Gina Montaner.
El Nuevo Herald,
diciembre 9, 2002.
Madrid -- La XVI Feria del Libro de Guadalajara ha sido más un campo
de batalla que un exquisito encuentro de hombres y mujeres de letras. No me
extraña. Hace falta ser muy ingenuo o muy cegato políticamente
para centrar el evento en un homenaje a la literatura cubana. Y no lo digo por
los escritores de la isla, que ha dado muchos y buenos antes y después,
sino por lo que significa invitar a una delegación de la jefatura cubana.
A ver si nos entendemos. No es lo mismo que agasajar a una representación
del actual gobierno democrático de Chile, por ejemplo. Llevar a la plana
mayor de la dictadura castrista a la linda Guadalajara es como haber invitado en
su día a una misión franquista para rendir homenaje a la
literatura española. Una sonora bofetada a los exiliados republicanos que
huyeron a México. Los franquistas habrían aprovechado la ocasión
para dar una buena imagen arropados por sus intelectuales oficialistas, que los
hubo, como Sánchez Mazas, Agustín de Foxá, Leopoldo Panero
o Luis Rosales. Seguro que el poeta León Felipe y el grupo de brillantes
intelectuales que fundó el Colegio de México no habrían
comprendido semejante afrenta por parte del país que los había
recibido con los brazos abiertos.
Lo cierto es que, una vez más, se ha preferido pasar por alto la
condición infecta del castrismo y de quienes lo defienden. En
consecuencia, la Feria de Guadalajara se convirtió en una especie de
narcorrido, esta vez protagonizado por los ''Tigres del Estalinismo''. Allí
estaban Ricardo Alarcón, Abel Prieto y el falso cantante protesta Silvio
Rodríguez o pobre del cantor, que diría Pablo Milanés. No
faltaron las hordas de la izquierda rabiosa y zapatista que gritaron las
consignas de siempre ''Cuba sí, yanquis no'', ''Fidel, Fidel, Fidel'' y
no sé cuantas baboserías más. Las mismas hordas que,
alentadas por el aparato de seguridad cubano, se dedicaron a romper la
presentación de la revista Letras Libres, cuyo último número
está dedicado a la cultura cubana y propone alternativas para la transición
democrática en la isla.
En vano intentaron pronunciar sus conferencias Julio Trujillo, Christopher
Domínguez, Roger Bartra y los cubanos exiliados Rafael Rojas y José
Manuel Prieto. Furibundos, los trasnochados comunistas les increparon con
insultos tipo ''Vendidos, comemierdas, pirurris, traidores''. O sea, lo de
siempre con estos ''espontáneos'' dispuestos a encabezar actos de
repudio.
Lo sentí mucho por los colaboradores de Letras Libres y por el
historiador Rafael Rojas, a quien considero uno de los valores intelectuales y
políticos con más futuro en la Cuba postcastrista. Pero no me causó
sorpresa alguna los desagradables incidentes provocados por la izquierda radical
y antidemocrática. Rojas nació y se educó bajo la dictadura
y pertenece a la última hornada de exiliados. Bienvenido, pues, al club
de las víctimas satanizadas.
Así fue desde los ominosos comienzos de la revolución. Miremos
hacia atrás: en los años de la lucha contra Batista Castro se las
agenció para convertirse en el gran coco intimidatorio de la oposición
que buscaba una salida negociada al batistato. Junto con sus compañeros
violentos y gansteriles del Movimiento 26 de Julio, el joven Castro manda atacar
la casa del más moderado Dorta Duque, dirigente del opositor Partido
Ortodoxo. Digamos que son los orígenes de los actos de repudio. Versión
cubana del pogrom.
Cuando los barbudos llegan al poder el comandante se vale de las turbas para
desactivar a la sociedad civil. No olvidemos que su gran arma ha sido siempre la
intimidación. El reino del terror y el miedo. A Castro no le interesa
otro lenguaje para relacionarse con sus súbditos. No digamos con sus
enemigos declarados.
La trifulca en Guadalajara no es más que una anécdota en la
larga lucha de los exiliados demócratas contra la dictadura castrista:
insultos y golpes en las cumbres iberoamericanas. Presentaciones de libros
reventadas por violentos de izquierdas. Foros de derechos humanos en los que la
Bonafini, cabecilla de las Madres de la Plaza de Mayo, arremete a gritos contra
ex presos políticos cubanos. Hordas y más hordas de estalinistas
rabiosos que, increíblemente, han pretendido convertir a las víctimas
en el victimario. Detrás de ellos, la sombra alargada del aparato de
seguridad cubano.
De todos los ''Tigres del Estalinismo'' que se han paseado por la Feria de
Guadalajara, el más escandaloso ha sido el poeta Cintio Vitier. Digo, por
su falso aspecto de oveja. ¿O será que se trata de un cordero
descarriado en el rebaño de Dios? Y si traigo al Supremo a colación
es porque el poeta Vitier de siempre ha sido un católico de misa y comunión.
Estando en la ciudad mexicana con la delegación cubana para recibir el
premio Juan Rulfo, va y dice el excelso vate que la revolución cometió
grandes errores en los 70 como perseguir a los homosexuales y creyentes, pero
que eso ya se corrigió. "Y esa capacidad de corregirse me hace
pensar que esta revolución puede ser perdurable.''
Será que casi medio siglo de dictadura perdurable no le basta a este
hombre de buena/mala fe.
© Firmas Press
XVI
Feria del Libro de Guadalajara - enlaces |