El
Nuevo Herald, agosto 29, 2002.
Durante años el tema del embargo a Cuba fue prácticamente
indiferente a legisladores, empresarios y activistas políticos
norteamericanos.
Sin embargo en los últimos tres años años,
aproximadamente, esa indiferencia se ha transformado en un interés, casi
militante, por eliminar las sanciones económicas impuestas por Estados
Unidos al régimen de Fidel Castro, que hasta entonces transcurrieron
inconmovibles por cuatro décadas.
¿Qué ha motivado este cambio de percepción en Estados
Unidos hacia el régimen castrista?, ¿qué ha cambiado en Cuba?
Son preguntas que flotan en el ambiente en momentos en que el Congreso
presiona cada vez con más fuerza a la Casa Blanca para eliminar las
sanciones económicas a la isla.
Conversando con analistas políticos y especialistas en asuntos
cubanos -a favor o en contra del embargo-, he reunido algunas respuestas que
quizás podrían contribuir a despejar esas interrogantes.
El cambio más importante en esta relación Cuba-Estados
Unidos, ocurrió hace una década con la desaparición de la
Unión Soviética (URSS).
Con la salida de la URSS del escenario político, Cuba dejó de
circular en la órbita política y económica soviética.
El peligro estratégico que ese vínculo significaba para Estados
Unidos dejó de existir. El castrismo, por sí sólo, no es
visto como un peligro para la seguridad nacional norteamericana.
Tras el derrumbe de sus aliados comunistas, la dictadura cubana tuvo
que buscar nuevos mercados y emprender limitadas reformas económicas,
entreabriendo sus puertas a la inversión extranjera.
En Cuba existen hoy 412 asociaciones con capital extranjero. España
es el principal inversionista en la isla, seguida por Canadá, Italia,
Francia, México y Reino Unido, países todos aliados de Estados
Unidos.
Estas dos realidades son el telón de fondo en el escenario donde actúan
políticos y empresarios norteamericanos que favorecen un cambio de política
hacia Cuba.
Con la aprobación de la Ley-Toricelli en 1992, el tema del
embargo comenzó a pasar de la Casa Blanca al Congreso, proceso que culminó
en 1996 con la ley Helms-Burton.
De esta forma las sanciones económicas a Cuba dejaron de ser una
decisión ejecutiva del Presidente para convertirse en materia de debate
político en el Congreso, y por lo tanto susceptible a cambios.
Algunos atribuyen también un importante papel al denominado ''caso
Elián'' que, según explican, atrajo de manera negativa la opinión
pública norteamericana, sobre la comunidad exiliada y el tema de Cuba en
general.
Dentro de este contexto habría que añadir que la dictadura
cubana se mantiene en el poder, a pesar del embargo que, en ese sentido se
muestra ineficiente.
Todos estos elementos han sido manejados muy hábilmente por quienes
representan los intereses de la agroindustria estadounidense, entusiasmada por
el posible acceso al mercado cubano, que hipotéticamente le reportaría
ganancias millonarias.
No hay que olvidar, en este suscinto recuento, que el régimen
castrista ha sido igualmente exitoso en desarrollar sus relaciones públicas
con los empresarios y legisladores estadounidenses.
Quienes se oponen al levantamiento del embargo sostienen, por su parte, que
con la eliminación de las sanciones económicas la dictadura cubana
recibiría millones de dólares provenientes del turismo y tendría
fácil acceso a fuentes de financiamiento.
Concluyo con dos observaciones que quizás sirvan para posteriores
comentarios:
El turismo cubano es el de más bajo rendimiento en toda la
región; nada garantiza una ''avalancha'' turística de
norteamericanos a Cuba.
Los centros financieros no facilitan su dinero sin condiciones y el régimen
cubano no será posiblemente la excepción.
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