A paso de
bastón: "la científica"
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, agosto (www.cubanet.org) - Estoy al borde de un ataque de
nervios, aunque no se trate de la "chica almodóvar".
Mi estado mental en este caluroso agosto de una Cuba que, aunque ya no tanto
del picadillo de soya, parece inclinarse cuesta abajo hacia una nueva etapa del
llamado período especial, se expresa de muchas sutiles maneras. Hasta los
extraños se han percatado. Mi mesa de trabajo exhibe un desorden mucho
mayor del acostumbrado, algunos me han atrapado sin rasurar a la hora de la
cena, un vecino me amonestó por el modo agresivo con que saludé a
una vecinita de eréctiles y tentadoras pomas.
Sé que la locura avanza. Sé que la ansiedad me domina.
Desesperanzado miro a través de una ventana los plátanos que un
amigo cultiva, y que ya no me hacen pensar en la ecología. Mi mujer, cuya
belleza natural nadie discute, sólo me provoca aburrimiento. Estoy
cansado de la vida, envuelto en el pesimismo y pensando en formas de suicidio. Y
todo se lo debo a "la científica".
Ella es fría, totalmente huérfana de emociones. Más de
una vez me ha sugerido conclusiones cínicas, y más de una vez la
he maldecido por cuanto me dice. Además, la deshonra. No la seduje.
Nuestra relación sólo pudo ser posible gracias al vil metal. Diez
dólares para hacerla mía. Y ahora, aunque ha perdido su utilidad,
aunque ya no satisface el cerebrismo de mis pasiones, no dejo de echarla de
menos. Y si no es ella, quiero a otra como ella, sabiendo que muerta está,
que no sirve para nada más que para echarla en el cesto de la basura.
Maldita "científica". Maldita calculadora de mano
programada para obtener raíces enésimas, funciones trigonométricas,
exponenciales, inversas, logaritmos. He andado La Habana en busca de tu
sustituta y no la he encontrado. Puedo pagar, pero no aparece. Como si en esta
condenada ciudad el comercio, de baja estofa, hubiera llegado a la conclusión
de que con la aritmética y las raíces cuadradas basta. Aquí
nadie, parece, necesita calcular el seno de Zita o el coseno de Pepe.
Para colmo, la indiferencia de los amigos. He clamado a Miami, a Madrid, al
Polo Norte, al planeta Marte, y a Mulder y Scully los de los Expedientes X. Pero
nada: todos callados. Tocan a mi puerta y llegan papeles, revistas, medicinas,
brujerías y el vendedor de panetelitas borrachas. Pero ni soñar
con la condenada calculadora. No importa que mese mis cabellos y deje de
rasurarme, que mire hacia la botella de ron soportando el deseo de embriagarme.
Ella, desde su rincón, se burla de mí.
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