CUBANET .INDEPENDIENTE

14 de agosto, 2002


¿Qué pasó con los carnavales de La Habana?

Miriam Leiva

LA HABANA, agosto (www.cubanet.org) - Los carnavales de 2002 en Ciudad La Habana se fueron a bolina. Al parecer se impuso nuevamente la práctica de no proporcionarle esa diversión a los capitalinos y a los visitantes de la principal ciudad de Cuba, según las conveniencias del momento, políticas, económicas u otras.

Lo cierto es que no se ha publicado información sobre la causa por la cual se cancelaron los carnavales. Por las calles corre el rumor de que se debe a los gastos ocasionados por la reconstrucción de las escuelas. Motivo loable, si es cierto y si no se derrocharan tantos recursos en las asiduas movilizaciones de miles de personas a los actos políticos planificados por el gobierno. Resulta interesante que se la atribuya un motivo sensible a la población, pues de algún lugar tienen que partir los rumores en un país donde nada fluye por casualidad.

Los carnavales tienen varios propósitos en La Habana. En primer lugar debería estar el esparcimiento de los ciudadanos pero, en tanto que capital de la República, esto parece quedar relegado. En tiempos de subsidios soviéticos se retomaban cuando tenían lugar super eventos del tipo del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes de 1979, para tirar la casa por la ventana y agasajar por todo lo alto a los visitantes extranjeros. Claro está, el pueblo se beneficiaba en cierta medida y no se detenía a cuestionar las causas y el derroche. ¿Pan y circo?

Luego llegó la debacle económica, y con ella la imposibilidad de dedicar recursos a ese costoso acontecimiento que en otras ciudades suele ser más modesto y con más efectiva participación popular en los festejos, ya que en simples tarimas se colocan orquestas y la gente baila y bebe a su ritmo.

Pero los ampulosos desfiles habaneros de carrozas demandan mayores recursos. Sin embargo, nuevamente hubo un motivo exógeno en los años 90. Esta vez fue el turismo. Gracias a su resurgimiento, por redescubrirse como fuente de ingresos para enfrentar la crisis económica, luego de sufrir unos 30 años de prohibición casi absoluta debido a su "influencia ideológica perniciosa", los carnavales también se recuperaron.

Ellos resultan una indudable atracción, aunque quizás el visitante extranjero disfrute más compartiendo con los cubanos y aprendiendo sus costumbres, que en actitud pasiva sentado frente a las gradas colocadas en diversos sitios de Malecón. De ahí que, si se posee menos financiamiento, bien podría dejarse a un lado los desfiles de carrozas y la actuación de las grandes comparsas, para mantener las orquestas y grupos musicales en diversos espacios de esta avenida costera y en otros lugares de la capital, a fin de no privar al pueblo de esparcimiento. También podría considerarse facilitar una mayor cantidad de lugares a pagar en moneda nacional, pues los servicios y productos adecuados y, por supuesto, los mejores se ofrecen en dólares, moneda inaccesible para la mayoría de los cubanos.

Al parecer, este año se ha procurado un entretenimiento menos bullicioso y problemático, sin bebidas alcohólicas ni eventuales disturbios callejeros: la programación de verano de la televisión cubana recibe de año en año mayor empeño.

Si bien este tema requiere mención aparte, debe señalarse que cumple el objetivo de mantener quietamente sentados a los cubanos en las vacaciones, luego de haber estado sometidos durante todo el año a tensiones y preocupaciones. Quizás los mayores ingieran sus traguitos, pero en familia o con los amigos del barrio. Nada de grandes tumultos. De ahí pueden pasar a las incómodas mesas de dominó en las aceras, donde permanecen horas, frecuentemente hasta bien entrada la madrugada, incluso acompañados por los jóvenes que no encuentran mejor actividad que hacer. Las discusiones se centran en la pelota (el béisbol) u otros temas baladíes.

Esta paz resulta muy conveniente en país como Cuba, donde el dinero y la comida son escasos, el transporte intermitente y todo se dificulta.

Este caluroso verano podrían incrementarse las tensiones sociales no sólo debido a estas carencias, sino también por los prolongados cortes de los servicio de electricidad y agua, achacados oficialmente a roturas en las plantas pero que la sabiduría popular atribuye a la inexistencia de petróleo. A pesar de que no se publicó hasta el 11 de agosto, la gente sabía que no llegaba petróleo de Venezuela desde hacía varios meses. El problema de la electricidad se evidencia incluso en la priorizada televisión, cuya programación se interrumpe brevemente de súbito varias veces al día.

Tampoco debe olvidarse que durante julio se hablaba fuertemente en las calles sobre una eventual oleada de balseros, que obligó al gobierno a mostrar una posición prohibitiva firme en ese propio medio de difusión, lo cual constituye una señal de la presión social subyacente.

Por tanto, no es descartable que la suspensión de los carnavales de La Habana responda a la percepción del potencial peligro que implica el descontento popular.


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