Ruidos en la
ciudad
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, agosto (www.cubanet.org) - El régimen de Fidel Castro es
el máximo responsable de reducir el exceso de ruidos innecesarios en áreas
densamente pobladas del país. Para ello emitió oportunamente las
disposiciones y normas que los regulan. Sin embargo, como regla, asume actitudes
contemplativas y tolerantes con quienes causan ruido, a pesar de conocer las
consecuencias perjudiciales que estas prácticas provocan a la salud
humana por sus efectos nocivos contra la tranquilidad e higiene mental
ciudadana.
Ejemplos sobran. En algunas ocasiones la fuente ruidosa, intensa, pero de
corta duración, es provocada por el paso de vehículos automotores
que accionan sus bocinas sin motivo aparente al pasar por avenidas y calles.
Existen otros casos en que la bulla dura horas perjudicando a grandes
conglomerados de personas. Nos referimos a aquellos que residen en áreas
destinadas a las matinés bailables de los domingos o cerca de los centros
recreativos que realizan sus espectáculos artístico-culturales
diariamente durante varias horas, con sus equipos amplificadores de audio a todo
volumen.
Y qué decir de los cientos de locales que las direcciones municipales
de cultura han destinado a los diferentes grupos salseros para que realicen sus
prácticas. Estas agrupaciones se encuentran diseminadas en todos los
barrios de la capital y, en ocasiones, se escuchan los escándalos que
forman, los que no tienen nada de artístico y mucho menos de culturales,
como una reacción bullanguera en cadena. De modo que, antes de
extinguirse la primera estridencia de un barrio, se comienza a recibir las ondas
perturbadoras del segundo. Por supuesto, estos ruidos se producen a cualquier
hora del día o de la noche.
Lo cierto es que las denuncias ciudadanas sobre estos hechos son realizadas
a diario por todos los medios disponibles, pero no cesan. Todo lo contrario, se
reproducen como la mala hierba. Los agentes del orden público,
inspectores estatales y organismos auspiciadores y responsables de estos actos
desconsiderados, violadores del derecho ciudadano y que ponen en peligro la
salud humana, no hacen nada para detenerlos.
Vale recordar la queja formulada el pasado 13 de agosto a la sección
Abrecartas del periódico Granma, a cargo del periodista Guillermo Cabrera
Álvarez, suscrita por 23 vecinos del edificio 700, avenida 180, zona 21
del reparto Alamar, en el municipio Habana del Este de la capital cubana,
quienes culpan a la Dirección Municipal de Cultura por haber "seleccionado
la calle donde vivimos para montar plataformas y realizar bailables".
El problema, dicen más adelante los perjudicados, empezó "cuando
se instaló la plataforma con ocho amplificadores de alta potencia más
otros adicionales. Las ondas entraban por las ventanas, puertas, balcones y
rebotaban con furia en las paredes, los vasos y copas vibraban, en los pechos
llegaba a faltar el aire".
La respuesta de los funcionarios que laboran en la oficina de cultura
municipal fue arrogante, intimidatoria, inhumana y con el tono de quienes se
sienten por encima de la ley.
En consecuencia, el conductor de la sección Abrecartas calificó
a la entidad gubernamental de que "viola conscientemente la Ley y se siente
impune", para más adelante añadir: "Ninguna encuesta
puede esgrimirse en favor del escándalo y la agresión pública.
No tienen derecho -¡ningún derecho!- a molestar de esa manera a ningún
ciudadano en nombre de la cultura del país".
Lo cierto es que la norma cubana 26 / 1999 titulada "Ruidos en zonas
habitables, requisitos higiénico sanitarios" regula tales prácticas,
está vigente y es de obligatorio cumplimiento. Sólo se requiere
que las autoridades correspondientes la apliquen, exijan su cumplimiento y
condenen a los infractores.
La Física, en su estudio de la Acústica, indica que los ruidos
superiores a los 80 decibeles (db), unidad de medida usada para expresar la
intensidad de los sonidos, cae en el llamado "umbral doloroso". De
manera que cualquier sonido por encima de esa magnitud causa daños físicos
y síquicos en las personas que están sometidos a él durante
un tiempo más o menos prolongado.
El licenciado en Física Arnaldo, que lleva 15 años ejerciendo
esa especialidad y se ocupa de investigar fuentes de ruidos excesivos en
localidades del país con altas concentraciones poblacionales, dijo: "He
realizado mediciones en varias ciudades del país con estas características,
ayudado por un instrumento de campo llamado decibelímetro, usado para
medir los niveles del sonido expresado en decibelios. En muchas de ellas, pero
sobre todo en Ciudad La Habana, y particularmente en varios municipios de
provincia La Habana, he obtenido muestras significativas. La mayoría de
las mediciones marcaron magnitudes superiores a los 80 decibelios".
Respondiendo cuáles son las consecuencias para la salud del hombre
cuando está sometido de manera prolongada a magnitudes superiores a los
80 decibelios, el especialista expresó:
"Lo peor de todo es el efecto de las frecuencias que no captan nuestros
oídos, pero que sí pasan a través de ellos al interior del
cuerpo. Me refiero a los ruidos de baja relativa y alta frecuencia (inferiores a
los 200 hercios y superiores a los 20 kilohercios). Los primeros pueden causar
cefalalgia hasta llegar a la cefalea (dolor intenso de cabeza). Los segundos
originan mareos y pueden producir malestar general y hasta vómitos. Las
frecuencias intermedias a éstas, audibles, de producirse con elevada
intensidad pueden dañar nuestros oídos, ocasionar sordera parcial
o total. El daño dependerá del tiempo a que se está
sometido a su exposición".
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
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