Los
escritores y la feria
Jorge Alberto Aguiar Díaz, Grupo Decoro
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - "Todos somos libres y
revolucionarios", me dijo un escritor, citando según él
palabras textuales del ministro de cultura Abel Prieto en la reunión que
sostuvieron los artistas de la delegación cubana una semana antes del
viaje a la Feria del Libro en Guadalajara.
La reunión del 22 de noviembre en el teatro Amadeo Roldán fue
algo más que un encuentro para coordinar detalles sobre el viaje e
informar sobre la Feria. La impresión que tuvieron muchos de los
participantes fue que se aprovechó la ocasión para trazar
lineamientos y orientaciones de carácter político.
En la mesa presidida por el ministro de Cultura, se encontraban Roberto Fernández
Retamar, poeta y uno de los más leales e intransigentes ideólogos
de la Revolución en el campo cultural; Carlos Martí, con su imagen
de moderado y actual presidente de la UNEAC; Armando Hart, ex ministro de
Cultura, e Iroel Sánchez, presidente del Instituto Cubano del Libro, y
reconocido entre los escritores como un burócrata de mano dura, antipático
e incondicional a la política oficialista.
Este último funcionario habló del clima favorable a Cuba
creado por la objetividad de la prensa mejicana sobre la realidad de la Isla.
Apuntó que aunque todos los artistas tienen libertad para expresarse no
deberían dejarse provocar por la prensa de Miami. Y habló sobre el
último número de la revista "Letras Libres", dedicado a
Cuba pero, "donde no hay un solo escritor revolucionario" agregó.
En esa reunión se habló también de lo que se califica
en los medios intelectuales de "cobertura suave de la CIA" a través
de la National Endowment For Democracy (NED) y su apoyo de 83 000 dólares
anuales para financiar la revista "Encuentro de la Cultura Cubana",
fundada por Jesús Díaz.
Abel Prieto aclaró que la situación política en el
marco de la Feria es el punto neurálgico y que se requería de una
reunión aparte con otros dirigentes, funcionarios, y artistas invitados.
Y recordó que "todo lo que haga Cuba va a tener una determinada
lectura política. Todos somos libres y a nadie hay que sugerirle lo que
tiene que decir".
Muchos artistas quieren participar en la Feria aunque consideran que se
trata de una fiesta propagandística. Algunos viajan por primera vez o lo
necesitan por razones profesionales, pero casi todos están dispuestos a
fingir y mentir con tal de ir a México.
"¿Qué voy a hacer? Tengo que seguir la corriente", señaló
otro de mis conocidos, que se dedica a la crítica literaria, y comentó
las palabras de Eduardo Heras León cuando preguntó que si ante
ataques y provocaciones por parte del enemigo "conviene o no adoptar una
postura tal como somos, radicales y revolucionarios".
Abel Prieto desestimó la asistencia de los invitados de la Isla al
lanzamiento del último número de la revista "Encuentro",
que está dedicado a la memoria Jesús Díaz, diciendo que se
trata de una revista de la contrarrevolución y la gusanera y que los
intelectuales que colaboran con ella juegan el tristísimo papel de
mercenarios. Dijo también que los ataques políticos sí hay
que responderlos, pero no con "guapería ni manotazos, sino con
nuestros argumentos, porque tenemos la verdad y tenemos la razón".
Para la mayoría de los invitados que asisten a la Feria -y muchos son
mis amigos o conocidos- está claro que la delegación cubana es
pura propaganda política pero no pueden decirlo, están obligados
al silencio o a mentir. El precio de un viaje o cualquier otro privilegio tienen
que pagarlo de esa manera
¿Cuál es el clima de diálogo y apertura del que tanto se
discursea en las instituciones culturales de la Isla?
El ministerio de Cultura se vanagloria, y con esto parece que para ellos es
suficiente, de llevar 62 editoriales, 2000 títulos, 50 000 ejemplares, y
una delegación de 710 invitados. Siempre las cifras para satisfacer las
mentalidades barrocas y la política de la masividad como muestra de una
genuina participación democrática.
Pero, como ya sabemos, la verdadera democracia se caracteriza por el
pluralismo, y no por la exclusión. La sociedad civil crea nuevos actores
sociales, no pretende la uniformidad de sus miembros, y mucho menos de sus
intelectuales a través de un discurso homogéneo y ortodoxo.
Escritores como Pedro Marqués de Armas, Juan Carlos Flores, Carlos
Augusto Alfonso, Pedro Juan Gutiérrez, Reina María Rodríguez,
Víctor Fowler, Leonardo Padura, Gerardo Fernández Fé, Raúl
Aguiar, Amir Valle, o Ena Lucía Portela, entre otros, no fueron
invitados. Muchas pueden ser las causas, pero la más evidente, a raíz
de esa reunión de despedida, es el escaso control ideológico que
sobre esos intelectuales tiene el Ministerio de Cultura.
¿Dónde están intelectuales de la talla de Raúl
Rivero, Carlos Alberto Montaner, Antonio Benítez Rojo, Manuel Díaz
Martínez, María Elena Cruz Varela, Rolando Sánchez Mejías,
Antonio José Ponte? ¿Por qué no hubo un intento de aproximación,
apertura, y diálogo con ellos?
La astucia del ministerio de Cultura llega a incluir autores como Mayra
Montero, Sonia Rivera, Lichy Diego, o José Koser, que aunque viven fuera
de Cuba no puede llamárseles exiliados porque a ellos se les permite la
entrada a la Isla. Muchos de los intelectuales y artistas de la llamada Diáspora
(término neutral muy de boga por los voceros acríticos) son, más
que exiliados, emigrados.
¿Es la función de un ministerio de Cultura repetir el discurso
político del gobierno? ¿Por qué hablan de un arte y una
cultura revolucionarios? Ya lo sabemos, no se trata, por supuesto, de una fiesta
por el libro o la cultura cubana. El ministerio de Cultura se dedica, como
siempre lo ha hecho, a propagar más política que cultura.
"Abel dijo que Rafael Rojas es un muñeco, un Frankestein
intelectual de la contrarrevolución", apuntó un poeta que había
dicho el ministro. ¿Es verosímil hablar de apertura con semejante
comentario?
Pero, por si todo lo anterior resultara poco convincente, reparemos en el
exergo de libelo que les fue entregado a los escritores contra la National
Endowment For Democracy (NED), y contra la revista "Encuentro". Allí
se lee un pensamiento de Henry Kissinger, que citaron con intenciones irónicas,
pero el gesto se volvió una amarga paradoja contra la supuesta política
de apertura: "Es peligroso ser nuestro enemigo. Es fatal ser nuestro aliado".
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