A paso de
bastón: el probador de huevos
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, agosto (www.cubanet.org) - Puede ser que Florentina sea
condecorada por las amas de casa de Cuba debido a la invención de un
artefacto que evita perder dinero a la hora de adquirir algo tan simple como una
docena de huevos en los establecimientos estatales que venden en moneda
nacional. Claro está, si aparecen, pues a cada rato o las gallinas se
declaran en huelga o sus posturas pasan a la clandestinidad.
Florentina, maestra jubilada, se presentó uno de estos días en
uno de esos comercios y demostró hasta la saciedad la eficiencia de su
probador de huevos. Literalmente apostó de su bolsillo y armada de su
invento probó que la mitad de la docena de posturas por ella adquirida ya
se encontraba en mal estado.
El novedoso controlador es la mar de simple. Cualquier recipiente lleno de
agua puede ser un probador de huevos. Basta sumergir al pollo en potencia. Si
flota, que lo compre el bobo.
La anécdota de Florentina no es historia falsa. La encontré,
la vi en acción y la primera en agradecer es mi esposa, que una semana
antes de conocer los estudios florentínicos había comprado dos
docenas de huevos en el establecimiento de nombre Variedades de Galiano, cuya
ubicación se halla en el capitalino municipio Centro Habana, de las
cuales una y media resultaron estar en mal estado.
Florentina, sin embargo, quizás sea acusada por los duros
gubernamentales de inventora subversiva. La eficiencia del probador de huevos
puede demostrar lo que muchos encontrarían al llegar a sus hogares, ya
sin derecho de protesta: que les vendieron productos en mal estado, posturas de
gallina cuya distribución al cliente demoró más de lo
permisible para conservar la calidad.
Los opositores de la maestra jubilada, además de conspirar en su
contra, argumentan que los tremendos calores del agosto cubano son la causa de
la descomposición de los huevos. Nada dicen de cero control de calidad.
Es sólo una coyunturita veraniega, sin mayor trascendencia para el
bolsillo o los derechos del consumidor.
Florentina les combate por medio de estadísticas: jamás ha
encontrado un huevo vendido en divisas que se encuentre en mal estado. El
problema es con los mercados en moneda nacional, es decir aquéllos al
alcance del 70 por ciento de la población, según cifras oficiales,
de donde se desprende que sólo el 30 por ciento accede no al sexo seguro,
sino al huevo seguro.
Pese a todo, defensores y opositores de Florentina coinciden en un punto:
nadie se explica por qué a cuarenta años del triunfo de Fidel
Castro el extraño caso de los huevos aún ocupa las mentes
nacionales. Cuba es capaz de poseer capacidad productora de armas biológicas
(aunque no las produzca) pero parece incapaz de lograr que las gallinas del
patio cumplan con sus deberes o que los distribuidores y vendedores velen por
los derechos de los consumidores devoradores de huevos.
Ahora mismo se pueden recorrer las tiendas habaneras y no encontrar huevos a
la venta. Ni en divisas ni en moneda nacional. Por cierto, ni sentido tiene
mencionar los precios. El huevo más barato en venta libre cuesta dos
pesos, casi el uno por ciento del salario medio mensual.
Por otro lado, la distribución racionada a precios subsidiados
garantiza no menos de diez huevos mensuales en la capital, mientras en el
interior del país es una auténtica caja de sorpresas.
Entretanto, Florentina está dispuesta a sufrir el martirio de los
adelantados: difamación, calumnias, pruebas de detección de
mentiras y todo cuanto quieran. Pero cuando ella va a comprar huevos carga con
su probador, que nunca falla.
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