Carlos, gerente de Plaza de Carlos III, uno de los establecimientos "dolarizados"
más importantes de la capital, expresó su asombro por el modo en
que la clientela arrasó con las manzanas. "Se venden bien, como
regla. Pero lo que pasó en la tienda a principios de diciembre no tiene
precedentes. Vi con mis propios ojos a unas mujeres vestidas a la usanza de los
cultos afro que compraron cien manzanas de un golpe. El vendedor que las atendió
les preguntó en broma si no temían indigestarse. Ellas
respondieron que Shangó no padece del estómago".
Manzanas de Virginia para el trono de Shangó va más allá
del detalle exquisito para una celebración religiosa. La masividad en la
compra de una fruta procedente de los Estados Unidos, para destinarla como
ofrenda a una de los más importantes objetos de adoración en Cuba,
parece también un mensaje. Tan sutil, que vale la pena descifrarlo.
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