CUBANET .INDEPENDIENTE

29 de agosto, 2002


Meditar sobre el censo

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, agosto (www.cubanet.org) - Veintiún años después del último realizado, el gobierno de Fidel Castro llevará a cabo otro censo de población y viviendas, el cual ocupa espacios cada vez mayores en la prensa oficiosa cubana.

Noticias, artículos, entrevistas a propósito de esa investigación demográfica parecen abundar más que comida buena y barata, en país donde un mango puede costar más del uno por ciento del salario medio mensual.

Por su parte, el periodismo independiente cubano, antípoda del oficioso, no se ha quedado atrás. Distintas visiones de colegas ya han sido publicadas y no será exageración decir que, según avancen los días, el episodio tomará mayor atención. Por lo tanto, siga la moda este periodista. A veces no queda otro remedio.

De inicio, llama la atención que se haga tanta noticia de lo que "no es noticia". Llevar a cabo un censo de población y viviendas, si bien operación compleja y costosa, es labor natural en cualquier gobierno. Desde luego, realizar un censo obliga a informar a la población. Pero de ahí a llevar el asunto al estrellato noticioso, va un largo trecho.

La noticia, si se sigue la lógica de estas líneas, es preguntar en primera plana por qué un mango puede costar en Cuba, o por lo menos en La Habana, poco más del uno por ciento del salario medio mensual. Y lo aclaro para los neófitos: el mango en la isla es casi fruta silvestre. O lo fue.

Mezclar el censo y los mangos puede conducir hacia interrogantes como la apuntada. Sobre todo, si la mayor inquietud reflejada por la población y repetidamente aclarada por autoridades y medios de prensa es si será necesario avalar lo que la gente declare a los encuestadores. La población teme que sí, las autoridades dicen y redicen que no.

Entretanto, y ya como ensayando sobre lo kafkiano en la política cubana, la televisión difunde entrevistas a personas simples, en las cuales se ha llegado a calificar al censo de "nueva batalla de la Revolución". Por supuesto, dada por victoriosa.

Semejante contrapunto ha llegado tan lejos que las autoridades han terminado por distribuir a diestra y siniestra un folleto contentivo de profusas aclaraciones y hasta de una reproducción del documento que emplearán los encuestadores para colectar la información. El mismo solicita informes sobre aspectos normales de la vida social, temas sencillos que procesados estadísticamente sí aportan una valiosa "fotografía" del estado económico y social del país. Para mi criterio, diría que incluso el gobierno está perdiendo una magnifica oportunidad de obtener aún más información.

Por ejemplo: en el formulario se pregunta si en la vivienda encuestada se dispone de bienes electrodomésticos como radios o televisores, aunque la suspicacia invita a interrogar a santo de qué se indaga si se cuenta con computadora, en país donde las restricciones para adquirirlas hacen suponer un control bastante policial sobre la tenencia. Si uno se ubica en cualquier aburrido Estado de Derecho, donde la propiedad de las personas es punto menos que sagrada y no existen las absurdas prohibiciones comerciales al estilo Cuba, nadie se negaría a responder a ese cuestionario, o por lo menos no se produciría la inquietud social existente ahora en la isla.

Dicha inquietud no sólo se está manifestando alrededor de los efectos electrodomésticos. Este periodista conoce a personas que han retornado temporalmente hacia las residencias donde consta su derecho de propiedad sobre las mismas, porque habitaban por motivos privados en otros lugares y temen que el censo pueda significar una lesión a ese derecho. Así hizo un amigo de talante juerguista que vivía bajo el mismo techo con una pareja de lesbianas, pero que ahora regresó a la casa materna "por si las moscas". Hoy por hoy viaja kilómetros para pernoctar en compañía de sus "adoradas Safos", afirma.

Entonces, la contradicción: más de ocho millones de cubanos -se dice- firmaron una propuesta de modificación de la Constitución de la República, la que el gobierno erigió en aval para declarar la irrevocabilidad del llamado socialismo existente en la isla. Pero ahora la gente se inquieta, mientras las autoridades hacen todo tipo de no tan implícitos llamados a la confianza, una confianza entre gobierno y sociedad al parecer ausente, a juzgar por los hechos, cuya arista novedosa surge si se acude a la memoria histórica. En el censo anterior, realizado en 1981, este problema no existió. La gente colaboró con aquél sin mayores preocupaciones.

¿Será esa pérdida de confianza el origen de tanta noticia oficial alrededor del censo? No lo sé. Pero me pregunto si esta pérdida de crédito entre gobierno y sociedad no perjudicará la calidad de la investigación, realmente necesaria para el país. Muy necesaria, tanto como el público conocimiento de sus resultados, sobre lo cual expreso mis dudas de que se produzca, más allá del anuncio de que las memorias del conteo serán publicadas a mediados de 2003.

Por lo pronto, a esperar y atisbar. Un periodista independiente cubano nada tiene por ocultar a los encuestadores. Lo que sea ya lo sabe esa policía política que lo persigue por publicar sin pedir permiso. O lo imagina.


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