La rebelión
de los ratones
Ramón Díaz-Marzo
HABANA VIEJA, agosto (www.cubanet.org) - Por estos días parece que se
está armando la debacle dentro de la televisión cubana. Anoche (miércoles
14) pasaron por la pequeña pantalla entrevistas a distintos cómicos
cubanos. El más lúcido argumento decía que "sin un
referente de la realidad no se puede hacer reír. Y esos referentes, que
puede ser una persona particular pero pública, o una institución
del Estado, si se sienten aludidos, de inmediato protestan".
Yo pienso que los cómicos cubanos que tienen la desgracia de
desenvolverse en un contexto totalitario, trátese de las antiguas monarquías
o los modernos estados policiacos, a diferencia de sus colegas en países
democráticos, tienen que hacer un doble juego y un doble esfuerzo.
Cuba, en los últimos 43 años, es un ejemplo del esfuerzo de
los cómicos cubanos por intentar hacer que la población ría
sin que luego tengan que ser detenidos por la policia política y pierdan
sus trabajos.
Un día de la década de los 80 pasaba yo frente a la entrada
principal de la televisión cubana por la calle M, y casi choco contra uno
de los grandes de la risa cubana: Enrique Arredondo. Y le dije:
- Maestro, estoy escribiendo una novela que se titula "Omegatron".
A lo que el cómico respondió:
- Pues yo tengo escrita una titulada el "Monstruo de la Laguna Verde".
De todas formas el gobierno nada tiene que temer con respecto a que un cómico
cubano se pase de rosca. Actualmente la moderna tecnología graba un
programa con una semana y hasta un mes de antelación y le permite a la
policía revisar si dentro de los chistes hay algo que pueda poner en
peligro a la Revolución.
Hay un escritor italiano, Curzio Malaparte (1898-1957), que escribió
un abultado folleto titulado "La técnica del golpe de Estado",
donde describe a los medios de comunicación masiva como los centros neurálgicos
del Poder. Es lógico entonces suponer que el actual edificio del ICRT
(Instituto Cubano de la Radio y la Televisión -antigua CMQ) sea, hace
muchos años, un cuartel de la policía política cubana.
Así que ya podrán imaginar la situación de temor
constante a que están sometidos los artistas y creadores; es decir, los
artistas y creadores que no pueden descubrir quiénes de las gentes que
los rodea trabajan para la policía política.
El debate de los cómicos cubanos continúa por estos días
siendo tema de análisis por parte de distintos especialistas que, en
algunos casos, tergiversan la verdad cuando no se atreven a decir que sin
libertad política no se puede trabajar a plenitud el arte de la risa.
Yo mismo, si trabajara en un medio como la actual televisión cubana
no escribiría esto mismo que estoy escribiendo, porque inmediatamente me
botarían del trabajo.
Definitivamente los dos programas cómicos -"¿Jura Ud. decir
la verdad?" y "Sabor Bohemio"- que se trasmiten semanalmente,
tienen calidad, pero mejor sería si esos actores y los que escriben los
libretos tuvieran libertad para disponer de todo el material risible que se ha
acumulado en esta Isla durante los últimos 43 años.
La prueba de que en Cuba no hay libertad para reír podemos
comprobarla en las ruinas del antiguo "Teatro Martí" situado en
las calles de Dragones y Zulueta, y el cierre y abandono del Teatro Musical
(antiguo "Alhambra") en las calles de Consulado y Virtudes.
De todas formas, yo quiero felicitar a los cómicos cubanos, que nos
hacen reír aún careciendo del único instrumento
imprescindible a todo artista: la libertad política; lo cual, de modo
inequívoco, demuestra que son desmesuradamente buenos.
Ramón Díaz-Marzo es el autor de la novela "Cartas a
Leandro", publicada por CubaNet.
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