De los
ardientes brindis criollos: destello ferroviario
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, agosto (www.cubanet.org) - Cuando tienen algo que celebrar, o
espantar cuitas, ¿con qué brindan los cubanos? La respuesta debía
ser "con bueno" porque Cuba ha sido y es productora de excelentes
rones como el Havana Club, comercializado internacionalmente por el pulpo
capitalista francés Pernod Ricard y una de las cinco marcas más
prestigiosas de su carta.
Pero el Havana Club es más un embajador que un habitual de la isla.
De los 18 millones de botellas vendidas el año pasado, el 75 por ciento
fue exportado, y del resto la mayor parte fue vendida en Cuba pero consumida por
los turistas, por la casta privilegiada del oficialismo, y por el reducido
segmento de nacionales potentados.
Cuando se celebra una boda o un cumpleaños, cuando se despide el año
o se recibe una visita de altura, se ha puesto de moda en la isla hacer lo que
ya hicieron todos los pobres del planeta: se hace un esfuerzo supremo y se
adquiere una botella de ron de etiqueta en un mercado dolarizado.
Sin embargo, éste es un lujo que la mayoría de los cubanos
puede materializar muy eventualmente, ya que sólo una botellita de ron
puede costar la mitad del salario promedio mensual.
Para celebraciones más mundanas como una conquista amorosa o un
ascenso laboral, la gente acude al ron barato que se vende en la red de
comercios estatales. Su relativamente bajo precio se debe a la mala calidad del
producto, pero de todas formas la botella de 750 mililitros cuesta más de
23 pesos, es decir más de dos veces el salario promedio diario.
La calidad inicial de estos rones es regular, pero cada eslabón de la
larga cadena de distribución los va "santiguando", o sea
echando agua, por lo que ya al final lo que se le vende al consumidor es H2O con
cierta reminiscencia etílica.
El hecho de que el ron se venda a granel obviamente colabora a su continuada
adulteración.
Por otro lado, la cerveza se ha convertido en un extraño a la
identidad nacional. Así lo ha determinado la incongruencia entre su
precio y los salarios que devengan los trabajadores en la isla: para tomarse una
sola cerveza Hatuey (de factura nacional) un criollo tiene que laborar dos días.
Sí, usted leyó bien, el valor de una cerveza en Cuba es
equivalente a dos jornadas de trabajo de cualquier empleado promedio.
La situación ya dura diez largos años pero, como suele
acontecer por acá, el mundo de la informalidad tomó cartas en el
asunto y por todo el país se elaboran clandestinamente bebidas y licores
que hoy compiten afanosamente con los productos oficiales.
Algunos productores, principalmente vinicultores, han obtenido licencias.
Estos avispados criollos operan a toda máquina por ganarse la predilección
de los consumidores a fuerza de calidad.
Otras producciones son más populistas, y el éxito de su gestión
se debe más al oportunismo coyuntural que a su calidad. Buen ejemplo de
ello es la "chispa de tren", aparentemente denominada así
porque su sabor recuerda el combustible de aquella maquinaria o a que quien
consume esta bebida expele chispas igual que las locomotoras por la chimenea.
Como la chispa de tren tiene un bajo costo de producción, sus
fabricantes la venden barata. El precio de una botella de 750 mililitros oscila
entre 10 y 15 pesos, y ya que
las materias primas usadas en su elaboración están al alcance
de cualquiera, la competencia entre los productores es reñida, por lo que
algunos ya han pensado en rebautizar la chispa de tren con un denominativo más
sugerente, como "destello ferroviario".
De cualquier modo, el mercado está asegurado para la chispa de tren,
porque la cerveza, los rones y los vinos buenos son, y presuntamente seguirán
siendo, extravagancias para el disfrute de extranjeros y dirigentes del
gobierno.
Para los brindis del pueblo se seguirá produciendo chispa de tren. Si
lo prefiere más elegante: un sorbo de destello ferroviario. En cualquier
caso, manténgase alejado de las llamas de las fosforeras o cualquier otra
fuente ígnea. Un incendio siempre puede evitarse.
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