CUBANET... INTERNACIONAL

Agosto 27, 2002



El asesinato de Cánovas

Luis Gomez y Amador. El Nuevo Herald, agosto 27, 2002.

Ocurrió el domingo 8 de agosto de 1897 en el balneario de Santa Agueda, en las proximidades de San Sebastián, España, y su repercusión tuvo, en el curso de la guerra independentista cubana (1895-1898), extraordinaria significación. Don Antonio Cánovas del Castillo era el presidente del Consejo de Gobierno español. En los libros de historia cubana, en general, sólo se menciona, de él, que dijo que su partido, el Liberal Conservador, sacrificaría el último hombre y la última peseta en su empeño por retener a Cuba bajo el dominio español (publicado en El Liberal de Madrid y leído en las Cortes por el senador Antonio María Fabié, el 28 de febrero de 1895, en apoyo a Mateo Sagasta, que presidía el Consejo de Gobierno). Y nada más. Y que a su muerte le sucedió Sagasta, jefe del Partido Liberal. Y nada más. Y por esas declaraciones de Cánovas lo odian, como lo odiaban los independentistas en aquella guerra de hace más de un siglo.

En este trabajo, con las limitaciones de espacio propias de cualquier periódico, vamos a extendernos sobre el personaje en cuestión en tres partes: datos biográficos; el asesinato; su significado en el proceso independentista iniciado en 1895.

Cánovas del Castillo nació en Málaga (Andalucía, España) en 1828. Desde temprana edad se destacó en Madrid como historiador, literato y político. Fue electo diputado a Cortes en todas las legislaturas desde 1954 a 1892; fue, además, fundador del Partido Conservador; padre de la restauración borbónica en el hijo de la Reina Isabel II, exiliada en París desde 1868, Alfonso XII, en 1874, con la exigencia "como base indispensable de la restauración, el reconocimiento del sistema parlamentario y el gobierno civil de la monarquía; y de la constitución de 1876 (cuyas leyes se extendieron a Cuba, tales como la libertad de prensa, de asociación, representación parlamentaria, etc. que constituían un progreso notable con respecto al régimen de las "facultades omnímodas de los capitanes generales --desde la época de Miguel Tacón''); instaurador, junto con Sagasta, Pacto del Prado, del turno de los dos partidos, conservador y liberal, en el gobierno, a la inglesa; y seis veces presidente del Consejo de Gobierno.

Como historiador escribió Historia de la decadencia de España desde Felipe II hasta la muerte de Carlos II (1854), y el Bosquejo histórico de la Casa de Austria (1869); fue también individuo de la Academia de Historia, de la Lengua y Ciencias Políticas. Desde el 23 de mayo de 1895 hasta su muerte presidió la jefatura del gobierno español. Como en su tiempo, se le sigue considerando hoy día el estadista más destacado e influyente de todo el siglo decimonónico español.

Su asesino, el italiano Michele Angiolillo, de 27 años, era muy conocido en los círculos anarquistas de su país. Salió de Italia con intención de asesinar a la reina-regente, María Cristina de Habsburgo, y a su hijo, el futuro Alfonso XIII, para vengar la ejecución reciente en Barcelona de varios anarquistas. Pasó primero por París donde se entrevistó con el Delegado de la Junta Cubana, Dr. Ramón Betances, puertorriqueño independentista unido a los cubanos. Al comunicarle al Dr. Betances sus intenciones, aprovechó la ocasión para pedirle dinero. Y éste entonces lo convenció de que con la muerte de doña Cristina y su hijo nada se ganaría; que Cánovas era el enemigo del pueblo cubano y de su libertad, y era el mayor obstáculo para lograrla. Y con esa intención y plan salió Angiolillo para España.

Después de rematar a Cánovas con tres tiros de revólver, aprovechando que en el balneario no tenía escolta, cosa incomprensible, y que estaba sentado en un banquillo de un corredor del hotel leyendo un periódico, fue apresado. Confesó en los interrogatorios ''haber recibido en París 500 francos en un sobre sin remitente''. El mismo Betances ''confesó antes de morir que él y el director de L'intransigeant le habían enviado el dinero''. Angiolillo fue ajusticiado con la pena de garrote vil en la cárcel de Vergara, Guipúzcua, el 20 de agosto de 1897 (para más detalles, léase mi libro La odisea del almirante Cervera y su escuadra. Batalla naval de Santiago de Cuba. 1898. Capítulo IV.)

Con la muerte de Cánovas la política nacional y colonial dio un giro de noventa grados: el general Weyler, gobernador general de Cuba, que buscaba una victoria militar sobre los mambises, fue desplazado por el general Ramón Blanco, con instrucciones de buscar, a toda costa, una solución política con los independentistas que trajera la paz a la isla. El gobierno de Sagasta, bajo una fuerte presión de Washington, ofreció a los cubanos un régimen autonómico el 1 de enero de 1898.

Tanto los intentos de Blanco y la autonomía ofrecida fueron rechazados no sólo por el general Máximo Gómez, jefe del ejército libertador, y por Tomás Estrada Palma, que presidía la Junta Cubana en Nueva York, representante y vocera de los mambises en el exterior, sino también por grupos de oficiales del ejército colonial apostados en La Habana opuestos a esas concesiones.

Las tropas intervencionistas de Estados Unidos desembarcaron en Oriente en junio de 1898, y la cosa volvió a dar otro giro de noventa grados.

© El Nuevo Herald

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